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11 de junio del 2007 |
Rocío Silva Santisteban
El año 2001, después de conversar en vivo y en directo, Mariela Dreyfus me propuso por correo electrónico que editáramos un libro con ensayos sobre Blanca Varela. Obviamente las dos somos poetas, académicas y amigas así como admiradoras de la obra de la autora de Ese puerto existe, por eso la idea me enganchó desde el primer momento. Nuestra admiración por Varela se remonta a los años 80, a sus libros releídos de mano en mano, a la antología que publicara el recordado Javier Sologuren, y luego a la gran reunión de su obra poética en una edición del Fondo de Cultura. A su vez, habíamos sido asistentes pasmadas a los poquísimos recitales que ella dio durante esa década, y también asiduas a las escasas pero prolíficas reuniones "entre mujeres solas" en su casa barranquina. Supuse que habría mucho trabajo por hacer y que sería complicado en tanto Mariela vive en Nueva York y yo vivía en ese entonces en Lima, pero nos pusimos sobre la marcha en la empresa sin intuir la labor que nos quedaría por delante. Así nos pasamos buenos meses solicitando artículos originales a investigadores y escritores que, en algún momento, habían expresado su interés por nuestra autora. Y la sorpresa fue el entusiasmo de poetas, críticos, ensayistas e incluso autores de otras áreas ajenas a la literatura. Después me trasladé a Boston para seguir un doctorado, y mi sorpresa fue que cuando comentaba el proyecto con alguna persona, de inmediato querían participar: así conseguimos, además de los textos de nuestros más cercanos, a autores como la prestigiosa investigadora inglesa Jean Franco, autora de uno de los libros canónicos sobre la historia de la literatura latinoamericana; o como el joven profesor de Harvard Luis Cárcamo. Luego de largas discusiones con los textos en la mano, Mariela y yo decidimos que nuestra idea mejoraría si pudiéramos convertir al libro en una especie de selección, en buena cuenta, un compendio de textos originales pero también anteriormente impresos, que pudieran convergir en un solo tomo. El trabajo fue arduo pero hemos logrado un grupo de textos (*) que, en un principio y de manera solitaria, criticaron la obra de Varela, como el propio Paz, Oviedo, Paoli, Gazzolo y Sobrevilla, y ensayos completamente inéditos como los de Jean Franco, Rossella di Paolo, la traductora italiana Natalia Giannoni y la joven poeta colombiana Andrea Cote Botero, entre otros. A su vez también hemos incluido algunos textos que, fueron publicados en revistas, pero que primero fueron entregados para el libro como aquellos de los poetas Chirinos y Rebaza. Hoy se han sumado a este proyecto, sin financiación de ningún tipo, 34 personas que nos han entregado gratuitamente sus materiales. Cuando le presentamos nuestra idea a Rafael Tapia, el director del Fondo Editorial del Congreso del Perú, nos apoyó y sugirió que incluyéramos fotos y una antología de poesía. Es así que personalmente fui a conversar con Blanca Varela, quien nos abrió generosamente su archivo fotográfico y pudimos escanear algunas fotos, incluida la inédita que ilustra esta nota. A su vez, en otra ocasión, Blanca escogió delante de Mariela Dreyfus y de mí un conjunto de poemas que son, exactamente, los que van en este texto constituyendo una antología personal de inigualable valor. El libro, además, tiene dos extensas entrevistas a la autora realizadas por dos poetas, la peruana Rosina Valcárcel, y la venezolana Yolanda Pantin; y una bibliografía muy completa, con todos los textos publicados por Varela y sobre Varela hasta el año 2006 realizada por Bethsabé Huamán. El último colaborador entusiasta ha sido Mario Vargas Llosa, quien nos ha cedido el artículo que publicó hace dos semanas en su columna "Piedra de toque". El 14 de octubre del año pasado visité a Blanca para comentarle los avances de este texto. Recuerdo con claridad que ella vestía sobriamente con colores arenosos, a diferencia de la última visita que vestía de plomo y "szyszlo", como adjetivó Rossella di Paolo por el rojo de su blusa. Esa vez me esperaba para llevarla a la sala. Sentadas frente al malecón, mirando la tarde de una primavera que no terminaba de cuajar, le conté de nuestras aventuras editoriales, pero como es su carácter, se mantuvo sonriente pero queriendo desasirse de esas vanidades. Asimismo descubrí que no pudiendo hablar con la locuacidad de antes, sí podía leer en voz alta. Para total sorpresa mía leyó en voz alta los poemas de los libros que le llevé (Podestá, Guerrero, Sordomez). Le gustó más Podestá, como lo suponía, por las referencias bíblicas y el tempo lento del ritmo de su poesía. Y luego conversamos un poco de esto y aquello, del premio García Lorca, de que no lo iba a recoger en persona. ¿Estas escribiendo algo? le pregunté. No, no, no, repetía. ¿Y el libro sobre tu madre que dijiste ibas a escribir? No, no, no salió, me decía, pero sin pena, sin frustración, simplemente como acontece. Y fue amable, como siempre. Quería moverse del sitio donde nos habíamos sentado, pero a su vez, no quería que me fuera. Quería escuchar. Le conté que para el Premio García Lorca de la ciudad de Granada, los otros nominados también eran muy reconocidos poetas latinoamericanos y españoles. Le recordé que había competido con Benedetti, con Cardenal, con Cisneros, y ella decía, como jugando, "y les he ganado".
Los ensayistas
Gonzalo Portocarrero:
"… interpretar a Blanca Varela es una aventura desmesurada. Si me he atrevido a hacerlo es por lo estimulante que resulta."
Susana Resiz:
"Como Vallejo, Blanca tiene la capacidad de sobrecoger pero nunca es sentimental. Cuanto más hondo es el dolor del que nace su palabra poética, tanto más su dicción elude el transitado lugar de lo sublime-patético."
Jean Franco:
"Si Vallejo llega a percibir no solo su fraternidad con el mono, sino también la corporalidad del alma, Blanca Varela lleva la percepción, "la gana del alma/que es el cuerpo" hasta las últimas consecuencias…"
Mariela Dreyfus:
"Encerrar es mentir y la poesía de Varela no admite concesiones: más bien busca y consigue hundirse en la realidad y darle la vuelta al cuerpo, a la memoria, al tiempo. Desollar para autodescubrirse."
Octavio Paz:
"Cierto, nada menos "femenino" que la poesía de Blanca Varela; al mismo tiempo nada más valeroso y mujeril…"
José Miguel Oviedo:
"Puede ser que ahora ya no sea apropiado llamar a Blanca Varela una poeta surrealista, pero sin el surrealismo su poesía sería otra, o no sería…"
David Sobrerilla:
"… la poesía de Blanca Varela […] sigue surgiendo maravillosamente pese a no ser casi leída, continúa brotando como un don aún en tiempos de crisis, y -contra los perjuicios varoniles existentes y la falta de muchos precedentes femeninos- no desentona (para decirlo con una palabra cara a Blanca) junto a los versos de Eguren, Vallejo o Adán, pero ofreciéndonos su propia versión femenina del mundo."
Carmen Ollé:
"La poeta se ironiza a sí misma y es implacable con sus debilidades, con la angustia y el vacío."
Mario Vargas Llosa:
"Discreta y elegante, como las hadas de los cuentos, la poesía de Blanca Varela ha ido apareciendo de tanto en tanto, con largos intervalos, en unos poemarios breves, ceñidos y perfectos…"
Ana María Gazzolo:
"La poesía, para Varela, es en sí misma la búsqueda de un fin que se sabe imposible…"
Giovanna Pollarolo:
"El libro de barro es una exploración descarnada desde los abismos del lenguaje y de la expresión en busca de la inútil salvación…"
María Negroni:
"La experiencia de la vida se equipara, así, en Blanca Varela, al apuro fugaz de un relámpago. Algo que se oye a posteriori."
Luis Cárcamo:
"Su escritura ejerce, en este sentido, un austero y tenue modo de participación en el tramado liminar de lo material y lo simbólico, lo real y lo ilusorio, lo poético y lo histórico."
(*) De próxima publicación (Fondo Editorial del Congreso. Perú). |
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