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11 de octubre del 2006 |
Para volver a tener patria
Alberto Acosta
Después de tantas decepciones, sorprende que el pueblo
ecuatoriano mantenga viva su esperanza de cambio. Sus
luchas recientes, sustentadas en procesos históricos
de larga data y no sólo en fugaces campañas
electorales, registrarán otra fecha histórica este
domingo. Independientemente de que sea necesaria o no una
segunda vuelta electoral, amplios segmentos de la
sociedad, sobre todo liderados por el movimiento
ciudadano Alianza País, reclaman profundas
transformaciones políticas, sociales y económicas, en
las que la misma sociedad no quiere ser una simple
espectadora.
La consideración fundamental de esta exigencia es la incorporación de la población en la definición de su presente y su futuro. Ni la oligarquía, ni la mediocracia y tampoco la aristocracia académica pueden organizar la vida nacional. La tarea es de todos. Su participación en la toma de las decisiones, exige por igual el logro de un nivel de bienestar que satisfaga sus necesidades básicas. En juego está la política y el bienestar, es decir su conversión en ciudadanos. Un desafío mucho más difícil y complejo, si se considera la influencia disgregadora de la globalización capitalista, así como la prolongada crisis que afecta a amplios segmentos del aparato productivo y los efectos devastadores de la política de la no política. En ese camino, es necesario fortalecer la democracia; la presencia de los movimientos sociales es indispensable, tanto como la existencia de partidos políticos sintonizados con la sociedad. Esto implica también prácticas que potencien una interculturalidad de ida y vuelta, que respete y valore al otro, al tiempo que le integre con sus valores y propuestas. La Asamblea Nacional Constituyente, en tanto espacio para construir colectivamente un proyecto de vida en común, puede ser una oportunidad para destrabar las barreras impuestas por una partidocracia al servicio de las oligarquías. No se trata de simples reformas políticas. Lo que se busca es cuestionar desde sus raíces el actual modelo de desarrollo: excluyente, marginador, inequitativo y racista, en definitiva depredador de la economía, la sociedad y la naturaleza. Con el voto del domingo se fortalecerá la lucha ciudadana por más equidad y libertad. Esta confrontación, sin embargo, no tendrá éxito si se pretende imponer sus contenidos desde arriba, con posiciones arrogantes, y menos aún con el espontaneismo de una acción sin discusión teórica y sin organización. Las experiencias están a la mano; Jesús Gómez, editor del diario iberoamericano La Insignia, refiriéndose al proceso electoral ecuatoriano, sugiere "aprovechar y entender las lecciones de otros proyectos latinoamericanos similares para no caer en los graves errores, de forma y fondo, que se han visto recientemente en gobiernos mimados por organizaciones progresistas internacionales". No se trata sólo de elegir un nuevo presidente, se trata de volver a tener patria; eso exige una acción colectiva continuada. |
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