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La insignia
12 de octubre del 2006


Blanca Varela

Noticia urgente


Jesús Gómez Gutiérrez
La Insignia. España, octubre del 2006.



Blanca Varela

La primera vez que busqué a Blanca Varela en las librerías de Madrid, recibí una amplia gama de miradas de incomprensión y cejas arqueadas. Se dirá que no es sorprendente; la concentración de la industria editorial, sus estrategias de segmentación de mercados y hasta su forma de acapar la propiedad intelectual -ni come ni deja comer- se confabulan con otros muchos factores para llenar las estanterías de estupideces y vaciarlas de lo que merece la pena. La semana pasada, por ejemplo, acompañé a una amiga guatemalteca, Marcela Gereda, en la búsqueda de cierto ejemplar de Walter Benjamin. ¿Y quién es ese? -le faltó preguntar al dependiente. Me quedé con ganas de arrancarle una oreja.

Además, con Blanca Varela hablamos de poesía. Género extraño de gente extraña y supuestamente marginal. Para eso no es necesario apelar a grandes estructuras ni hechos de nuestro tiempo; confesarse poeta cotiza tanto como confesarse armario, a no ser que talento y suerte coincidan y lleven el nombre del autor a grandes titulares a través de premios, comportamientos más o menos extravagantes y fallecimientos honrosos. Entonces, la cosa cambia. No se pierde ni un gramo de rareza, pero se gana el aprecio temporal de periodistas, políticos y vecinos que reconocen en ello algo vagamente importante, vagamente cultural, vagamente parecido a las matemáticas, que no tienen premio Nobel porque el sueco no las consideró útiles para la vida (aunque también se dice, y me parece más creíble, que fue una forma de vengarse ante el affaire de su esposa con el matemático Mittag-Leffler).

La ausencia de su obra en mi querida ciudad, corregida días más tarde, me provocó un buen enfado. Necesitaba leer más, leerlo todo, entrar a saco en el mundo de la mujer que otra gran poetisa peruana, Rocío Silva Santisteban, alabó por «su generosidad y honestidad intelectuales a prueba de fuegos, tornados y tormentas variopintas». Cuando lo conseguí, no me defraudó en absoluto. Aunque ya sabía que no podía defraudarme. Si hay alguien de punta a punta de la Península Ibérica o del continente americano que no la conozca, haría bien en dejar de perder el tiempo con tanta palabra impresa que no lleva a ninguna parte. Mucho antes de cumplir sus actuales ochenta años, ya se había ganado un espacio entre los grandes poetas de nuestro idioma, particularmente dotado para el género.

Escribo estas líneas a toda prisa y como nota de última hora. Hace unos minutos me informaron de la concesión del premio Federico García Lorca, de Granada, a Blanca Varela. ¿Qué es una noticia urgente? Un terremoto, un golpe de Estado, la muerte de un sátrapa, asuntos que en su mayoría se deberían definir, más bien, como susto rápido o desgracia en impasse de definición. Urgente es lo indiscutiblemente inmediato e importante. Y lo importante, en este caso, no es la concesión de un premio, otro más, a una autora única: es el triunfo momentáneo de la poesía. Buena excusa para hacer simple y pura propaganda de quien se ha ganado mi militancia y mi admiración. Gracias.



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