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7 de noviembre del 2006 |
La Insignia. Ecuador, noviembre del 2006.
De La migración en Ecuador. Oportunidades y amenazas
Contribución de las remesas
a la disminución de la pobreza y la desigualdad La relación entre disminución de pobreza y remesas no siempre es automática. En el cuadro 11 se puede observar que el grueso de los receptores de remesas (más del 50%), pertenecería a sectores de ingreso medio, mientras que tan sólo el 26% de los receptores se ubica en los estratos más bajos. Esto indicaría que las remesas se orientan más a financiar el consumo de sectores medios que la subsistencia de los más pobres, lo cual concuerda con la hipótesis de que quienes emigran no son los más pobres sino los sectores medios empobrecidos, que aún tienen posibilidades de reunir el dinero que la emigración requiere. Sin embargo, antes de aceptar abiertamente esta hipótesis se debe pensar en cuantas de las familias no pobres que reciben remesas dejaron de ser pobres justamente gracias a la emigración.
Bien se podría pues coincidir con el BID; "el arma más eficaz para combatir la pobreza en América Latina no proviene de los gobiernos ni de la ayuda externa, sino de las remesas de los emigrantes". Para confirmar esta aseveración basta volver la mirada hacia la relación entre remesas e inversiones sociales. El monto de remesas es ampliamente superior al gasto social, además de ser recibido en forma directa por los estratos medios y bajos (17). Una primera forma general de observar la importancia de las remesas para las familias de menores ingresos sería comparándolas justamente con el nivel de ingreso y el costo de la canasta básica. Recuérdese que al examinar el beneficio familiar de la emigración se estableció que aunque existe la posibilidad de que se contraiga el ingreso familiar global, gracias a las remesas y a la reducción del tamaño familiar el ingreso per cápita puede llegar a elevarse, resultando en un beneficio económico positivo de la emigración. Considérese como ejemplo el ingreso mínimo mensual calculado por el INEC a diciembre del 2002 para una familia promedio (221 dólares) (19). Frente a un costo de la canasta familiar básica de 353 dólares, la familia podía comprar hasta el 63% de la canasta familiar. Ahora bien, considerando que el ingreso promedio mensual por remesas se estimó (Bendixen 2003) para ese año en 117 dólares, equivalente al 33% de la canasta, entonces una familia receptora de remesas recibiría este valor adicional a sus ingresos, con lo cual elevaría su nivel de consumo casi hasta cubrir el costo de la canasta básica. Si se adecua el análisis a la economía de Quito, a finales del 2004 se tiene que el costo de la Canasta familiar básica asciende a 392 dólares, pero el ingreso mínimo mensual familiar se mantendría en 253 dólares. ¿Cómo influyen las remesas en este caso? Ya que el costo de la canasta es mayor en Quito, una familia promedio sólo puede comprar el 65% de la canasta familiar básica. Si el ingreso promedio mensual por remesas en Quito es de 215 dólares, esto equivale al 55% de la canasta. Esto significa que gracias a las remesas, en promedio, los perceptores de remesas no sólo cubren el costo de la canasta familiar, sino que lo exceden en un 20%. Intuitivamente se trata de un cálculo atractivo, sin embargo es parcialmente inexacto, pues está partiendo del ingreso promedio del país y sumando el ingreso por remesas, que no toda familia recibe. Es decir, estaría considerando tan sólo una parte de los efectos de la emigración: los de las remesas, más no los de la reducción del tamaño familiar. Habría por lo tanto una subestimación del efecto de la emigración en la pobreza. En el cuadro siguiente se puede apreciar una interesante comparación entre la distribución de la población y la de los receptores de remesas, ambos según nivel de ingreso. Como se puede observar, la gran mayoría de los receptores supera los 154 dólares de ingreso corriente, pero asimismo, más de la mitad superaría el límite de 271 dólares al 2002. Esto lleva de inmediato a algunas conclusiones relevantes. Primero corrobora la idea de que en su mayoría no son los más pobres los que emigran, sino los sectores de ingreso medio-bajo y medio en adelante. Además, combinando los resultados del modelo planteado junto con los del cuadro siguiente , se puede concluir que la emigración permitiría salir de la pobreza a aquella porción de los receptores cuyo ingreso se encuentre entre los 154 y los 271 dólares, intervalo que contiene a más del 22% de los receptores. Esto se debe a que, de acuerdo con el modelo establecido, un ingreso menor a 154 dólares no sería suficiente para salir de la pobreza, mientras que uno mayor a 271 dólares supera por sí solo el nivel de pobreza, sin necesidad de remesas.
Con las cifras mencionadas de manera rudimentaria se puede calcular que alrededor de un 22% de los receptores habría logrado salir de la pobreza. Se conoce además que las remesas estarían beneficiando a cerca del 24,2% de la población. Esto implicaría que la emigración habría permitido salir de la pobreza a más del 5% del total de ecuatorianos (22% × 24,2% = 5,3%), entre el 2001 y el 2002. Tal resultado es fundamental para comprender la importancia socioeconómica de la emigración. Pero se trata de una afirmación bastante delicada, basada en estimaciones y promedios que pueden no siempre ser exactos (recuérdese la insuficiencia de la información disponible), así que surge una duda natural: ¿Qué tan veraz y confiable es dicha cifra? En cuanto a la contribución de la emigración a la disminución de la pobreza, para predecir su tendencia, el análisis realizado al respecto debe ser relativizado. El concepto de referencia usado para medir la pobreza era el de pobreza según nivel de ingreso, en comparación con la canasta básica. Desde tal perspectiva, la contribución de las remesas viene a ser de tipo aritmético-contable: si la suma de remesas e ingreso corriente de una familia dada supera el costo de la canasta básica, entonces dicha familia estaría saliendo de la pobreza gracias a la emigración. Sin embargo, esta idea sobre la pobreza es, por así decirlo, bastante deficiente, pues existen definiciones mucho más completas y complejas, relacionadas con indicadores de desarrollo humano como la estructura de consumo, tipo de vivienda, acceso a servicios básicos, niveles de alfabetización, acceso a la educación, entre otros. En otras palabras, la reducción de la pobreza calculada en base a los ingresos sería hasta cierto punto ficticia, en la medida que indica quién sale de la línea de la pobreza, pero no dice nada sobre cómo mejoran (si lo hacen) los referidos indicadores de bienestar y necesidades insatisfechas. De todas maneras, las remesas marcan la diferencia entre la pobreza y un grado relativo de bienestar. Y por cierto, si bien superar los niveles de pobreza puede ser importante, esto no implica que estas personas consiguieron establecer una base que les permita ampliar sus capacidades para escapar definitivamente de la trampa de la pobreza. Así, las remesas vendrían a ser simplemente un complemento del ingreso familiar que permite elevar el consumo hasta cubrir la canasta básica. La referida reducción de la pobreza, entonces, no sólo sería ficticia, sino también temporal, pues cualquier impacto negativo, como una caída en el monto de las mismas remesas, podría desembocar en una nueva crisis. En definitiva, las remesas son importantes pero no suficientes para mantener un nivel de ingreso superior a la línea de la pobreza, pues su papel es complementar el ingreso familiar, no suplirlo. Ante una nueva crisis y la consecuente caída de los ingresos de las familias, las remesas se volverían insuficientes para mantener los niveles de consumo, y las mejoras en el campo de la pobreza se desvanecerían. Otro detalle significativo. La emigración atacó a la pobreza también de manera indirecta. La forma directa se dio con la reducción del número de pobres por vía de mejoras en el ingreso, gracias a las remesas. La forma indirecta, en cambio, se originó mediante el mencionado estímulo de actividades comerciales y de servicios ligados a la migración, así como al financiamiento -también por medio de remesas- de negocios y microempresas de los familiares de los emigrantes. De todas formas es lamentable que, debido al esquema económico imperante, no se haya podido aprovechar de forma adecuada el multiplicador productivo de las remesas. El manejo económico "ortodoxo, conservador y prudente", sustentado en una ideología liberalizadora y aperturista, no fue el mejor escenario para que las remesas, vía consumo, alienten la producción nacional. Por el contrario, las remesas fueron un sostén de las importaciones, sobre todo de bienes de consumo. Lo que a su vez no redundó en la generación de más y mejores empleos. Además, en el cuadro siguiente se puede ver que más del 60% de la población activa está sujeta a una remuneración inestable (subempleo + desempleo), cifra que no desentona por completo con un 70% de la población en situación de pobreza, como se estableció en el censo del 2001. Justamente, de acuerdo con un estudio para el BID realizado (Bendixen 2003), una de las principales razones por las cuales la gente emigra del Ecuador es para poder mandar dinero a sus familias (según expresa el 83% de los encuestados).
A continuación se puede apreciar la evolución de la pobreza y la indigencia en las 3 principales ciudades del país. De acuerdo con el cuadro, la pobreza habría alcanzado a más del 70% de la población a mediados del 2000, para caer luego a un 50% luego del 2002. En tales resultados, como se demostró, la emigración habría jugado un papel fundamental. Pero téngase en mente que se trata de los tres centros urbanos con mayor dinamismo económico del país, en donde se concentran el grueso de la emigración y las remesas. Es evidente que la progresión de la pobreza en el resto del país y sobre todo en el área rural, no es tan alentadora.
Resulta interesante analizar el caso de Cuenca de forma aislada ya que es la ciudad con mayor historia migratoria y cuya economía ha recibido un gran impulso gracias a las remesas. Las mejoras sociales superan a las del promedio de las 3 ciudades antes presentado, la pobreza y la indigencia son menores (el repunte experimentado en años recientes se explica tanto por razones propias de la economía regional, como por las tendencias recesivas que afectan a amplios segmentos productivos). La caída de la pobreza a niveles inferiores a la precrisis reafirma la hipótesis de la importancia de la emigración en la reducción de la pobreza. Y si en Cuenca la pobreza y la indigencia bajaron a niveles inferiores a los registrados antes de la crisis, en Quito la situación apenas se habría estabilizado en los niveles previos a la gran contracción económica, mientras que en Guayaquil estos niveles se mantienen elevados.
Notas
(17) Considérese que la porción del gasto social que efectivamente llega a los sectores de bajos ingresos es mucho menor que el monto nominal del gasto social. Esto debido a la ineficacia de muchos de los programas sociales, así como a la corrupción gubernamental, que año a año merma los recursos del Estado. |
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