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21 de marzo del 2006 |
Cambio económico: un movimiento de pinzas
Pedro Francke
El debate electoral ha encontrado un inusitado consenso: nadie está de acuerdo en confiar en el "chorreo", y todos los candidatos señalan que la minería genera muy pocos empleos y plantean la necesidad de un cambio en la orientación económica. Mala noticia para los neoliberales del IPE: en el debate público, ya fueron.
La cuestión ahora es cómo lograr este cambio de modelo económico hacia uno en el que la mayoría de la población -y en especial los más pobres- se vea beneficiada. El asunto no es fácil, ya que este modelo tiene mucha fuerza económica. En esencia, el cambio de modelo requiere lo que se llama un movimiento de pinzas, es decir, desplegar dos movimientos en simultáneo que rodeen al enemigo. Un movimiento es la redistribución de las grandes ganancias, en particular las que producen nuestra minería, petróleo y gas, sobre todo ahora que los precios de estos productos están altísimos. También los bancos y AFP están obteniendo rentabilidades excepcionales. Establecer condiciones justas por la explotación de nuestros recursos naturales y cobrar impuestos a quienes más ganan es fundamental para obtener los recursos que se requieren para que la educación, salud y protección social sean de calidad y lleguen a todos los peruanos. Este es un movimiento de redistribución, haciendo que el Estado cumpla con asegurar los derechos sociales a partir de un aprovechamiento colectivo de la riqueza nacional. Reinstaurar derechos laborales básicos es otra política en este mismo sentido. El otro movimiento es el impulso a los sectores intensivos en empleo, como la agricultura, la industria, el turismo y las pequeñas empresas. Acá hay que poner énfasis en políticas que amplíen mercados, faciliten crédito, organicen cadenas productivas, provean información comercial y promuevan la adopción de nuevas tecnologías. Este es un movimiento de cambio de orientación sectorial, girando el crecimiento hacia uno generador de empleo y descentralizado. Estos dos movimientos tienen dos conexiones indispensables y por eso la necesidad de que marchen juntos. Por un lado, los programas de crédito, información comercial y asistencia técnica para el agro y las pymes requieren financiamiento público, el que solo puede provenir de ese aumento en la recaudación tributaria. La otra conexión es la sectorial: solo cobrando impuestos a la minería y a los grandes capitales por un lado, y promoviendo al agro y los pequeños empresarios por el otro, es que el giro del timón tendrá la fuerza necesaria para modificar el rumbo del crecimiento hacia uno inclusivo y amplio. El TLC acogota ambos movimientos. Por el lado del cobro de impuestos a la minería y grandes capitales, el TLC impide que el Estado peruano revise contratos lesivos al interés nacional, como en el caso de Camisea. Por otro lado, el TLC le quitará al agro el mercado donde coloca sus productos, ya que las importaciones de productos subsidiados de los EEUU le harán competencia desleal (y el 97% de las tierras se destinan al mercado interno y solo 3% a la exportación). Buscar un crecimiento inclusivo y generador de empleo sin renegociar condiciones de distribución con la minería y los grandes monopolios, y firmando el TLC, es imposible. Es bueno saberlo a la hora de decidir el voto. |
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