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2 de julio del 2006 |
Rafael Poch de Feliu
Mientras en Occidente se presenta a China como la "próxima potencia tecnológica", el 80% de su exportación de alta tecnología es obra de multinacionales afincadas allí, que se llevan el grueso del beneficio y aportan el 90% del valor añadido. Los dirigentes chinos están más preocupados por la dependencia y moderan sus entusiasmos hacia la panacea de la "inversión extranjera.
Una delegación española encabezada por el secretario de Estado para Telecomunicaciones, Francisco Ros, con participación de ejecutivos de Telefónica, acaba de visitar la sede de la empresa china "Huawei" de Shenzhen, la joya de la corona de las telecomunicaciones chinas. La delegación ha vuelto deslumbrada. "Huawei" es un modelo y ejemplo de los esfuerzos chinos por conquistar posiciones en la gama alta del comercio internacional. Sus ventas en el extranjero representan el 58% de sus pedidos, que superaron los 8.000 millones de dólares el año pasado. Para este año se esperan más de 10.000 millones. Sus instalaciones y centros de investigación son de primera categoría. Su gestión y marketing son de estilo completamente americano. De sus 34.000 empleados, casi la mitad se dedica a investigación y desarrollo. El 90% del personal en la sede de Shenzhen, en el sur de China, son ingenieros, y solo un 6% trabajadores de cuello azul. Su reinversión en I+D no es inferior al 10% de sus beneficios. Algunos productores chinos han logrado dominar su mercado fuera de China, utilizando la ventaja de sus bajos costes y el crecimiento de su mercado nacional para tomar posiciones exteriores, pero se trata de mercados relativamente pequeños, como el de los pianos (Pearl River), contenedores para el transporte marítimo (CIMC), o aparatos de microondas (Galanz), que no están dominados por una multinacional o una marca dominante, y en los que la innovación no desempeña ningún papel. En tecnología el panorama es diferente. "Huawei" es un vendedor a precios bajos que tiene líneas de producto completas. Antes sólo estaba presente en África, India y Asia sudoriental. Ahora empieza a meterse en Europa, pero conquistar el mercado "central" es muy difícil. A largo plazo, los observadores especulan con alguna fusión de Huawei con empresas extranjeras mayores, pues se considera que sólo los muy grandes podrán prosperar en el mundo de las telecomunicaciones. "Están en un proceso intermedio entre la copia de productos a extranjeros y la aportación de tecnología propia, pero, ¿tendrán capacidad para ese salto?", se pregunta un observador español. El mercado de la tecnología de punta exige otro tipo de cualidades mucho más complicadas que las requeridas para hacer y vender pianos o contenedores. Es necesaria una estrecha interacción entre servicios, proveedores y clientes, y una capacidad de innovación de la gente que sale de las universidades. Para dar el salto es necesario mucho más que la voluntad del gobierno y la consiguiente dotación presupuestaria para investigación y ciencia. Es necesario mejorar el sistema educativo, poner a las universidades en contacto con empresas y mucho más. El esfuerzo chino por potenciar la innovación y la alta tecnología es considerable y meritorio, pero debe ser observado también desde su enorme contrapunto; el creciente dominio del mercado chino por parte de las multinacionales extranjeras. A diferencia de Japón, que logró su despegue comercial a partir de grandes empresas nacionales como "Sony", "Panasonic", "Toyota" y "Cannon", el despegue comercial de China está vinculado a empresas multinacionales extranjeras. Las estadísticas muestran que ese entrismo es extraordinario. "Microsoft" ocupa el 95% del mercado chino de sistemas operativos, "Kodak" por lo menos el 50% del de rollos fotográficos ("Fuji" tiene otro 30%, con la compañía china "Lekai" con solo un 15%), "Motorola" y "Nokia" responden del 70% del de teléfonos móviles, y "Cisco" tiene el 60% del mercado chino de equipos de Internet. Según cifras del departamento de Industria y Comercio chino, las multinacionales ocupan también una tercera parte de la producción en sectores industriales como el químico, farmacéutico, la maquinaria y la electrónica. La participación extranjera en las exportaciones de China (un 57%, según los informes más fiables) no ha hecho más que aumentar en los últimos 15 años. El éxito exportador en textil, calzado y electrónica de consumo está dominado por extranjeros y empresas de Hong Kong, pero es en las exportaciones de "alta tecnología" donde el protagonismo de las multinacionales es mayor: por encima del 80% de la exportación china en esa categoría es obra de empresas extranjeras. Si la estadística exportadora tomara como baremo el valor añadido, se comprobaría, además, que los productos chinos tienen muy poco valor, porque su dependencia de componentes importados es enorme: en "alta tecnología", un criterio que frecuentemente incluye bagatelas como lectores de DVD, el valor añadido que aportan los chinos se estima en un 10%. "En el 2004 el volumen chino de exportación de ordenadores personales fue de 60.000 millones de dólares, la segunda exportación china tras la ropa. Parece un enorme beneficio, pero no lo es, porque los componentes clave (pantallas, chips y software) benefician a "Microsoft", "Intel", "AMD", "Dell" y "HP", y no a China, que sólo gana, en componentes simples y ensamblaje, menos de un 5% del beneficio en todo el proceso de producción", explica la prestigiosa revista mensual de Pekín, "Dushu". "A pesar de que China exporta la mayoría de los ordenadores portátiles del mundo, un mercado de 75.000 millones de dólares, más del 90% del valor total del portátil ha sido importado a China por multinacionales", explicaba en mayo "The Wall Street Journal". La supuesta autopista de dos direcciones de la globalización, de la que China ha obtenido algunas ventajas, puede ser vista como una vía a la dependencia, un escenario desgraciadamente muy conocido en los "despegues" del mundo en desarrollo. "A lo que nos enfrentamos es a un sistema global, político y económico, inventado y dirigido por los países desarrollados", explica el profesor Zhang Miao, del Centro de Investigación de Ingeniería de la Universidad Qinhua de Pekín. "Aunque formamos parte de ese sistema, no somos beneficiarios de él, como Europa o Estados Unidos, sino que sufriremos pérdidas inevitablemente", dice Zhang. Cuando se plantean preguntas en esta línea a los funcionarios chinos, uno siente que pisa terreno sensible. La razón es que en la cultivación del mito de la superpotencia tecnológica china, no sólo intervienen intereses de multinacionales y gobiernos occidentales interesados en la exageración, sino también intereses chinos, sea de grupos sociales privilegiados por un estatuto de creciente dependencia, sea por razones de mera exaltación patriótica. Pasa algo parecido a lo que ocurría en los ochenta con las armas y capacidades militares de la URSS: todos los expertos sabían que eran muy inferiores a sus homólogas occidentales, pero, por diferentes motivos, tanto los halcones de Washington como los de Moscú estaban unidos en distorsionar la realidad poniendo el acento en su superioridad. Preguntado, el miercoles, sobre qué hay que hacer para cambiar el actual paradigma chino en materia de alta tecnología, con ese 80% de la exportación en manos de extranjeros y una participación china tan pequeña en valor añadido, el viceministro chino de la Industria de Información, Jiang Yaoping, eludió por completo el asunto. "China", dijo, "está muy contenta e interesada en que vengan los extranjeros y de salir al mundo con sus empresas". Música celestial. Pero la procesión va por dentro. Algunos observadores constatan "indicios de que el papel y la utilidad de la inversión extranjera están siendo cuestionados". Así lo afirma Jan Borgonjon, presidente de "InterChina Consulting", una consultora establecida en China con fuertes vínculos con la empresa española. Borgonjon apunta que, en los últimos veinte años, el discurso oficial chino afirmaba simplemente que la inversión extranjera contribuía a la modernización del país y a la transferencia de tecnología, en general. Hoy, eso está siendo matizado. "Los líderes chinos no quieren que las industrias básicas sean controladas por inversores extranjeros, lo que ven como una amenaza a la soberanía y la seguridad de China", dice. De ahí, los nuevos acentos "nacionalistas" que se observan en el decimoprimero plan quinquenal (2006-2010), "con la atención enfocada en el desarrollo de las empresas chinas mas fuertes, en la "tecnología independiente" (no transferida) y en las marcas "independientes". La actual reacción tiene claros límites. No va a haber "un giro de 180 grados", avisa Borgonjon, pero "es bastante posible que el mercado no permanezca tan abierto como antes, y que las compañías extranjeras tengan que ser más activas y creativas si quieren recibir la "calida bienvenida" que tan fácilmente recibían en el pasado". (*) Publicado originalmente en La Vanguardia, de España. |
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