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7 de julio del 2006 |
Tiempos modernos
Enildo Iglesias
Sabido es que en los laboratorios se experimenta con ratas y cobayas, pasando luego, si los resultados son alentadores, a efectuarlo con monos. En el caso que nos ocupa, se consideró apropiado recurrir a un nivel superior en la escala zoológica: 140 niños pobres del Perú.
Recientemente, la Asociación Médica Peruana (AMP) denunció que ese número de bebés (entre cinco meses y tres años) internados en dos hospitales públicos de las ciudades de Lima y Trujillo debido a la deshidratación provocada por diarreas agudas, fueron tratados con drogas provenientes de arroz transgénico manipulado con genes humanos. Los niños fueron repartidos en tres grupos, al primero se lo trató con un suero de rehidratación oral (SRO) de glucosa, al segundo con SRO a base de arroz convencional y al tercero con el mismo suero a base de arroz, al que se le adicionó lactoferrina y lisozima recombinantes. La investigación pretendía demostrar que estas dos proteínas inmunológicas del ser humano implantadas al arroz y posteriormente extraídas, al ser mezcladas con sales hidratantes, frenaban la diarrea. El experimento podría tener su lado comprensible, dado que cada año mueren en el mundo dos millones de niños como consecuencia de las diarreas. Pero no es ese el mercado que interesa a la compañía fabricante del transgénico -la mayoría de los padres de los niños que mueren a causa de la diarrea son demasiado pobres para generar un mercado lucrativo- sino el segmento de las bebidas deportivas (energéticas) y el de los suplementos alimentarios, que podrán comercializarse a mayor precio al ser consumidos por sectores con mayor poder adquisitivo. El experimento se dio a conocer el pasado mes de mayo en Estados Unidos, pero la población peruana, pese a que el ensayo fue autorizado por el Ministerio de Salud Pública, se enteró posteriormente a través de las denuncias de la AMP y algunas ONG. El experimento fue patrocinado por Ventria Biosciences, una empresa estadounidense especializada en producir "farmacultivos" -cultivos manipulados genéticamente para obtener sustancias de uso farmacéutico- aunque ahora, para evitarse problemas, cambió aquella denominación por "alimentos médicos". Al introducir genes humanos en las plantas, Ventria rompe con un acuerdo no escrito entre las compañías de biotecnología, la propia Monsanto suscribió un compromiso extendiendo la prohibición a todos los genes de origen animal. Ventria es una pequeña empresa. Cuenta apenas con 16 empleados y un campo de arroz experimental de poco más de 135 hectáreas. Este pequeño porte le confiere una movilidad que le resulta útil a la hora de huir de la ley y de sus responsabilidades. No solamente las asociaciones de consumidores y ecologistas se oponen a los experimentos de Ventria, algunos sectores insospechados se convirtieron en un dolor de cabeza para la empresa. Entre ellos se encuentran la Asociación Estadounidense de Productores de Arroz; Grocery Manufacturers of America -una de las mayores tiendas al por menor de Estados Unidos- y Anheuser-Busch -fabricante de la cerveza Budweiser y mayor comprador de arroz del país-. Todo comenzó cuando Ventria anunció su intención de plantar una pequeña extensión de arroz transgénico en el estado de Missouri -tradicional productor de arroz- ante lo cual Anheuser-Busch anunció que dejaría de adquirir arroz producido en ese estado. Frente a esa oposición Ventria se trasladó al estado de Carolina del Norte. Los peligros de los "farmacultivos" son numerosos y están documentados, más aun si las plantas transgénicas contienen genes humanos. Uno de los peligros es que estos productos ingresen inadvertidamente -con todas las consecuencias negativas imaginables- en el sistema alimentario, llegando a personas a las cuales las drogas no estaban destinadas. La mejor prueba de que el peligro de los "farmacultivos" es real nos la brinda un empresario de Indiana llamado Doug Ausenbaugh, fundador de la empresa Controlled Pharming Ventures. Junto a un grupo de investigadores de la Universidad de Purdue, Doug está estudiando la posibilidad de cultivar este tipo de plantas bajo tierra, en una cantera abandonada de piedra caliza en el estado de Indiana. Ventria, que no puede experimentar con niños en su país de origen, pero sí lo pudo hacer con niños peruanos, logró huir con su arroz transgénico hacia el sur, en este caso Chile. La Fundación Sociedades Sustentables acaba de denunciar el aumento de cultivos farmacéuticos prohibidos en otros países. Entre otros casos hace referencia a Ventria, quien sembró en predios de la VI región durante el año pasado dos hectáreas de arroz transgénico manipulado con genes humanos. Según la Fundación, este tipo de cultivos se triplicó en el transcurso de un año, pasando de siete eventos registrados en 2004 a veintiuno en 2005. Es bueno que recordemos -en especial los chilenos- que la actual presidenta de Chile, Michelle Bachelet, asumió por escrito durante su campaña electoral un compromiso con los grupos ecologistas de "No abrir el país a los cultivos transgénicos comerciales y establecer el requisito de Estudios de Impacto Ambiental para la actual reproducción de semillas transgénicas". |
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