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6 de enero del 2006 |
Xulio Ríos (*)
Es bien sabido que el culto a los antepasados es una de las señas de identidad de la China que existía incluso antes de Confucio, aunque no para la gente corriente sino como una de las expresiones más refinadas de la vida cortesana. Confucio socializó esta práctica con el propósito de convertirla en instrumento privilegiado de la cohesión familiar y del clan, a través de la generalización de diversos rituales (quemar incienso o papel moneda, el koutou, etc.).
Ni la revolución china consiguió erradicar estas manifestaciones. La burocracia y la familia siguen predominando intensamente en la China de hoy, tal como ha venido sucediendo por lo menos desde el siglo III a.n.e. y la combinación de ambos elementos (la "familia del Partido"), en una sociedad que conserva también considerables niveles de opacidad, constituye un crisol privilegiado de las crisis y tendencias que animan los altibajos de la política china, transcendiendo su valor privado intrínseco para instalarse como referentes de la evolución de la propia vida pública. Veamos algún ejemplo. En febrero pasado, la presencia de personalidades continentales en las exequias de Koo Chen-fu, hombre de negocios taiwanés que presidió, en 1993, la reanudación del diálogo semi-oficial entre las dos riberas del estrecho de Taiwán, presagiaba un cambio de política de las autoridades de Pekín en este contencioso. Cuando las autoridades quieren ser escuetas, saben hacerlo con mucha competencia, como se ha demostrado con la nota oficial del reciente fallecimiento de Yao Wenyuan, el último miembro vivo de la Banda de los Cuatro. En el caso de Koo, China pudo contentarse con emitir un comunicado oficial expresando sus condolencias a la familia del difunto, pero hizo algo más, dio un paso adelante cuando las relaciones con el gobierno de Taipei permanecían bajo mínimos. Y aunque a las pocas semanas, en una clara línea de continuidad con la beligerancia conocida, se aprobaba la ley anti-secesión por el Parlamento chino, el diálogo directo entre el PCCh y los partidos de la oposición a Chen Shui-bian, inauguraban un nuevo tiempo, dejando atrás una guerra civil y décadas de enfrentamiento. Otro ejemplo. En noviembre pasado, y con motivo de conmemorarse el 90 aniversario de su nacimiento, Hu Yaobang, secretario general del PCCh hasta 1987, catalogado como un liberal y apartado por Deng de las labores dirigentes, recibió un inusual homenaje partidario, con la significativa presencia de Wen Jiabao, primer ministro, y Zeng Qinghong, número tres del régimen, poco proclive a las debilidades liberales, pero sin rechazar, a pesar de ello, dar lectura a la semblanza del difunto. Esta, como la anterior iniciativa, tampoco es producto de la casualidad y reviste un significado político. No olvidemos que la muerte de Hu Yaobang en abril de 1989 fue el detonante de los sucesos de Tiananmen, que en muchos recordó idéntico nivel de duelo popular al expresado con motivo de la muerte de Zhu Enlai en 1976 y que dio lugar al cese de Deng Xiaoping como secretario general del PCCh. La expresión de unidad de las dos grandes tendencias que habitan en la dirigencia china, la más conservadora de Zeng, y la más liberal de Wen, cabría interpretarla como un gesto que aspira a hacer llegar a la sociedad una percepción de sintonía con sus problemas, como practicaba el propio Hu, en un momento en que los desafíos sociales amenazan con alejar al PCCh de una colectividad que da muestras crecientes de anhelar una mayor autonomía para buscar sus propias soluciones. El tercer y último ejemplo nos conduce a un par de semanas atrás, a las exequias de Wang Daohan, el homólogo de Koo en el continente. Wang, en otro tiempo alcalde de Shanghai, fue el principal mentor de Jiang Zemin, antecesor de Hu Jintao, quien, al igual que Wen Jiabao, no asistió a la ceremonia. La ausencia de Hu y la presencia de Jiang Zemin, cuyas apariciones públicas son muy escasas, ha sido interpretada como un nuevo gesto del actual equipo dirigente de afirmar su propia base de poder, lo que equivale a reducir el peso del clan de Shanghai, cuyo principal referente en el Comité Permanente del Buró Político es Zen Qinghong, acompañado en la ceremonia pore dos miembros más del citado clan, Chen Lianyu, secretario del Partido en dicha ciudad, y Xu Kuangdi, ex alcalde. Las ausencias en esta ceremonia han desatado los rumores acerca de una próxima sustitución de Chen Lianyu, que podría ser reemplazado por un afín de Hu Jintao, a pesar de que las encuestas señalan que Shanghai es la ciudad de toda China donde la gente es más feliz (85 por ciento). Así pues, en esta China del vertiginoso crecimiento, de la muerte y del más allá al arte y la manera de gobernar en el más acá, la distancia parece radicar en la observación atenta, en el estudio, el conocimiento y no poca imaginación. (*) Xulio Ríos es director del IGADI (www.igadi.org) y autor de "Taiwán, el problema de China" (La Catarata, 2005) |
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