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5 de enero del 2006 |
Jürgen Schuldt
En el transcurso del último cuarto de siglo la economía mundial han mutado drásticamente, como consecuencia de las peculiaridades de la nueva revolución tecnológica (microelectrónica, biotecnología, nuevos materiales y demás), por la terca e ingenua aplicación del simplista Consenso de Washington (decálogo de políticas de apertura y liberalización de las economías) y por el ingreso agresivo al comercio internacional -culminada la Guerra Fría- de los países-continente (China, India, Rusia). A ese proceso se le ha venido denominando equívocamente globalización, cuyas repercusiones son bastante mayores a uno de similar importancia acaecido entre 1870 y 1914.
A raíz de esas transformaciones, durante estas últimas décadas se han modificado notoriamente, tanto la división del trabajo entre y dentro de los países y de las empresas, como la estructura y dinámica del comercio y las finanzas internacionales. Aquí nos concentraremos únicamente en ciertos aspectos medulares de este nuevo entorno externo y en algunas de las consecuencias que viene acarreando esa metamorfosis para economías periféricas como la nuestra. La curva de la sonrisa De una parte, gracias a los factores enumerados, las empresas transnacionales (ETN) han venido reasignando sus inversiones y ciertas etapas de sus procesos de producción de bajo valor agregado y de rendimientos decrecientes a los países subdesarrollados, a fin de reducir sus costos. Esto ha sido posible gracias a la posibilidad de modularizar o particionar las cadenas de producción, dividiendo en diversas fases su esquema de generación de cada mercancía industrial. Lo que les permite des y re localizar la producción en función a sus particulares intereses geopolíticos y conveniencias pecuniarias, como se puede observar en el gráfico 1. En éste observamos -si bien burda e idealizadamente- el complejo productivo de un determinado bien industrial (que también podría adaptarse para estudiar el caso de algún recurso natural) en sus diversos componentes: el desarrollo del prototipo o modelo; la producción de los moldes y las partes más intensivas en conocimiento; las unidades modulares homogéneas y mecánicas de la producción; el ensamblaje trabajo-intensivo de las partes, que puede adoptar la forma de maquila; la distribución y las ventas propiamente dichas; y los servicios post-venta. La marca del bien, obviamente, proviene de las ETN, cuya publicidad -deslocalizada también- abarca al mundo como un todo. Resulta que, de acuerdo a los datos, los extremos de esa cadena generan un valor agregado superior (mayores ganancias y remuneraciones) y rendimientos crecientes a escala. Y son precisamente esos segmentos los que guardan propiamente para sí -se especializan en ellas- las empresas del norte. Mientras, en las partes centrales de la cadena, se encuentran las actividades que ofrecen menores valores agregados (con rendimientos decrecientes y menores tasas de ganancia) y que son los procesos que las ETN transfieren a los países del hemisferio sur para que se 'especialicen' en ellos, siempre según los principios de las clásicas 'ventajas comparativas' (estáticas) y determinadas variables político-institucionales. Algo similar sucede en los sectores de servicios, tales como las finanzas, la logística, las telecomunicaciones y el turismo, en que las ETN concentran sobre sí la producción de las lucrativas componentes de los extremos -tanto de las que se encuentran 'río arriba', como de las ubicadas 'río abajo'- del proceso, dejándonos a nosotros los depreciados espacios de la hondonada o 'fondo de pozo' de la curva en U.
Por lo demás, si se procesa un avance tecnológico específico, en que un módulo puede producirse con rendimientos crecientes y elevado valor agregado (altamente intensivo en conocimiento o basado en una innovación reciente), su producción inmediatamente se transferirá de la periferia a los centros. Es el caso, por ejemplo, de cierta marca de pijamas cuyas etiquetas originalmente decían: 'tela norteamericana, corte y confección de República Dominicana (RD)'; y que, cuando se desarrolló el rayo láser, cambiaron la inscripción, después de transferir el módulo pertinente a la metrópoli: 'tela y corte en EEUU y confección en RD'. Evidentemente, ciertos productos manufacturados -por sus peculiaridades y por decisión centralizada de las ETN- se fabrican íntegramente en el norte y otros en el sur. Baste el ejemplo de las pelotas -tomado de Erik Reinert, como el ejemplo anterior- para ilustrar el hecho de que las mercancías que tienen alto contenido tecnológico y rendimientos crecientes se las reservan los fabricantes del norte, mientras que las que son intensivas en trabajo y bajo valor de retorno quedan para los del sur: en tal sentido, las de golf se producen en EEUU, por su alto grado de mecanización; y, del otro, las de béisbol se fabricaban en Haití y las de fútbol (encima, hasta hace poco, por niños) en Pakistán, en que ambas han dejado de hacerlo por decisión de los 'planificadores globales' por razones políticas, de 'responsabilidad social' u otras más pecuniarias. Naturalmente el día en que una innovación tecnológica deje de hacer necesario el cosido a mano de los paños para configurar esos balones, la producción de esa mercancía se reconcentrará -robots de por medio, quizás- en los países metropolitanos. Industrialización bastarda y competencia autodestructiva La descripción anterior, a pesar de su superficialidad, nos lleva a pensar que muchos países se están industrializando solo en apariencia, en la medida en que su dinámica no es autocentrada, sino exo y teledirigida por las ETN, que son las que les asignan los módulos específicos que generan el menor valor agregado de toda la red global. De manera que lo que en algunas economías periféricas da la apariencia que se está desarrollando un sector industrial moderno o ramas manufactureras específicas para la exportación, no es sino una industrialización espuria y manca, compuesta por segmentos enlazados a procesos internacionales de valor que en cualquier momento se pueden desactivar desde el Norte, sea por razones económicas o financieras, sea por sucesos puramente políticos. Para lo que basta que la empresa 'planificadora' de la metrópoli decida cambiar el destino de sus inversiones y sus 'módulos' por alguno de aquellos motivos. Con lo que esa rama económica y hasta la economía toda quedaría disminuida o incluso desplazada del circuito internacional de división del trabajo, ya que no posee el potencial financiero, científico y tecnológico necesario para mantener en pie el sector o la rama mencionadas. De otra parte, diferenciando gruesamente entre diversos tipos de mercancías que se transan a escala mundial, observamos -según el gráfico 2- que los que más han crecido o que tienen una mayor participación en el comercio internacional son los de las manufacturas altamente intensivas en tecnología, siguiéndoles de cerca las de tecnología intermedia y, bastante más atrás, las de bajo contenido tecnológico. Completando la pentatipología, se observa la precaria evolución y participación de las exportaciones menos dinámicas, tanto las manufacturas intensivas en recursos naturales, como las que son propiamente materias primas, que son precisamente 'nuestra especialidad' y en las que basamos todas nuestras ilusiones para insertarnos al caprichoso mercado mundial, sin tener conciencia plena de la subordinación y precariedad que ello significa. Lo que quiere decir que estamos concentrando nuestros esfuerzos en la exportación precisamente de estas commodities (de recursos naturales y manufacturas sencillas), que muestran una expansión más pausada que todas las demás categorías y que son las que menores porcentajes del comercio internacional representan.
Con lo que se prolongará el inmemorial proceso de 'desarrollo del subdesarrollo' -por usar un viejo aunque cada día más fresco dictum de André Gunder Frank- a lo largo del presente siglo, en la medida en que nos estamos concentrando justamente en la producción y la exportación de los bienes y servicios más intensivos en trabajo, de menores márgenes de ganancia y reducido valor agregado, de rendimientos decrecientes a escala, de términos de intercambio declinantes, de bajo valor de retorno, de escasas externalidades positivas, etc. ¿Cuándo aprenderemos que lo importante no es cuánto exportamos sino qué exportamos (Hausmann y Rodrik)? Y, lo que es más grave, la 'sonrisa' del primer diagrama se irá curvando cada vez más, reflejando el beneplácito de la ETN, precisamente como consecuencia de lo señalado: porque más y más economías se están especializando en manufacturas sencillas y en simples procesos de ensamblaje (maquilas, zonas de procesamiento de exportaciones y similares), al igual que aquellas que se vienen concentrando crecientemente en la exportación de materias primas y productos 'no tradicionales'; ilusionados como están por la excelente coyuntura actual -desafortunadamente temporal- de los precios internacionales. Pero, precisamente por esto, la oferta se viene incrementando aceleradamente, lo que paulatina pero sostenidamente está dando lugar a una peligrosa sobreproducción mundial. Aparte de la nociva división norte-sur del trabajo, esa creciente competencia horizontal 'de fondo de pozo' sur-sur ('trampa de la pobreza' en jerga más técnica) necesariamente llevará, entre otras medidas para aumentar la 'competitividad' espuria y bastarda, a devaluaciones competitivas, a reducciones de los salarios reales, a recortar los estándares laborales (la famosa 'necesidad' de flexibilización de los mercados de trabajo), a menores exigencias medioambientales en nuestros países. En la desesperada 'necesidad' por mantenernos en pie en esa aguerrida competencia sin destino y por 'caerle bien' a las ETN, estas nos vienen empujando al pozo, que pronto se convertirá en pantano. Si no despertamos a tiempo, la burlona sonrisa de las ETN (del gráfico 1) acaso habrá de convertirse en una sádica carcajada. |
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