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La insignia
17 de enero del 2006


Trabajadores del sexo

Exigimos derechos laborales


Texto: Carolina Hernández (*)
Presentación: La Insignia. España, enero del 2006.


La ofensiva contra los derechos de los trabajadores del sexo, tradicionalmente dirigida en España desde la extrema derecha y las organizaciones afines a la Iglesia católica, tiene nuevos y tal vez inesperados referentes. En el año 2005, el Partido Comunista de España (PCE) se sumaba a las fuerzas prohibicionistas, ocultas ahora -en consonancia con la moda de la mayoría moral estadounidense- bajo el eufemismo de abolición. Esta misma semana, la Unión General de Trabajadores (UGT) hacía lo propio y abría un sorprendente capítulo en la crisis de la izquierda, el dedicado al sindicalismo que criminaliza a los trabajadores y se niega a representarlos.

La Insignia ofrece hoy a sus lectores un necesario contrapunto al despropósito anterior: tres de las intervenciones que se pudieron oir en mayo del 2005 durante las jornadas «Derechos de ciudadanía para las trabajadoras y los trabajadores del sexo», organizadas en Madrid por el sindicato Comisiones Obreras.


Buenos días. La verdad es que de antemano quiero agradecer a Comisiones Obreras por habernos brindado la oportunidad de estar aquí. Me adhiero a lo que mi compañera dijo.

HETAIRA está muy agradecida porque la voz de las mujeres se empiece a escuchar, de las mujeres prostitutas que trabajamos en la calle. La verdad es que es muy importante. El tema de la prostitución, aparte de ser un problema, necesita ser escuchado, estudiado, que se sienten a tomar soluciones, porque bastantes problemas tienen y se enterarán a lo largo de lo que voy a contar. Contaré parte de mi vida al llegar a HETAIRA, parte de la inmigración, parte de la problemática que llevamos día a día, con la policía, convivencias..., ciertos puntos del Ayuntamiento de Madrid y cosas que vivo el día al día. Y algo que quiero que quede claro: es que esto lo hago por voluntad propia, que soy prostituta porque yo quiero, porque me da el sustento diario para poder mantenerme a mí misma, y porque yo he escogido trabajar como trabajadora del sexo.

La verdad es que a partir del tiempo que llegué a HETAIRA hasta la fecha actual, nos ha llenado a mis compañeras y a mí de mucha gratificación el luchar por los derechos conjuntamente de las prostitutas que se encuentran desprotegidas.

Descubrir esa inquietud, el saber qué vida lleva la mujer en la calle y los conflictos a diario que tenemos. Cuando llegué a HETAIRA tenía dudas, ya había sido engañada y burlada por una asociación. Pero me llamó mucho la atención el que las personas que intentaban ayudarme se interesaban por mí también en lo personal.

Después de haber hablado dos o tres veces con ellas, me invitaron a una fiesta. Y entonces fue cuando yo decidí que tenía que ser Carolina HETAIRA.

Cuando ya era parte de una de ellas, empecé a llevar a mis compañeras que se encontraban en la misma situación que yo, y que supieran que había personas que luchaban por los derechos de las prostitutas, pero no es fácil, es duro descubrir una a una, aun siendo tú parte de ellas. Es difícil. Al intentar preguntarte por lugares de ayuda, médicos, abogados, es más una ayuda personal, ¿cómo le cuentas, a alguien que no conoces, un tema privado?

Pero poco a poco me fui ganando la confianza de ellas; de esta forma se organizó el primer grupo en Montera y de ahí han salido la primera y la segunda manifestación realizada por nosotras mis compañeras.

El luchar por los derechos de las trabajadoras sexuales es una labor larga y dura. Desde HETAIRA ya no es sólo la idea de una asociación, sino es el hacer transmitir que tantos derechos tiene la señora de casa, la que esté en una oficina, la deportista, como la mujer que está en la calle ejerciendo una labor como cualquier otra. El saber que cada día tus derechos son burlados, el intentar terminar con algo que no es ilegal, porque tampoco está prohibido que estés ocupando parte de la vía pública. En la calle Montera el comercio cada día se ha ido aglutinando y culpando a nuestras compañeras de los problemas que tienen, sus déficit económicos, y sin tener en cuenta que el negocio del restaurante (?) no es el mismo que vender placer.

La política de este país se va convirtiendo en un acto de arbitrariedad hacia la democracia y los derechos de todos nosotros. Si nos damos cuenta, los conflictos referentes a la prostitución no han cambiado en nada; por el contrario, se han ido trasladando de un lugar a otro, sin que hasta el día de hoy se haya conseguido paliar sus problemas.

Las constantes redadas que realizan en la Casa de Campo no dejan trabajar a mis compañeras. Este acto de intentar terminar con la prostitución ha ido degradando e intentando terminar con la poca dignidad que nos queda. A la policía no le importa que tengas un resguardo; por el simple hecho de estar en la calle, de ser extranjera, seas del país que seas, aun siendo española, igual te llevan detenida.

Yo he decidido cambiar de lugar y me he trasladado a unos 15 kilómetros de mi zona habitual, a Villaverde, por no molestar, supuestamente, a los ciudadanos. Sin embargo, el conflicto no ha terminado, el acoso ha sido más insistente: manifestaciones de los vecinos, denuncias policiales, redadas, operativos como si se tratara de terroristas, teniendo la prensa enfrente, sin respetar la intimidad de las mujeres. Y no sólo eso, parando los coches, obligándote a desocuparlos.

El resguardo que has obtenido no te sirve de nada, porque cuando estás en la comisaría te hacen un decreto de expulsión, te tienen detenida toda la noche, al día siguiente te dejan en libertad argumentando que estás ilegal e indocumentada. Ésa es la explicación que recibes de parte de la policía. Y nosotras, al estar en la calle y de forma vulnerable, sin una ley que nos proteja, somos el objetivo de las leyes que nuestro Gobierno pone frente a la inmigración. Y si a todo esto le añadimos el intentar terminar con la delincuencia, las mafias, el resultado es que terminamos siendo tratadas como delincuentes en lugar de como trabajadoras sexuales, como si cada una de nosotras, en lugar de usar preservativos, lleváramos pistolas o cualquier otro objeto para delinquir.

La delincuencia, la droga y el vandalismo, ninguna de estas cosas está relacionada con la prostitución, pero para los ciudadanos y la policía es fácil relacionarlo, por el simple hecho de estar en la calle y de forma irregular.

Esto te convierte en el objetivo de la policía. Las mujeres que nos encontramos en la calle de día, principalmente las inmigrantes, somos marginadas y tratadas con un verdadero desprecio frente al acoso policial inmigratorio que existe.

Otro de los puntos y de los problemas que tenemos día a día es el estigma y el desprecio que la sociedad relaciona con mi actividad, mi trabajo; lo relaciona con la delincuencia y la deshonestidad. Ante todo esto está mi moral, está por encima de cualquier trabajo, y esto hace que lleve la cabeza bien en alto, porque no discrimina para nada mi condición.

Hay otro punto: la diversidad entre mis compañeras, entre las que vienen obligadas. Desde HETAIRA somos las primeras en indicar que esto no exista, estamos en contra de ello, pero nosotras pensamos que son las autoridades quienes deben poner mano dura para que esto tenga su fin. El otro está las que ejercemos por voluntad propia, ya que, como he dicho antes, es el sustento diario que nos lleva el bocado a la boca. Malo, por captar la clientela en la calle. Exigimos la falta de derechos laborales. En esta regularización no consta mi actividad. De esta forma, al yo no estar regulada y al estar ejerciendo, no puedo darme de alta cuando tengo una baja laboral, cuando tengo una enfermedad...; cuando mi jefe me agreda, para mis compañeras que trabajan en clubes, no pueden dar una queja. Esto vulnera mis derechos y favorece la explotación económica y laboral. También exigimos la negociación de espacios, ya que cuando hay manifestaciones de los vecinos, a ellos se les escucha. ¿Y por qué a nosotras no?

Siempre desde HETAIRA exigimos un lugar donde nosotras podamos trabajar tranquilas. Exigimos derechos laborales, derechos humanos, derechos para nosotras, las inmigrantes, el derecho a la libertad de movimientos, donde nosotras podamos establecer nuestros propios negocios y donde nosotras escojamos para trabajar. Siempre hemos querido llegar a un acuerdo con nuestro alcalde. Desde HETAIRA y con grupos de mis compañeras hemos hecho manifestaciones, una cacerolada, hemos hecho tantas peticiones al señor Gallardón y ni siquiera nos ha escuchado. Después de un largo y transcurso y muy largo tiempo nos recibió la concejala de Bienestar Social, la señora Ana Botella, con mucho desagravio e insultos hacia nuestra honestidad, y con un total desacuerdo hacia lo que le planteábamos. Al final no llegamos a nada. Nuestra meta era llegar a un acuerdo, ya que lo ha hecho con otras asociaciones. Pero, sin embargo, con nosotras no.

Después de todo esto el señor Gallardón saca un plan que recrimina los derechos de las personas que nos encontramos trabajando en la calle, el famoso llamado "Plan contra la esclavitud sexual". El hecho de que las mujeres nos encontrábamos en la calle era el problema para nosotras y nos hemos ido trasladando los conflictos y llevarlos con nosotros a los vecinos y que ellos los lleven también con nosotros de un lugar a otro, y convirtiéndonos en el objetivo de la problemática que tiene hoy en día la ciudad. La forma de este plan era brindarte una ayuda de 300 euros y que te vayas a tu país, o un lugar donde puedas trabajar y ganaras poco dinero. Démonos cuenta dónde está la explotación y la esclavitud, como ellos lo llamaban. Nosotras vamos a seguir luchando por los derechos. Entre otros tantos problemas a los que me enfrento es el abuso de la policía, hasta nuestros derechos, tanto para las mujeres como para las transexuales, que son agredidas moralmente y discriminando su condición, tirando de la mano hacia atrás, obligándolas a llegar al coche, agachándoles la cabeza e introducirlas en el coche de policía.

No obstante, con todo esto, lo que está pasando, el señor alcalde ahora ha decidido tapar las calles de la colonia Marconi, donde yo trabajo, que es Villaverde, supuestamente para combatir la prostitución y quitar la delincuencia.

No sabemos por qué no se nos ha comunicado, pero como siempre sabemos que nuestra voz y nuestra opinión no cuentan.

El señor Gallardón no escucha a este grupo de mujeres que queremos soluciones para que no haya problemas ya. ¿Por qué cuando él era presidente de la Comunidad estaba a favor de todo esto, y por qué ahora que está sentado y siendo alcalde no tiene las mismas opiniones? ¿Por qué la gente habla de prostitución y de las prostitutas sin hablar con nosotras, que vivimos el día a día y que estamos en nuestro trabajo con los problemas a los que nos enfrentamos? Todos dicen hacer algo para supuestamente ayudarnos, pero en realidad nadie hace nada.

En el año 2000 se abrió un foro en el Ayuntamiento de Madrid con el Partido de Izquierda Unida. Asistimos dos o tres veces y, sin embargo, el que en ese entonces era alcalde en cargo, el señor Álvarez del Manzano, ni siquiera se presentó a ninguna de las reuniones que tuvimos en la sala del Ayuntamiento. Todo quedó ahí.

Después de tres años se abrió una mesa en el Senado, a la cual asistí un día. Pero como siempre, todo quedó en un papel y en las mesas del Senado, sin llegar ni siquiera a ninguna solución.

Queremos soluciones. ¿Por qué no dan soluciones? Quienes tienen que dárnoslas no son los vecinos, no somos nosotras, son los políticos quienes tienen que solucionar los problemas, para eso los elegimos, para eso están allí, para que nos solucionen los problemas, no para que nos den problemas a nosotros, los ciudadanos; no a nosotras las ciudadanas, que nos encontramos en la calle porque formamos parte de esta sociedad, aunque no lo queramos ver. Somos humanos y estamos ahí en la calle. Vamos a seguir luchando por los derechos. Ellos son quienes deberían estar sentados con nosotras dándonos soluciones, no dándonos problemas. Nos dan problemas a nosotros, y muchos, lo que pasa es que no damos la cara todas, no porque no queremos, porque nos enfrentamos al desprecio de la sociedad, a la sociedad mediocre e hipócrita en la que vivimos, que no quiere afrontar lo que en realidad tiene en sus ojos.

Lo siento, pero es la verdad. Soy una mujer que llevo ocho años trabajando en la calle, vivo día a día, hablo con propiedad, hablo lo que vivo, hablo lo que en carne propia palpo. Nadie me obliga a estar aquí. Y lo único que digo es que gracias, porque estas mesas que a diario asisto, o de vez en cuando, y una de ellas Comisiones Obreras que nos ha escuchado y nos ha brindado la mano para que nosotras estemos aquí, le agradecemos porque la voz de la mujer que esté la calle se escuche. Es una mujer como cualquiera de las que estamos aquí sentadas. Digo como cualquiera, porque somos humanos, no somos extraterrestres ni somos extraños.

Gracias.


(*) Carolina Hernández procede de Ecuador y es trabajadora del sexo en la Casa de Campo, el Polígono de Villaverde de Madrid y en clubs ubicados en diferentes lugares del España. Es integrante del colectivo Hetaira desde 2001 y fue una de las impulsoras de la manifestación del 19 de febrero del 2002 en Madrid. Ha sido ponente en la comisión especial de estudio de la prostitución puesta en marcha por el Senado en el 2002.



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