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8 de diciembre del 2006 |
La belleza es un corsé de acero
Rocío Silva Santisteban
Desde que en 1981 se publicara el libro "Noches de adrenalina", Carmen Ollé es una de las escritoras fundamentales de la poesía peruana contemporánea. El libro, que despertó una gran polémica algunos años después, no sólo planteó por primera vez una visión femenina del desencanto y del transcurrir de la experiencia vital, lo fundamental es que estableció una nueva estética: desde un distanciamiento autoconsiente la autora logra en versos largos, narrativos, a veces esquivos y a veces de un fulgor lacerante, describir un mundo deteriorado pero también sorprendente. "Noches de adrenalina" es la versión densa y descarnada de dos clases de emigración: la que vive una latinoamericana en París y Menorca, pero también, aquella de la mujer que aprende dolorosamente su cuerpo: el deterioro que implica ese paso repetitivo y constante hacia la muerte. Por eso el libro empieza con estos versos tan fisiológicamente poéticos: "Tener 30 años no cambia nada salvo aproximarse al ataque/cardiaco o al vaciado uterino. Dolencias al margen/ nuestros intestinos fluyen y cambian del ser a la nada". El tópico existencialista de los filósofos franceses que Ollé menciona más con displicencia que con fervor, en estos versos, cobra una dimensión fisiológica que demanda del lector otra entrada a la reflexión sobre la identidad y la persona. Estamos, por lo tanto, migrando conceptualmente en tanto que migrar es atravesar los bordes, y de alguna manera, en este libro la autora llega a atravesar límites delineados rigurosamente por los cánones tradicionales, no sólo de la estética y de la filosofía contemporánea, sino también de la normatividad válida para entender y aprender los goces de las mujeres: "la traslación de un cuerpo significa un corte/ se vuelve a ser/ y lo que nos ocurre aquí no nos hubiera ocurrido allí". Localización de una propuesta estética: no se trata solamente de pasar revista a bulbos, concavidades, llanuras y abismos de lo corporal, sino de romper con lo anterior para proponer una entrada ética que contemple al cuerpo como el lugar primigenio. Este estar aquí de la feminidad no es el estar allá de la cultura tradicionalmente androcentrista. Ollé parte de la aguda mirada de alguien que asume su cuerpo, su sexualidad, su ciudad y sus vivencias íntimas como elementos indispensables de la propia escritura. En este libro se deconstruyen las coordenadas de la micropolítica que atraviesa los cuerpos, sobre todo, los cuerpos femeninos. Se pone en evidencia el papel que cumplen fluidos, dientes, excrementos: "La caca es tan poderosa como un pequeño complejo" y asimismo, las relaciones intercorporales que dividen a las personas a partir de "la pose es el esquema que traduce/ la manera de constituirse en "los de arriba" o "los de abajo". No se trata de un libro de poesía erótica. Su punto focal no está localizado en el ardor y las pasiones, como lo sostiene Bethsabé Huamán, las relaciones que se establecen entre cuerpo y poesía pasan, básicamente, por "una situación conflictiva con ese cuerpo, que pierde fortaleza, que se honguea, que deja de ser apetecible y por tanto también produce una contradicción con esa necesidad, esa dependencia del cuerpo hermoso y deseado por el otro, hombre, sociedad, identidad" ("Generación del ochenta. Escritura y diferencia" p. 2). En este recorrido por la fisiología descarnada de un cuerpo femenino en proceso de deterioro comprendemos en toda su dimensión la radical fragilidad de la naturaleza humana. Precisamente por esta forma de acercarse al poderoso tema de lo corporal es que, por otro lado, el libro demandó una recepción diferente: ya que no se trataba de versos líricos organizados sobre el erotismo clásico de quien alaba al amante o de quien describe su propio cuerpo en el acto sexual, tópicos bastante desarrollados entre la poesía escrita por mujeres, sino de una reflexión desde lo corporal sobre lo político, se esperaba del receptor que abriera los ojos ante la escritura como espacio donde el yo poético gana la batalla simbólica del lecho. El acto sexual es cuestionado minuciosamente, desde todos sus ángulos, incluso los estéticos: "¿dónde radica la belleza en la consumación de unos frescos/ senos o en la felación?", pero lo que se pone en juego, en este libro, es la violencia con la que Ollé opone la libertad del sexo y el cuerpo frente a cualquier práctica diaria que aprisione al ser en su carnalidad, sobre todo, si se trata de prácticas de dominación masculina. Por esto mismo, en la medida que "un cuerpo que sufre insoportablemente exige/ al margen del sistema solar y las estrellas/ su liberación inmediata" la narradora se aferra a un cierto regusto sádico y sáfico para enaltecer al cuerpo atravesando todas las cerraduras del mismo. Las referencias culturales del texto -Genet, Bataille, Báthory, Sarrazine, Plath, Masoch, Ocampo, Lou Salomé, París, la universidad, entre otras- se organizan de tal manera que vienen a constituir el soporte para violentar al signo a través de aprender conscientemente la ineficacia de todo borde "esa sensación del límite es precisamente todo/ lo que no es el límite y vive en nosotros". La migración cultural tampoco es tal, ya que "allá o acá" siempre estaremos ni adentro ni afuera. Esa pavorosa sensación perversa es adscrita como el espacio primero para entender los fundamentos de lo real: somos finalmente, como dice Zizek, "un efecto que excede su causa". Es por este motivo que algunas preguntas, que parecerían inútiles, cobran pleno poder en el texto: ¿Por qué Genet y no Sarrazine?/ o Cohn Bendit/ Dutschke/ Ulrike/ y no las pequeñas militantes que iluminaban mis aburridas/ clases en la U/ ELSA MARGARITA SIRA?". Tanto las unas, latinoamericanas leyendo a Marx que "aromaba en sus carteras como retamas frescas", o los otros, iconos de el mítico Mayo del 68, todos pasarán a convertirse en signos despreciables: pequeñas marcas en esa pared sin soporte que es la historia. La poesía de Carmen Ollé, además de este libro emblemático, contiene un conjunto de textos, entre poemas e historias mínimas, titulado "Todo orgullo humea la noche". En términos generales la poesía de Ollé constituye una aventura literaria de primer orden y una lectura indispensable para poder entender los procesos de ruptura, liberación y sometimiento de las mujeres en América Latina, porque se trata sin duda de la simbolización de excesos y, paradójicamente, también de faltas. Asimismo Carmen Ollé ha publicado cuatro novelas: "¿Por qué hacen tanto ruido?" es una suerte de diario de reflexiones que descansa sobre las dificultades de la convivencia con esposo, madre, hija en medio de una ciudad insegura atravesada por los estertores y las bombas; se trata de una escritura experimental en la misma tónica de su primer libro de poesía y, por lo tanto, de un descarnarse de forma casi abrumadora. Este texto, que Blanca Varela ha calificado como de una "oscura intimidad consigo mismo" constituye un aporte importante a la narrativa peruana: además de romper con todo borde, la narradora teje y desteje un hijo complejísimo en el que se develan las taras de una sociedad patriarcal, racista y clasista. "Las dos caras del deseo", la primera novela strictu sensu de Carmen Ollé, se puede leer desde dos perspectivas: las dos fases del deseo amoroso, que no conoce límites ni corporales ni sexuales, así como las dos caras de la migración contemporánea: el haz luminoso de los neones y la radical opacidad de quienes son iluminados/oscurecidos por ellos. Se trata de la historia de un viaje, de un intento de desear más allá de las fronteras de la nación, y una búsqueda por insertarse en la Meca del mundo actual, Nueva York, y su consecuente fracaso. Por otro lado "Pista falsa" es una propuesta de novela detectivesca casi convertida en funambulesca por los excesos de sus propios personajes: una visión del Perú y la agonía de Lima. Y "Una muchacha bajo su paraguas", su última novela, se trata de un recorrido, con poca nostalgia y mucha furia, por la historia de una mujer que aprende París a finales de los años 70. A diferencia de las novelas glamorosas sobre la Ciudad Luz, en ésta se describe el París de una sudamericana pobre y culta, asombrada ante las solidaridades de los suyos y la ignorancia de los otros, que trabaja como empleada doméstica en una casa del Barrio Latino habitada por un matrimonio infiel. Se trata de las miserias ínfimas, de las vivencias domésticas y de ciertas experiencias intensas que sólo se logra sentir cuando nos empecinamos e insistentemente repetimos los mismos tópicos. Los cafés, las fiestas con la presencia de escritores "consagrados" (la sombra de Ribeyro pasa por el libro), las noches de bohemia, el vino fluyendo para dar mayor intensidad a las venas, la sangre que explota en la cara y las risas que apagan los vecinos llamando a la policía. Un París que no era una fiesta. En esta novela, una vez más en el caso de la producción literaria de Carmen Ollé, nos enfrentamos a un reto: "Una muchacha bajo su paraguas" es la puntillosa descripción de una experiencia límite que, debemos admitirlo, es imposible en las condiciones de nuestro mundo volver a repetir. La utopía es hoy una palabra gastada que dejamos como un estropajo a la vera del camino y con cierta vergüenza. En esta novela, esa misma palabra palpita con todas sus inquietudes y miedos, pero con cierta prístina vocación originaria que, a lo lejos, la encontramos poderosamente pura y rabiosamente vital. |
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