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30 de abril del 2006 |
Xulio Ríos (*)
Las crecientes necesidades de petróleo y otros recursos indispensables para alimentar su vigoroso crecimiento, han impulsado a China a desarrollar una activa diplomacia que no sólo le permite establecer importantes acuerdos económicos y comerciales, sino también, especialmente en los países en vías de desarrollo, ampliar su presencia e influencia política.
La estrategia china, según algunos, está aumentando la desigualdad, la corrupción y las turbulencias políticas en determinadas regiones (América Latina, África y Asia-Pacífico); según otros, resulta globalmente beneficiosa ya que China y sus empresas se implican en proyectos de desarrollo que la inversión occidental nunca ha tenido en cuenta. EEUU está cada vez más atento a la creciente influencia china en ámbitos regionales donde, hasta hace poco tiempo, solo debía afrontar tímidas rivalidades en retroceso. La competencia de Pekín, por el contrario, no ha hecho más que empezar. Buen ejemplo de la estrategia china ha sido la gira mundial de su presidente, Hu Jintao, tras su primer viaje oficial a EEUU. Ha visitado Arabia Saudita, Marruecos, Nigeria y Kenia. Y en todos ellos, las necesidades energéticas han estado en primer plano. Pero no sólo. Por ejemplo, en Arabia Saudita ha avanzado en la firma de nuevos acuerdos entre el gigante chino SINOPEC y la saudita ARAMCO, pero también ha planteado la intensificación de las inversiones árabes en China y el aumento de sus exportaciones a este país. En el año 2004, los chinos habían firmado un acuerdo con Riad -por el momento, su primer abastecedor de petróleo (22,2 millones de toneladas en 2005)-, para explotar reservas de gas existentes en el desierto. Ahora plantean una implicación diferente en su relación con el mercado energético saudí, evolucionando hacia una mayor integración entre explotación y refinado, tal como había indicado Hu Jintao al propio rey Abdalá en su visita a Pekín, realizada a principios de este año. En Marruecos, Hu ha firmado acuerdos relacionados con la compra de fosfatos y en numerosas otras materias (desde el turismo, la cultura, la sanidad o la investigación científica). El principal objetivo de la visita se ha centrado en el desarrollo de las relaciones comerciales para ampliar su presencia en el Magreb, pero también imaginando la condición de puente de Rabat entre dos continentes, Europa y África. En poco tiempo veremos como se fabrican aquí productos chinos con mano de obra y materias primas marroquíes que luego serán comercializadas en los dos continentes. Marruecos tiene un déficit comercial con China que se elevó a 900 millones de dólares en 2005, ello a pesar de que las importaciones chinas han aumentado un 42,4% en el mismo año. Rabat tiene asegurado el apoyo de Pekín a su plan de autonomía del Sáhara, aún pendiente de obtener el beneplácito de Naciones Unidas. El compartido deseo de unificación (de China y Taiwán), opaca cualquier posible diferendo político entre ambos. En el año 2002, Mohamed VI se convirtió en el primer rey de Marruecos que visitaba China desde que ambos restablecieron relaciones diplomáticas, hace casi cincuenta años. En Nigeria y Kenia, el petróleo ha sido el asunto central. El primero es un país clave. La importancia de Nigeria, primer país productor de petróleo en el continente africano y actualmente presidente de la OPEP, en la estrategia energética china, ha quedado de manifiesto con la compra del 45% de una concesión petrolera por parte de la CNOOC. La operación ha ascendido a 2,7 millones de dólares, la mayor inversión de esta multinacional china en el extranjero. También la Compañía Nacional de Petróleo de China está a la espera de obtener varios contratos más. Pero Hu Jintao ha obtenido igualmente cuatro licencias de explotación en el delta del Níger, a cambio de invertir 4.000 millones de dólares en la refinería de Kaduna. En Nairobi, ha firmado acuerdos en temas muy variados y ha visitado la sede de dos agencias de la ONU, Habitat y PNUMA. La visita a Kenia se ha producido ocho meses después de que su presidente, Mwai Kibaki, haya cursado una visita a China, y de la presencia en Pekín, en enero último, de su ministro de exteriores. En Kenia, Hu Jintao también ha establecido un acuerdo para la exploración petrolera, tanto en tierra como en su zona costera, en el océano Índico, al norte del puerto de Mombasa. Todos los gastos de prospección son por cuenta de China. China está presente en Sudán y en Libia, en Angola y en Guinea ecuatorial, en Congo, Santo Tomé y Príncipe, y Gabón. Es el tercer comprador de petróleo gabonés y adquiere la cuarta parte del petróleo angoleño. China quiere asegurarse el aprovisionamiento regular de los países productores africanos, por eso centra su interés en el petróleo y tras materias primas y en el comercio bilateral. Aqui encuentra una importante oportunidad para diversificar sus riesgos, cuando su enorme reserva disponible de divisas (ya ha superado a Japón) necesita asegurar la mayor rentabilidad inversora. A principios de 2004, Hu Jintao ya había visitado Egipto, Gabón y Argelia, que constituye su principal punto de apoyo en el Magreb. Esta es su segunda gira en dos años. Se calcula que el consumo chino de petróleo alcance este año los 6,95 millones de barriles diarios. Es ya el segundo consumidor mundial, después de EE.UU. El consumo chino en materia de hidrocarburos podría doblarse de aquí a 2025. Sus importaciones representan el 45% de su consumo, frente al 27% de 1999. En el primer trimestre de 2006 ha importado 37,1 millones de toneladas de petróleo, lo que supone un aumento del 25,3% en relación al mismo período del año anterior. Pero los acuerdos no solo se limitan al petróleo. La Marina de Nigeria desea adquirir patrulleras chinas para proteger sus yacimientos en el delta del Níger, donde debe enfrentar la acción de algunos grupos armados. En general, la cooperación militar va en aumento, con acuerdos con Congo, Angola (que rivaliza ya con Arabia Saudita por la primacía del suministro petrolero a China), Senegal, Chad, Burkina-Faso o Liberia (donde han hecho una primera incursión presencial como cascos azules de la ONU). Por otra parte, en el ámbito comercial, las sociedades chinas de diferentes sectores (desde telecomunicaciones a la construcción), se van implantando en los países de la región, donde prestan asistencia en la agricultura, la mejora de las infraestructuras rurales, etc, capítulos habitualmente descuidados por los inversores occidentales, pero que ayudan a desarrollar estos países. China colabora en la formación de técnicos y gestores africanos, o apoya la inversión en fábricas de transformación de sus materias primas, alentando una imagen de mayor beneficio para las colectividades locales en áreas como el bienestar social o las infraestructuras. Desde el año pasado, 190 productos de los 28 países menos avanzados se benefician de tarifas preferenciales, a fin de facilitar sus exportaciones a China. En 2007, China pondrá en órbita un satélite de comunicación por encargo de Nigeria y sus técnicos serán formados en Pekín. Hace cinco años, China disponía de 500 empresas implantadas en este continente, hoy ya son más de 800. Los intercambios comerciales se han multiplicado por tres en relación al año 2000, alcanzando los 37 mil millones de dólares. Esta política en relación a África está transmitiendo una imagen de progresivo liderazgo de China en el continente, no tanto por las cuestiones ideológicas anheladas en su día por Mao con un discurso tercermundista, sino por la activación de intereses económicos comunes y por compartir un mismo discurso de no ingerencia en lo político, del que ambos pueden beneficiarse a nivel internacional. China insiste en que ello es así porque no desea repetir los errores de los colonialistas occidentales. El presidente nigeriano Obasanjo declaraba en voz alta en el banquete ofrecido en honor de Hu Jintao, su deseo de que China"dirija el mundo". En enero de este año, Pekín publicó su primer documento oficial relativo a la política africana, proponiendo una fórmula de relación basada en la asociación y el intercambio para el desarrollo y excluyendo la injerencia en los asuntos internos. Esa política le granjea críticas en relación al apoyo prestado, por ejemplo, al régimen de Sudán (país que le procura el 8% del total de sus importaciones de petróleo y que supone el 50% de las exportaciones petroleras sudanesas), responsable de la grave situación humanitaria que se vive en Darfur, y de Zimbabue, pero es bien recibido en la región. La confianza política se ve reforzada con inversiones en infraestructuras básicas, préstamos y otras ventajas financieras, capacitación, etc. Todo ello está produciendo un cambio significativo. A finales de este año se celebrará en Pekín una cumbre con los países africanos en el marco del "Foro de Cooperación China-África", que ha iniciado su andadura en el año 2000. Muchos países africanos ya han reconocido a China como economía de mercado, incluída Kenia, en esta visita de Hu Jintao. En conjunto, se diría que el continente dirige cada vez más su atención hacia Oriente. La única salvedad política que impone China en su relación con África, al igual que con el resto del mundo, es la exclusión de relaciones diplomáticas con Taiwán. A pesar de las presiones ejercidas, seis países africanos mantienen relaciones con Taipei: Burkina-Faso, Gambia, Malawi, Chad, Suazilandia y Santo Tomé y Príncipe. Su mirada aún está en otro Oriente. (*) Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (Casa Asia-IGADI). |
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