Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
11 de abril del 2006


Elecciones en Perú

El verdadero vencedor


José Cornejo
La Insignia. Perú, abril del 2006.


La irresistible ascención de Ollanta Humala

Al momento de escribrir estas lineas, los resultados parciales anuncian una clara victoria de Humala y aún está en duda si es Lourdes Flores (Unidad Nacional) o Alan García (APRA), quien lo acompañará en la segunda vuelta. En los resultados de los posibles congresistas, queda claro, sin embargo, que ningún partido heredero del proyecto político que fue Izquerda Unida ( Villarán y Diez Canseco, así como Moreno de Patria Roja-PC) alcanza el 4%, porcentaje mínimo requerido para entrar en el Parlamento.

Lo que ha sucedido en el tramo final de las elecciones es una polarización alrededor de la candidatura de Humala, una especie de anticipación de la segunda vuelta donde las personas han votado no por el candidato de su simpatía sino por quién les parecía estar en mejores condiciones para enfrentarse a Humala en la fase final de la contienda electoral.

La irresistible ascención de Ollanta Humala, un ex-militar sin partido, con un discurso nacionalista muy crítico al modelo neoliberal (que de manera implacable y sin piedad se aplica en el Perú desde 1992 con nefastos resultados sociales pero con virtuales cifras macroeconómicas) logró un creciente arraigo popular. Este elemento desconocido hace seis meses se volvió el factor determinante de las elecciones, hasta el punto de que el tema central de discusión en los medios, en las semanas anteriores, ha sido podía ser el mejor candidato para derrotar a Ollanta Humala.

La polarización perjudica a los demás partidos, sobretodo a los de la extinta Izquierda Unida, que aunque iban divididos, confiaban en alcanzar una mejor votación y superar el 4% mínimo. Las candidaturas presidenciales menores pierden durante la campaña toda relevancia política, hasta volverse insignificantes. Las únicas que resistieron la polarización fueron las de Paniagua, y en mucho menor medida el fujimorismo con Martha Chavez y sorprendentemente los grupos evangélicos con Humberto Lay.


Los verdaderos ganadores

Considerándolo en frío, lejos de lo que muestran las cifras, el verdadero ganador de estas elecciones es el fujimontesinismo. No sólo con el empuje de Keiko Fujimori (hija del mandatario preso en Chile) lográn levantar la candidatura de Martha Chavez y alcanzar el 4º lugar en la votación presidencial, asegurandose de paso una significativa bancada parlamentaria, sino que además su presencia "entrista" en los demás partidos, Unión por el Perú (Humala), Unidad Nacional (Flores) y Apra ( Alan García), les da excelentes bases para alcanzar su objetivo táctico principal: negociar su impunidad y la liberación al más corto plazo de Fujimori y Montesinos. Este elemento desempeñará un papel determinante en las próximas negociaciones políticas, dado que ningún partido político que obtenga finalmente la presidencia contará con mayoría en el Parlamento. Las negociaciones encubiertas o abiertas con el fujimontesinismo seran uno de los criterios de verdad de la verdadera vocación democrática del enclenque sistema de partidos.


Democracia y autoritarismo

La segunda vuelta se presenta como una contienda entre Ollanta Humala y Flores o García. Una parcializada lectura del proceso electoral busca presentarla como una confrontación entre democracia (Lourdes Flores o Alan García) contra autoritarismo (Ollanta Humala). La parcialidad evidente de esta lectura no resiste un análisis objetivo de los hechos. Es de sobra conocido el uso instrumental de la democracia por parte de las elites latinoamericanas cuando son ellas las que pueden usufructuar de las prebendas y favores del Estado. Toda perdida del control estatal las precipitaba antes a las puertas de los cuarteles; siempre les ha aterrorizado la insurgencia democrática de los sectores sociales marginados y padecen un horror neurótico, enfermizo, a todo discurso de reducción de las desigualdades y perdida de sus privilegios. Se desesperan al borde de la crisis de nervios, amenazando con irse del país o enviar a sus hijos al extranjero si gana Humala. La agresión a la que fue sometido el candidato de Unión por el Perú, cuando se dirigió a votar el domingo pasado, es una muestra de las fronteras de la "tolerancia democrática" de buena parte de nuestras elites sociales.

Pienso que este será, lamentablemente, el tono de su campaña, una radicalización de la demonización de Humala, presentandolo como "un salto al vacio" para el Perú, el inicio del caos y la ruina nacional. Los que quieran realizar un analisis comparativo sobre "histerias políticas" en América Latina, pueden leer los diarios mexicanos y verán el mismo tono en las críticas a Lopez Obrador, el candidato del PRD y favorito en las próximas elecciones presidenciales de julio.

Es dificil y tal vez inutil argumentar ante un acto irracional de temor a lo desconocido. Efectivamente, la candidatura de Humala lleva en su seno sectores vinculados al militarismo montesinista, pero como he señalado anteriormente, este elemento está presente también en los otros partidos, en donde hay sectores abiertamente contrarios a los planteamientos de la Comisión de Verdad y Reconciliación. Lo que no quiere ver esta lectura de los hechos en el Perú es que Humala representa, sobretodo, una aspiración de cambio al fracaso social que caracteriza el modelo neoliberal. Un modelo económico que mantiene -según las cifras del PNUD- al 88,2% de peruanos con sueldos de entre 50 y 500 soles mensuales; es decir, entre 12,8 y 128 euros mensuales. Esta es la profundidad de las desigualdades sociales que marcan este país, una especie de apartheid social y racial que mantiene prisioneros en la pobreza a millones de peruanos. Querer ocultar la fractura social refugiandose en posturas antitotalitarias es errar completamente de diagnóstico y de país.

Las fuerzas verdaderamente democráticas del Perú tienen un desafío inmenso en los próximos meses. No podrán estar a la altura de los hechos si no se reagrupan políticamente dejando de lado caudillismos y ambiciones personales. El tiempo político que les queda es mínimo. Es la hora de decisiones responsables ante la historia.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto