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15 de abril del 2006 |
Elecciones: La mejor estrategia, gana
Ariel Ruiz Mondragón
En los países democráticos es cada vez mayor la necesidad de hallar las claves que ayuden a obtener el triunfo en las convocatorias electorales. Aunque el trabajo político es fundamental, también se requiere el conocimiento y adecuada aplicación de métodos y herramientas de otras disciplinas y técnicas, como la mercadotecnia.
Una excelente muestra de lo anterior fueron las elecciones presideniales mexicanas del 2000, que hizo posible la alternancia en el poder ejecutivo: tras 70 años de predominio priísta, el candidato de la Alianza por el Cambio, Vicente Fox, asumió el poder.
El libro Dos visiones para el triunfo. Diferencias estratégicas en dos campañas electorales: Vicente Fox, Francisco Labastida (México, Miguel Ángel Porrúa, 2005), de Marcos Bucio y Jaime Gutiérrez -miembros de los equipos de campaña de los candidatos del PRI y de la Alianza por el Cambio, respectivamente-, es un estudio que permite una mejor comprensión tanto de la irrupción de la mercadotecnia en el ámbito electoral mexicano como de las razones del triunfo y la derrota de los dos principales candidatos de aquel proceso.
Sobre ese libro sostuvimos una conversación con uno de los autores, Marcos Bucio, en la que abordamos diferentes temas: las visiones en pugna dentro del equipo labastidista, el carácter ininterrumpido de una campaña electoral, el entorno en el que se desarrollaron las elecciones de 2000, los cálculos electorales previos a aquel proceso y el papel de organizaciones ciudadanas en las campañas. También hablamos sobre la necesidad del conocer la historia del país para planear una estrategia adecuada, la labor de asesores extranjeros en las campañas, la contrapropaganda y la victimización, el papel del presidente Zedillo en el proceso electoral del 2000, y algunas consideraciones sobre la estrategia y los mensajes de los candidatos en las elecciones presidenciales en curso.
Bucio ha sido profesor de Sociología y Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. En el Comité Ejecutivo Nacional del PRI ha desempeñado varios cargos, además de haber participado en varias campañas electorales de candidatos de su partido: en la de Francisco Labastida en pos de la gubernatura de Sinaloa en 1986; en la presidencial de Luis Donaldo Colosio en 1994, y fue secretario particular de Labastida en el 2000. Diputado a la LVII Legislatura del Congreso de la Unión, actualmente es consultor político y presidente de la Fundación Primero México, A. C.
La entrevista se realizó el 22 de marzo de 2006.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué escribir un libro como el suyo? Marco Bucio (MB): Porque la mercadotecnia política es un tema nuevo en México. Después de un sistema monopartidista durante 70 años -en los que no había una competencia electoral real-. a partir del 2000, año en que se genera la alternancia política, empiezan realmente los sistemas competitivos. El tema del márketing es nuevo en México. Después de la elección del 2000 quise estudiar la derrota de Francisco Labastida para ver las enseñanzas que dejó, y complementarla con los aciertos de la campaña de Vicente Fox, que fue la participación de Jaime Gutiérrez. AR: Este libro fue escrito al alimón por un miembro del equipo de campaña de Labastida y por otro que participó en el equipo de Fox. ¿En algún momento se pensó en incluir a algún integrante de la campaña del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas? MB: Sí lo hubo, para que estuviera complementado el trabajo. Pero no hubo mayor interés de parte de ellos; las razones que yo intuyó es que nunca tuvieron una estrategia definida. De hecho los resultados lo confirman, porque un año antes, en julio de 1999, el beneficiario de la percepción de la necesidad de cambio en México era Cuauhtémoc Cárdenas. En ese momento estaba en primer lugar en las encuestas, con 32 puntos; Francisco Labastida estaba en segundo lugar con 28, y Vicente Fox estaba muy lejos, con 14 puntos. Entonces Cuauhtémoc Cárdenas le llevaba dos a uno a Fox; creo que no comprendieron el momento como lo entendió el equipo de Fox, en el sentido de que con una mercadotecnia adecuada podían haber sido los ganadores del proceso. AR: En el libro se resaltan algunas de las razones por las que Labastida perdió las elecciones del 2000: primero, la indisciplina para seguir la estrategia que se había trazado; segundo, las pugnas que se dieron al interior de su equipo. Habla usted que hubo dos visiones de la campaña en el staff labastidista. ¿En qué consistieron esas dos visiones que contendieron al interior del círculo cercano del candidato priísta? MB: Lo importante es que había dos formas de ver la elección del 2000: una que señalaba que el sistema político iba a operar a favor del candidato y lo iba a hacer ganar, porque así había sucedido siempre; otra que señalaba que la parte más importante era la conexión con las necesidades del elector, con las aspiraciones del votante, y que había que comunicar lo que el votante estaba esperando en este proceso de elección, que era el cambio. En este sentido, si el PRI no hacía cambios radicales y en una renovación clara ante la sociedad (de deslindarse de personajes cuestionados por mezclar política y negocios), no iba a poder lograr que la credibilidad que la gente estaba esperando. AR: Hay una cosa muy interesante acerca de los resultados electorales de la elección interna del PRI en noviembre de 1999: después del gran realce que tuvo ese partido con ese proceso, ¿cómo terminó afectando a la campaña de Labastida? También, ¿por qué se detuvo la campaña de Labastida en los meses de noviembre y diciembre de 1999, mientras Fox apretaba el paso? Labastida apareció prácticamente hasta enero del 2000. MB: Hay dos puntos importantes: que el triunfalismo afecta al que va en primer lugar. Después del proceso interno que tuvo el PRI (de Roberto Madrazo contra Francisco Labastida), se obtuvo un posicionamiento muy importante. Cuando un candidato se confía y pierde el paso y el ritmo de la campaña, motiva al que va en segundo lugar a echarle más ganas al proceso. Fue lo que sucedió: se motivó a Vicente Fox, se alentó a su equipo, empató y luego rebasó al candidato Labastida. La enseñanza es que uno no debe de confiarse de las encuestas. Son fotografías del momento y debe de tener una estrategia adecuada, y uno de los puntos fundamentales de ésta es no detener una campaña; ésta debe ser permanente, sistemática y adecuada. AR: Ese episodio me recordó lo que ocurrió a Diego Fernández de Cevallos en 1994 y su falta de actividad posdebate. MB: También le sucedió lo mismo: se paró después del debate, en donde obtuvo una victoria contra su contendiente Ernesto Zedillo, y al detener su campaña se retiró también de la posibilidad de ser presidente. AR: Dicen ustedes que el entorno político, social y económico benefició a Fox y no a Labastida. Pero podemos observar que la administración de Zedillo estaba siendo medianamente exitosa en dos puntos fundamentales: primero, la reforma electoral de 1996, con elecciones muy poco impugnadas en 1997, lo que constituía un bono democrático; segundo, el blindaje económico que impediría un escenario de gran crisis como había ocurrido en varios sexenios anteriores. ¿Entonces cuál ere ese entorno al que se refieren y que perjudicó a Labastida? MB: Estaba fresca en la memoria de los mexicanos la crisis del 94; también estaba fresca la pérdida de los créditos hipotecarios por la que los intereses se multiplicaron y mucha gente perdió sus casas; los créditos al consumo, por los que mucha gente cayó en cartera vencida. También estaban frescas las irregularidades de quienes cometieron fraude en el Fobaproa, y que nunca fueron demostradas. En ese entorno también estaba la falta de atención a la gestoría que el PRI tenía en ese entonces siendo poder, como la regularización de vehículos extranjeros -a la que se negó rotundamente Zedillo-, e igualmente la reparación de daños a ahorradores de cajas populares en diversas partes del país. Fox ofreció resolver estos dos asuntos, y en el primer año como presidente lo hizo. De esta manera el entorno no era favorable en lo político a Francisco Labastida, aunque en lo económico ya había una estabilidad y un logro de blindaje económico que fue mérito total del presidente Zedillo, quien definió que nunca más debería un sucesor recibir una crisis económica como la que él recibió del presidente Salinas. Otro de los puntos importantes en el entorno era justamente esa transición gradual que se estaba dando ya a la democracia, precisamente con la elección del 97 (año en que el PRI perdió la elección en el Distrito Federal y la mayoría en el Congreso, además de varias gubernaturas que estaban en manos de Acción Nacional y del PRD). No era ya una circunstancia similar a la de procesos electorales anteriores, justamente porque ya había un órgano autónomo -el Instituto Federal Electoral- con credibilidad internacional. AR: Entre las etapas que establecen para una campaña electoral está el de la investigación, como la que se hace respecto a las estadísticas electorales. Al principio de la campaña, ¿cuántos electores adeptos y simpatizantes tenían el empezar las campañas Labastida y Fox? En su caso, ¿con cuántos votos podía ganar Labastida? MB: Vicente Fox tenía una base electoral de voto duro de ocho millones, que son el monto de votos que tuvo Diego Fernández de Cevallos en 1994; en el caso de Francisco Labastida, tenía una base electoral de 13 millones de votos, ya descontando los resultados de la elección del 97. Recordemos que Ernesto Zedillo tuvo 17 millones de votos para ganar la presidencia de la República. De esta manera, Fox requería una hazaña para lograr la presidencia: necesitaba ocho millones de votos más, los que le a dar principalmente los indecisos, además de que una parte importante se los concedieron los militantes del PRD que votaron por la alternancia política, a la que privilegiaron incluso sobre su partido al ver que Cuauhtémoc Cárdenas no pudo convertirse en el mensajero creíble del cambio. En el caso del PRI, precisamente los ambientes de corrupción -principalmente los de la familia Salinas- y los hechos frescos todavía de asesinatos políticos, restaron la consistencia del llamado "voto duro". De esta manera Labastida, al no tener consistencia en la estrategia de cambio en su campaña, no pudo obtener el voto de los independientes, lo que sí hizo Fox. AR: Hay un aspecto interesante e inquietante: para intentar ganar, Fox tuvo que alejarse hasta cierto punto de su partido para obtener más votos. ¿Qué problemas generó la estructura paralela al PAN que fue Amigos de Fox? ¿Qué conflictos se generan en la organización de la campaña? En todo caso, ¿cuál debe ser el papel del partido en la campaña? De aquella experiencia, ¿hay alguna similitud con las Redes Ciudadanas de López Obrador? MB: Creo que para Acción Nacional fue un gran acierto aceptar a los Amigos de Fox, esa corriente ciudadana, y fue un mayor acierto del propio Vicente Fox entender que el dogmatismo de los miembros del PAN le iba a ser un impedimento para lograr el voto indeciso. El PAN, por lo general, es un partido cerrado, dogmático, resistente a nuevos adeptos. Para ganar la campaña electoral en el 2000 se requerían ocho millones de votos más, de manera que Amigos de Fox fue una corriente ciudadana que le permitió al candidato, coordinadamente con los trabajos de Acción Nacional, lograr la meta. La similitud ahora con las Redes Ciudadanas del PRD, va en ese mismo sentido. Se observa la preocupación del PRD por no tener una estructura nacional suficiente, y en muchos estados -principalmente del norte del país- esas Redes vienen a sustituir esas ausencias. Sin duda le va a dar resultados positivos. En el caso del proceso actual no se observa el mismo esfuerzo ciudadano ni del PRI ni en el PAN. AR: En el 2000, ¿cómo influyeron las personalidades de los candidatos y su trayectoria en las campañas? Hay una parte del libro en donde realizan una breve síntesis de las carreras profesionales de Fox y de Labastida: Uno venía del servicio público, mientras el otro del ámbito empresarial. ¿Puede verse aquella campaña como una contienda entre la burocracia política y una visión empresarial del poder? MB: La democracia abre la oportunidad para que cualquiera pueda competir, sea del ámbito empresarial, académico, etc. Te pongo el caso: si el rector De la Fuente hubiera deseado participar ahora, vendría de la academia -su paso en la administración pública fue efímero: fue secretario de Salud con Ernesto Zedillo-, y hubiera sido un contendiente competitivo. La democracia abre las puertas para que cualquiera que se sienta con posibilidades de competir, lo haga; aunque una vez que obtienen el triunfo, sea muy difícil resolver las cuestiones del puesto. El mejor candidato no es necesariamente el mejor presidente, y muchas veces también puede resultar un mal candidato y un muy buen presidente. Aquí lo importante es darnos cuenta de que la sociedad, el votante, decide más por el corazón que por la cabeza: atiende más las cuestiones emocionales que las de la razón. Eso fue lo que Vicente Fox despertó en la campaña del 2000: investirse como mensajero creíble de los cambios, y cambiar en la imagen, la forma y el fondo de lo que los políticos tradicionales eran en México. AR: Ustedes establecen un punto básico para definir la estrategia de campaña: conocer la historia del país. ¿Cómo determinar esta historia del país? Allí ustedes hablan que esa fue una de las grandes diferencias entre los asesores extranjeros de las campañas del 2000. ¿Cómo se plasma eso en la campaña? MB: Básicamente en que los estrategas que asesoran a los candidatos deben de conocer el terreno y la historia del país. No pueden ser ajenos al folklore y a la idiosincracia del mexicano. Estoy convencido que el asesor de Labastida, que fue James Carville, fue un hombre totalmente ajeno a la realidad nacional y cometió errores fundamentales que le hicieron perder la presidencia al candidato. Su idea fue de atacar y atacar a Fox, lo que está más dado al elector norteamericano, que viene formado culturalmente en un sistema competitivo: en los estudios, la profesión, los deportes, etc., allá se atacan a muerte, y al otro día se van a comer. En México,no. No venimos de una cultura parecida en ese sentido, sino al contrario: venimos de baños de sangre en la revolución y lo que los mexicanos quieren es que los candidatos no se ataquen, que propongan, que concilien; somos más de un espíritu de concordia. AR: Mencionan esas dos ideas que Carville quiso imponer: el empowerment, con el inconveniente que ustedes señalan: en México el poder es visto prácticamente como abuso; por otra parte, el ataque incesante sobre Fox. ¿Hasta cuándo el equipo labastidista se dio cuenta de estos errores garrafales? MB: Hasta el estudio de la investigación del caso de la elección del 2000. En realidad dentro del proceso electoral del 2000 se genera una dinámica e inercias en las que todo mundo vive al día en la campaña, y no se da cuenta de si es equivocado o no el eslogan. Justamente ese fue el propósito de la investigación en el libro: investigar y tratar de encontrar cuáles fueron las causas de la derrota. Un candidato gana o pierde pero siempre derivado de la estrategia. AR: Pero señalan también que ninguno de los tres candidatos logró comunicar bien su mensaje, fueron un fracaso en ese sentido por estar haciendo ataques al rival. Entonces, ¿cuándo sí se debe atacar, cuándo es conveniente? MB: La contrapropaganda o publicidad negativa es útil cuando destruye totalmente al contendiente; cuando se ataca alguna debilidad y se comprueba, entonces sí puede tener algunos efectos positivos. Cuando no es así, cuando se ataca por atacar sin tener las pruebas en la mano, la publicidad se le revierte al que ataca y le genera pérdida de credibilidad hacia los electores. Te pongo el caso de la elección actual: uno de los candidatos ataca a López Obrador señalando: "López hablador es un peligro para México". Sin embargo, no dice por qué. Eso se le revierte al que está atacando, por un lado; por el otro., cuando alguien ataca desde el poder, que es lo que sucedió en este caso o con Labastida estando en el poder el PRI, sucede el caso de que se victimiza a quien se está atacando. AR: En ese sentido, ¿es útil para la estrategia, especialmente en el caso de lo que se llama el candidato retador del partido en el gobierno, recurrir a esa victimización? MB: Sí, claro. Se visten de víctima por varias razones, pero la principal es que la mayor parte del electorado -sobre todo el joven, de menores de 35 años, que hoy constituye el 60 por ciento del padrón electoral- se identifican con el que es opositor. Quien se inviste de opositor al sistema, es quien se vuelve invulnerable ante los ataques. AR: Me parece que eso pasó con Cuauhtémoc Cárdenas en 1997. MB: Así es. AR: Pero también preocupa la victimización, porque en ese proceso pueden resultar afectadas instituciones democráticas básicas. Allí ponen ustedes el ejemplo de López Obrador y su cuestionada candidatura al gobierno del Distrito Federal por no cubrir los requisitos legales -quienes comprobaron esto fueron personas de su propio partido-. Pero también está el caso de Fox: cuando quiso que apareciera su imagen en las boletas y se le negó, descalificó al IFE y tachó de "marranadas" lo que hizo en ese caso el Tribunal Electoral. ¿Qué efecto tienen sobre las instituciones democráticas tanto el ataque como la victimización? MB: Las dos cosas hacen que se genere una pérdida de credibilidad en los políticos. La consecuencia es grave porque se genera apatía de los votantes, lo que conduce a un mayor grado de abstención en las elecciones, de manera que no es nada conveniente hacerlo. No se debe atacar a las instituciones, porque son la garantía de un proceso democrático, y de que se conduzca de acuerdo a la ley. De manera que la parte más importante, en el que nosotros ponemos énfasis en el libro, es que el fortalecimiento de las instituciones es lo que fortalece la transición política mexicana. AR: Sobre la investigación, allí ponen que se debe indagar a los otros candidatos para ubicar sus puntos débiles (incluso hay candidatos que piden que su propio equipo les investigue para ubicar sus propios puntos débiles y preparar respuestas ante eventuales ataques). Ha habido casos en que se ventilan asuntos de la vida privada de los candidatos. ¿Qué tan provechoso es utilizar imágenes y figuras de la familia de los candidatos, ya sea en pro o en contra? ¿Es ético? MB: No responde a la ética, sino más bien es una imitación que tenemos del sistema democrático estadounidense, en el que le sacan los trapitos al sol a cualquier candidato tras una investigación a fondo. La gente se fija más en eso que en lo que proponen los candidatos. En México no debemos seguir ese camino; no es conveniente porque no conduce a nada, desde mi punto de vista. Lo único que genera es la pérdida de credibilidad de los votantes. AR: En el libro se dice que los que sean los dos consultores en campañas electorales más importantes de Estados Unidos vinieron a asesorar a los dos principales candidatos: Dick Morris, por el lado de Fox, y James Carville por Labastida. ¿Por qué se dieron estos acercamientos y asesorías? MB: La lógica pareciera que fue la preocupación de entrar a un sistema competitivo por primera vez, con un IFE autónomo, y con una ciudadanía demandante de un proceso electoral limpio. Fue también la ausencia de estrategas mexicanos, por ser un tema nuevo, y el buscar a los que en el mercado electoral eran reconocidos como los mejores. Los dos venían de ser asesores y estrategas de quienes han sido presidentes de los Estados Unidos, y no se percataron de que lo más importante es conocer el terreno y los usos y costumbres de los mexicanos, tanto Morris como Carville. Yo señalo que los asesores extranjeros son útiles como eso, como asesores, para acercar las técnicas y herramientas más avanzadas en el mundo en cuestión de mercadotecnia, pero no para dirigir una estrategia. Ésta en México la tienen que dirigir estrategas mexicanos. Además percibo que actualmente hay asesores que no han entendido esta parte y que seguramente tienen asesores estadounidenses, porque por los resultados se ve que se están equivocando. AR: Para evitar los errores que cometieron los equipos de campaña respecto a los asesores extranjeros, ¿qué les recomendaría a otros candidatos? MB: Principalmente que su coordinador de campaña debe tener mando total, y debe ser uno solo; no deben cometer el error de nombrar a dos coordinadores de campaña, y a los 60 días dejar un solo mando. Segundo, tener estrategas o asesores norteamericanos que simplemente acerquen esas técnicas y herramientas nuevas que hay en las democracias avanzadas, pero que no definan los rumbos de la estrategia. Tercero, tener un equipo armonioso, donde no haya conflictos e injerencias, sino que todos vayan encaminados a un mismo fin, que es obtener el triunfo. AR: En ese sentido, fue mejor el equipo de Fox, que logró "tropicalizar" (como ustedes dicen) las técnicas y métodos de Morris. MB: Sí, allí hay un acierto diríamos de comprensión de lo que son las elecciones en el mundo por parte de Dick Morris, quien, sin conocer el terreno y a los mexicanos, lo hizo muy bien. Hoy no acepta ya ser estratega en Estados Unidos porque dice que los electores norteamericanos son muy predecibles -ya diríamos que las campañas electorales son muy aburridas en los Estados Unidos-. Lo que él está buscando ahora es acercarse como asesor en diferentes países del mundo justamente para abrevar de ese conocimiento. AR: Sobre los medios dicen: "los niveles social, educativo y cultural de los medios en nuestro país no son todavía una herramienta sana para el desarrollo de la democracia". Me suena a decir: "los medios mexicanos no están preparados para la democracia". ¿Por qué? MB: Es muy atrevido el comentario, pero no es nada más para el caso de México: sucede en los países que tienen democracia avanzada. Incluso hago una cita de Baltasar Garzón, de España, quien en su libro del 2005 señala que los medios tienen que ir a la autorregulación, y ellos mismos marcarse sus límites entre la libertad y el libertinaje, e incluso a los propios intereses a los que responde cada medio. La cita va en ese sentido: que en un país como México, en el que apenas estamos entrando en transición democrática, hay una enorme responsabilidad hoy de los medios en los procesos democráticos. Deben tratar de colaborar con información útil al elector y al votante sobre el proceso electoral. AR: El libro abre y prácticamente cierra con consideraciones sobre el papel que jugó Ernesto Zedillo en el proceso electoral de 2000; por allí se dice que no cumplió como jefe político, porque no le entregó el poder al partido que lo había llevado a él. Finalmente, ¿qué papel jugó Ernesto Zedillo en la campaña del PRI en 2000? En todo caso, ¿qué papel debe jugar un gobernante respecto a su partido en una campaña electoral? MB: En todas las democracias el personaje en el poder tiene una responsabilidad política con el partido que lo llevó a esa nominación, que lo hizo candidato y que lo hizo ganador. En el caso del año 2000 el presidente Zedillo marcó una sana distancia con su partido -como él lo precisó-, y esa sana distancia se mantuvo durante todo el proceso electoral. Creo que en aquel momento el humor político de los mexicanos estaba en la transición, porque era el cambio de milenio, era el cambio de partido en el poder, y en ese momento el presidente Zedillo se condujo más como jefe de Estado que como jefe político, y eso sin duda ha sido bueno para el país. Ya una vez lograda la alternancia en el Ejecutivo, sigue el mismo esquema de que los presidentes de la República son jefes políticos de su partido; pero tienen la obligación de hacer un buen ejercicio de gobierno para mantener al partido en el poder, más que, ya en el proceso electoral, tratar de incidir en los resultados. Entonces su oportunidad es el ejercicio del poder. Si no se aprovecha la oportunidad de corresponder bien a las expectativas de los ciudadanos, les va a ser muy difícil, y por más que quieran entrometerse en los procesos electorales, no pueden modificar el comportamiento social. AR: Una de las ideas básicas del libro es la de que en las campañas electorales hay que tener un mensaje claro que transmitir. Actualmente, ¿cómo ve usted los mensajes de los actuales candidatos a la presidencia de la República? MB: La parte más importante de la campaña electoral es el mensaje; yo señaló que el mensaje tiene que repetirse y repetirse, como un clavo martillado en una pared, hasta que se sostenga sólidamente en la mente del votante. Es la parte más importante de la investigación, porque el mensaje tiene que ir conectado con las aspiraciones del votante, con lo que le duele a la gente, con lo que piensa de la democracia y de un proceso electoral. Creo que de los tres candidatos quien está siendo más consistente en su mensaje -en base, obviamente, a los resultados de las encuestas-, quien tiene mayor recordación en los votantes, es López Obrador, porque su mensaje va dirigido a una gran masa de votantes que es la mayoritaria, y que es "Primero los pobres". Esto marca dos niveles altos de recordación: uno, la mejoría para el segmento de los pobres, y dos, los apoyos para la tercera edad. En segundo lugar de recordación de mensajes está Roberto Madrazo, con seguridad pública, ya que un 15 por ciento de los votantes recuerda esa propuesta. Por último está Felipe Calderón, quien ha tenido problemas para ser consistente con el mensaje, porque sólo el seis por ciento de la población recuerda su mensaje de seguridad pública; sólo el cinco por ciento combate a la corrupción, y cuatro por ciento la propuesta del empleo. La razón de esto es que ha habido errores estratégicos muy graves, como los tres eslóganes que lleva al día de hoy: primero "Valor y pasión por México", que no conecta con lo que le duele a la gente, sino que es más un mensaje de apoyo para la selección de México en Alemania; el segundo, que fue "Manos limpias", el que, al no deslindarse de los Bribiesca, se vuelve un mensaje no creíble de combate a la corrupción, y el tercero, que es "Para vivir mejor", que viene siendo una repetición de un eslogan utilizado por el PRI en el 2003, de manera que es al que más trabajo le está costando conectar el mensaje. AR: ¿El mensaje es la victoria? MB: La estrategia es la victoria; puede más que el voto duro de un partido y que el exceso de dinero. Quien piense que con el voto duro puede ganar una elección está equivocado; quien piense que con exceso de dinero y llenando de spots la televisión puede ganar, está completamente equivocado, porque si esos mensajes en los spots de televisión no conectan con lo que la gente está esperando, no sirven de nada, es dinero tirado. Lo más importante es la estrategia, que está elaborada con base en la investigación de lo que la gente piensa, siente y le duele, para de allí poder definir un mensaje que conecte con la aspiración de lo que los mexicanos esperan de la democracia. Creo que el tema es interesante para complementarlo con el análisis de las estrategias que están siguiendo cada uno de los tres principales contendientes el día de hoy. Sin duda el análisis de las estrategias es lo que nos dice por qué van en primero, segundo y tercer lugares. Todavía no hay nada definido, que las encuestas son fotografías de este mes de marzo. Todo puede pasar por delante, pero que sin duda va a ganar el que tenga la mejor estrategia y sea perseverante en un mensaje que esté conectado con las aspiraciones de la gente. Todavía falta el debate y muchos días para la jornada electoral, de manera que va a ser interesante lo que vamos a ver hacia delante. |
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