Mario Roberto Morales: Sátira del pelón pelonete (idea para novela)

La historia comienza en los años treinta del siglo pasado, en una casona vieja de la ciudad de Guatemala, en la que vive una mujer joven con su madre, quien es una señora muy dominante. La mujer joven tiene un hijo pequeño, a quien la abuela gusta vestir de niña y hacerle "canelones" en el pelo. El pobre niño anda siempre por ahí pintado de la boca y con bucles que le molestan. Cuando crece un poco más, la abuela decide no vestirlo más de nenita pero lo obliga a llevar pantalones cortos. El pobre muchacho se ve forzado a asistir así a la escuela, en donde es objeto de burlas porque, además, a los 15 años se le ha empezado a caer el pelo.

El padre de este pobre individuo resulta ser un torturador de profesión (aunque su oficio original era el de sastre), que trabaja en las ergástulas del régimen militar. Con el tiempo, el muchacho pelón se engancha en el ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN), creado por la CIA para derrocar a Arbenz. Al ocurrir esto, en 1954, el pelón se presenta ante sus compañeros de universidad con el marbete del MLN estampado en una banda alrededor de su brazo, orgulloso de parecerse a los fascistas italianos y de haber "echado al comunismo del país".

Cuando se desencadena la lucha guerrillera, en los años sesenta, el padre del pelón es ajusticiado por las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en una escena espectacular: el torturador se acerca a la casa que frecuenta de vez en cuando para estar un rato con la madre del peloncito, y se apresta a besar a su hija menor, quien corre alegremente hacia sus brazos por la calle. En eso, se oyen ráfagas de ametralladora y un chorro de balas detiene al torturador, quien se dobla y muere en los brazos de la pobre hermanita del pelonete.

El muchacho se mete al Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) (comunista) para vengar a su padre: se hace militante, va a Cuba, a Praga, en donde causa todos los problemas que le es posible causar, conoce a mucha gente a la que delatará ante los antiguos amigos de su padre, y en esas se pasa la vida, hasta que muere su abuela, la que lo vestía de mujer, y le hereda cinco casas en la ciudad, de cuyo alquiler vivirá para siempre. A fin de mantener incólume su imagen de izquierdista y que no se descubra su continuada labor de zapa a lo largo de los años, simula necesitar empleos, trabaja aquí y allá, se crea una imagen de escritor, publica algunos libros y se pasa los años despotricando en contra del PGT y las guerrillas, alegando traición cuando esto es posible.

Al envejecer, fiel a la imagen de rebelde que se forjó bajo la influencia de la generación beat estadounidense, comienza a escribir sus memorias, las cuales publica en un diario local. Su versión de lo que ha vivido es, naturalmente, ficticia, y en ella solamente él se salva de su propio juicio moral. A pesar de todo, se dice a sí mismo, ha logrado desempeñar con éxito el personaje que creó y que le ha permitido no revelarse ante el mundo ni ante sí mismo como lo que verdaderamente es: un diminuto pelón miedoso y acomplejado gracias a una familia que no se le puede desear ni al peor enemigo.

La obra termina cuando el pelonete, ya muy anciano, se encuentra amargado porque algunos lo embroman diciéndole que es un hombre de principios y de avanzada (de principios del siglo pasado y avanzada edad). Luego, en un sudoroso despertar abrupto de madrugada, el viejo calvo y encogido se pone a llorar con desconsuelo porque en el sueño ha tenido un instante de revelación y ha comprendido de pronto que deberá volver a vivir la misma vida una y otra vez, hasta que aprenda a ser y a aparentar ser quien verdaderamente es.

(*) También publicado en A fuego lento