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La insignia
15 de septiembre del 2005


La verdadera guerra de los mundos


Ignacio Illarregui Gárate
La Insignia. España, septiembre del 2005.

La verdadera guerra de los mundos, de João Barreiros
Editorial Bibliópolis. España, junio de 2005
Traducción de Antonio Rivas Gonzálvez y Jesús Gómez Gutiérrez


Es una pena que ciertos libros como La verdadera guerra de los mundos no estén despertando la expectación que debieran por razones tan peregrinas y asentadas como su desconocido autor (acentuado por el hecho de que es portugués) o lo disuasorio de su precio. Por mucho que los 17,95 euros que tiene marcados estén justificados, para muchos degustadores de literatura fantástica se hace cuesta arriba pagar dicha cantidad por un libro oportunista, que tiene un número de páginas ajeno a los cánones actuales (200; el consumidor siempre busca la mejor relación número de páginas/precio) y un tamaño de letra generoso (no hay más que comparar, por ejemplo, con su compañero de colección Sherlock Holmes y las huellas del poeta, libro que en palabras ocupa el doble de extensión, ha sido encajonado en 100 más y apenas cuesta un euro adicional). Y aunque la editorial no lo explicite en el volumen, no es una novela sino la suma de tres novelas cortas. Pero digo bien, es una pena. El derroche de imaginación, agudeza, devoción, ingenio y sagacidad que cultiva João Barreiros merece mejor suerte. Déjenme explicarles por qué.

Las dos primeras novelas cortas que reúne, "No nos complace" y "La verdadera invasión marciana", forman una construcción circular coherente que, a parte de suponer un homenaje a H. G. Wells, goza de características propias que la hacen destacable. Aunque el comienzo de "No nos complace" sea poco sorprendente. Juega a ser una continuación de La guerra de los mundos, situando a su autor, Julio Verne, Edgar Rice Burroughs, y dos creaciones literarias suyas, el Doctor Moreau y John Carter, como parte de una expedición de castigo al planeta rojo contra el vencido invasor marciano en la primera década del siglo XX. Pertrechados con una tecnología que mezcla la de la época con la recuperada a partir de los vehículos marcianos, acaban perdidos en la superficie de Marte sin muchas posibilidades de supervivencia... hasta que se topan con una construcción inmensa en la que, a medida que van profundizando, descubrirán la verdad que hay detrás de todo el azar que les rodea.

¿En qué momento este ejercicio de revisión, ya visto otras veces, gana entidad? En mi humilde opinión, la sabia baza de Barreiros radica en el inmenso poder acumulativo que le imprime al conjunto. Como continuación de la obra de Wells y, por extensión, de los romances científicos de finales del XIX, además de coherente supone un guiño tejido con ingenio. Es accesible para el lector novato, que jamás se sentirá rebasado por exigencias inabordables, pero también dispone de esa textura genuina que los lectores más curtidos sabrán apreciar. Actualiza las maneras del clásico, le dota de mecanismos literarios ajenos a él (la narración se desarrolla en un tiempo presente que mantiene el suspense y allana la inmersión tanto en la historia como en la resolución del misterio) y baña sus ingredientes con una perspectiva actualizada, imbricando ironía, crítica y análisis en una síntesis compacta que presenta lo mejor que la ciencia ficción ha deparado durante el último siglo y lo que hoy en día depararía si no se hubiese perdido un poco el norte. Buenos personajes, varios enigmas que resolver, dosis adecuadas de especulación, una imaginación afinada, una razonable exposición de la naturaleza humana, un desenlace armonioso,… Incluso algo de acción. Una serie de circunstancias que lo hermanan con las otras dos piezas.

"La verdadera invasión marciana" parte de la respuesta ofrecida en el desenlace de "No nos complace" para cerrar la circunferencia y acercarnos a cómo se tejió el enrevesado entramado que llevó a los marcianos hasta nuestro planeta. Una invasión preparada a lo largo de millones de años, en un lúcido y abracadabrante plan repleto del más esencial afán de venganza que no tiene su origen en lo evidente. Como en la mayoría de los procesos históricos, detrás de lo superficial reside un complejo armazón de circunstancias cuyo desencadenante en un hecho a priori venial.

De nuevo nos encontramos ante una ironía aguda, un profundo pesimismo en lo que se refiere al progreso humano, un total desprecio por lo políticamente correcto y un extenso conocimiento tanto de la tradición de la ciencia ficción como de sus mecanismos a la hora de analizar la realidad. Un análisis en el que la reivindicación de la imaginación se convierte en herramienta paradigmática: es su represión la que acaba originando el problema, fruto de una utilización completamente "racional" no sólo de la ciencia y la tecnología (¿cuántas veces han oído la cantinela el sueño de la razón engendra monstruos) sino también de las correcciones sociales y la coacción en pro de un bien común, que engullen aquello que nos define como humanos.

Junto a ambos se ha publicado "Disney en el cielo entre los dumbos", que argumentalmente no tiene nada que ver pero que participa del mismo corpus conceptual. Los dumbos son unos alienígenas varados en el sistema solar después la destrucción de la nave con la que vagabundeaban por la Galaxia. Desafortunadamente para el género humano estos seres se nutren de los recuerdos de otras especies y acaban amenazando a toda la humanidad, convertida en un depósito de "pasado" dispuesto a ser devorado por unos insaciables fagocitadores de sensaciones que abocan a cada individuo a su completa aniquilación.

Al relato se le puede aplicar todo lo comentado anteriormente, de ahí lo ideal de su inclusión en la colección, y alguna cualidad más. Los pasajes durante los cuales el lastimoso humano que sufre la parasitación va perdiendo sus recuerdos de vivencias, olores, colores, sabores, sentimientos, tristezas,… se transmiten con una notable viveza, sensibilidad y variedad de recursos. Además, en estos tiempos en los que se busca la completa accesibilidad del usuario hacia cualquier producto, Barreiros nos aleja desde su inicio de cualquier referente conocido y nos incomoda sumergiéndonos de lleno en otra realidad. Un mundo futuro que hay que descubrir a través de otros ojos y que en parte acaba teniendo sentido, y en otra parte, no. Como suele ser cuando analizamos una cultura diferente y seguimos a alguien que está perdiendo aquello que le permite describir lo que está ocurriendo.

Por último, me agrada una idea que he creído detectar durante su lectura (no sé si erróneamente) y que ya ha sido expuesta en otros contextos por determinados autores, como Neal Stephenson en su ensayo En el principio fue la línea de comandos. Resulta que Walt Disney es adorado por los dumbos como si fuese una especie de dios. ¿Por qué estos monstruos que representan el fin de aquello que da un sentido a nuestra existencia (la memoria) acaba siendo idolatrado de esta forma? No puedo quitarme de la cabeza la idea de que su trivialización de los cuentos infantiles, a los que acabó desbrozando de sus componentes primordiales, sacrosanta referencia de una parte de los contenidos que el mercado destina a los niños y preadolescentes, ha contribuido al condicionamiento (¿o debería decir castrando?) de la imaginación de generaciones que se entregan como corderos a lo fácil, directo, inocuo,… sin preocuparse por qué puede haber detrás. Una colonización en toda regla que ha eliminado del imaginario colectivo extensísimas regiones repletas de historias más profundas y complejas, reducidas a la mínima expresión por la temible máquina de la usabilidad. Larga vida a la simplificación, la uniformidad y la repetición de esquemas.



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