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17 de octubre del 2005 |
Rafael Poch de Feliu
El pasado agosto, mientras un campesino enfermo terminal de cáncer, hacía detonar una bomba casera en un autobús en la provincia de Fujian, en un atentado suicida motivado por la desesperación de no poder costearse el tratamiento, el Ministro de sanidad chino, Gao Qiang, hizo estallar la suya. Las reformas sanitarias de los últimos años, dijo, han sido un "fracaso". Diversos informes de prensa pusieron la salsa para acompañar esa declaración.
Uno afirmaba que los beneficios de los hospitales aumentaron un 70% entre el año 2000 y el 2003, pese a que cada año tratan a menos pacientes y que solo el 25% de la población urbana y el 10% de la rural, dispone de algún tipo de cobertura medica. Otro, a cargo de Zhang Xun, una funcionaria del ministerio de sanidad, daba cuenta de los resultados de una encuesta en 116 distritos rurales: la mitad de los niños campesinos de menos de cinco años que fallecen de enfermedad (principalmente prematuros, bajos de peso o asfixiados en el nacimiento, o neumonía) no reciben asistencia médica en hospital, un 20% porque no reciben ningún tipo de asistencia y un 28% porque no fueron admitidos en hospitales (por falta de prepago) y solo recibieron diagnóstico en dispensarios. "Desarrollistas" contra "armonizadores" Desde el brote de Sars de hace dos años, los dirigentes chinos mantienen un debate sobre la lastimosa situación de su sanidad. Ese debate contiene un pulso político al más alto nivel, entre los "neoliberales-desarrollistas", que gozaron de incontestable hegemonía política en los últimos veinte años, y los "armonizadores", agrupados alrededor del concepto "sociedad armoniosa" ("He xie she hui") del Presidente Hu Jintao, que llaman la atención sobre los desequilibrios y defienden planteamientos de tipo social. Unos y otros, forman parte del mismo "Partido Comunista", pero sus diferencias contienen algo parecido a la polémica entre socialdemócratas y conservadores en Europa, o a la tradición europea de "estado de bienestar" contrapuesta al "arréglatelas como puedas" privado a la americana. Este debate está siendo ninguneado por la publicística occidental, obsesionada por asuntos tan artificiales como la revaluación del yuan o el "peligro militar chino", pero es el más significativo en la China de hoy. El eje del actual tira y afloja, es el discurso sobre la necesidad de un nuevo impulso social para mantener la estabilidad, con un nuevo énfasis en la justicia social, criticando la mentalidad meramente orientada al beneficio, lo que tiene multitud de consecuencias, desde las preguntas sobre el desastroso precio medioambiental del desarrollo, hasta el sentido de tener 700.000 millones de dólares de reservas en divisas, que podrían movilizarse para estabilizar socialmente el país, en lugar de contribuir a financiar el déficit americano (todo el mundo sabe que la sobrevaloración del dólar es mucho más significativa que la subvaloración del yuan). En su último pleno, celebrado esta semana en Pekín, el Comité Central del Partido Comunista ha adoptado las directrices para el undécimo plan quinquenal (2006-2010) en materia de economía y desarrollo social. Según el comunicado emitido, los nuevos acentos introducidos incluyen tres direcciones. Primero, del "enriquecerse es glorioso" de Den Xiaoping, se pasa a la "prosperidad común", es decir, el acento se coloca sobre más nivelación social. Segundo, de la obsesión por la "tasa de crecimiento" se pasa al "desarrollo sostenible", es decir; "el crecimiento no es el objetivo final del desarrollo", explica la agencia "Xinhua". "Perseguir ciegamente el desarrollo económico nos ha llevado a la inversión a ciegas, al perjuicio medioambiental y a la falsa contabilidad", dice. En los próximos cinco años, el crecimiento económico vendrá definido, "como mejora de la calidad de vida". Tercero, se quiere potenciar los servicios sociales, "para hacer frente a los desequilibrios del desarrollo económico y social. "Los máximos dirigentes han subrayado que es urgente resolver el problema de un fuerte desarrollo económico (lastrado por) un débil desarrollo social". La discusión sobre si todo esto tendrá alguna consecuencia seria, es legítima, pero es indudable que no hay política sin enunciado previo de los problemas que se quiere atajar, y que el actual enunciado es el correcto, independientemente de si se lograrán los objetivos proclamados. Una vez reconocida su crisis y "fracaso", la sanidad ha sido puesta en el centro de esa batalla. No es casualidad: -Se estima que la mitad de la población china no puede permitirse asistencia médica en caso de enfermedad. -Solo el 25% de la población urbana y el 10% de la rural dispone de algún tipo de seguro médico. - El 75% del gasto en sanidad se dirige a la China urbana, donde vive menos de un tercio de la población. El campo, con más del 60% de la población, recibe el 25% de los recursos. -China ocupa el cuarto puesto mundial, por la cola, en equidad en el acceso a la sanidad. -El país cuenta con120 millones de casos de hepatitis B y un claro peligro potencial de explosión de Sida en el mundo rural. -Trescientos millones de habitantes no tienen acceso a agua potable. Casi la mitad de la población de China consume agua contaminada por residuos animales o humanos más allá de la norma. Solo una cuarta parte de las aguas residuales domésticas son tratadas. Veinte años de abandono En los años 60, China fue uno de los primeros países en desarrollo que logró erradicar toda una serie de enfermedades infecciosas. Su progreso respecto a India, fue espectacular. En aquella época, el 80% de los campesinos chinos tenían acceso a una rudimentaria, pero valiosa, red sanitaria financiada a nivel local, a cargo de los llamados "médicos en alpargatas", frecuentemente campesinos con una formación sanitaria rudimentaria. Con la reforma de Deng Xiaoping y la disolución de las comunas rurales -que tuvo otros efectos positivos- esa red se disolvió también. En 1980 los gastos del estado chino en sanidad representaban el 2,5% del PIB, mientras que ahora son del 1,7% y se dirigen en un 75% a la China urbana, donde vive menos de un tercio de la población total del país. El campo, con más del 60% de la población, recibe el 25% de los recursos en sanidad. Desde finales de los ochenta, los costos de la atención sanitaria se encarecieron, pero las rentas rurales se estancaron, o aumentaron mucho menos. La brecha de ingresos entre ciudad y campo no ha hecho más que aumentar en los últimos años, explica Qiu Xiaohua, vicedirector del Departamento nacional de estadística. La proporción era de 2,9 a 1, en 2001, 3,1 / 1 en 2002, y 3,2 / 1 en 2003 y 2004, pese a medidas de apoyo a los campesinos como la abolición del impuesto agrario. Qiu dice que, "si se consideran otros factores, como vivienda, educación y sanidad, esa brecha aun es mayor". Campesinos aislados y debilitados Otra investigadora, Yang Tuang, vicedirectora del Centro de investigaciones de la política social de la Academia china de ciencias sociales, describe así esos "otros factores", no contabilizados en estadísticas, que han multiplicado el deterioro general de la vida en el campo en los últimos veinte años: "Después de que la tierra se distribuyera a las familias campesinas, los ingresos aumentaron, pero, por la ausencia de redes de protección social, de recursos públicos de bienestar social y de vida comunal en general, los campesinos han sido completamente atomizados y han regresado a un tipo de vida aislada y dispersa. Muchas instalaciones públicas, como las escuelas rurales, dispensarios, locales para la gente mayor, etc están en ruinas. En algunos pueblos, ya no hay locales de reuniones, ni más espacios de encuentro que el mercado. Además de los efectos de la privatización de los dispensarios, se han abandonado las tradiciones de asistencia mutua, deteriorando las relaciones humanas. Por todas esas causas, la vida social en los pueblos no solo no ha mejorado, sino que está empeorando". "Desde hace veinte años, China no ha invertido en sanidad pública, confiando en que la gente la pagaría por si misma, pero nadie paga sistemas y redes nacionales de prevención y control, que solo el estado puede costear. Es hora de que China vuelva a invertir en sanidad", dijo el representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Pekín, Henk Bekedam, en plena crisis del Sars. Hoy la OMS sitúa a China en el cuarto puesto, por la cola, en una lista de 190 países, en cuanto a equidad en el acceso a la sanidad. China solo es superada en desigualdad en el acceso a la atención sanitaria por Brasil, Birmania y Sierra Leona, datos que un estudio oficial del gobierno chino califica de "vergonzosos". Reacción Este replanteamiento para poner límites a la peligrosa y creciente desigualdad creada por la apisonadora neoliberal, provoca encendidas reacciones. En agosto, un artículo del semanario económico pekinés "Caijing" comparó las "llamadas histéricas" en pro del seguro médico generalizado, al voluntarismo del "Gran Salto Adelante", que "hundió al país en varios años de hambre". "No ha sido la reforma de mercado lo que ha creado los problemas, sino la falta de reforma", señalaba, antes de proponer como solución, "más competición en el sector sanitario para que más empresas participen en el mercado". "En la China de hoy", clamaba, "hay una tendencia a acusar a las reformas de mercado de todos los males". "Este populismo barato no debe ser tolerado", concluía. Poco antes, "Diario del Pueblo", órgano central del partido, una publicación, por tanto, mucho más señalada, publicó una editorial en la misma línea, que defendía la inevitabilidad de la creciente desigualdad social en la actual fase de desarrollo. El artículo apuntaba la tesis de los economistas neoliberales de la época del anterior primer ministro Zhu Rongji, profundizar la apertura ("Kai fang"), sin mencionar, ni en una sola ocasión, el término "sociedad armónica", acuñado por el actual Presidente, Hu Jintao. El principal peligro a la estabilidad no es la desigualdad, sino una caída del crecimiento por debajo del 8% anual, afirmaba. "La idea de la seudoeficacia, según la cual no debe haber nada gratis bajo el cielo está perjudicando el desarrollo del país a largo plazo", contraataca Zheng Gongcheng, director del Centro de investigaciones sobre seguridad social de la Universidad del Pueblo. "Los clamores de protesta sobre la "enfermedad del bienestar", en cuanto se menciona la necesidad de una seguridad social, son una obvia neurosis. La idea de que mencionar la justicia social es pensar en robar al rico para remediar al pobre, no es más que un reflejo egoísta de determinada gente", explica este experto. Hace tres años, en otoño del 2002, la llamada "cuarta generación" de dirigentes, con el Presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, inició su acceso a la cumbre institucional en China. El relevo en el poder está siendo paulatino y ha venido más marcado por la continuidad que por el cambio, pero en este tipo de regímenes, hacen falta años para afianzar posiciones de poder. Tres años después de aquel inicio, se dice que el Presidente Hu y el primer ministro Wen, aun tienen muchas posiciones por consolidar, para lo que el XVII Congreso del Partido Comunista, en el otoño del 2007, puede ser importante. Ese es el contexto del actual pulso a propósito de la sanidad y de la "sociedad armónica". El paradigma de Henan Con 92 millones de habitantes, la más poblada del país, Henan ejemplifica el desprecio burocrático por la vida humana y la irresponsabilidad de una administración provincial, al parecer onmipotente. A principios de los noventa, las autoridades sanitarias de esa provincia de China central, iniciaron una campaña para fomentar la donación de sangre. La campaña, en relación directa con la industria farmacéutica, llegó a ser muy popular entre los campesinos pobres, que encontraron una inesperada fuente suplementaria de ingresos. También entre los funcionarios, que vieron enseguida sabrosos negocios, y se llevaron la parte del león. Errores garrafales en la higiene y los procedimientos, como la mezcla de la sangre y la inoculación a los donantes de los glóbulos rojos desde contenedores no esterilizados, produjeron una masiva difusión de enfermedades como el Sida y las hepatitis (B y C). El número de afectados se estima a partir de los 300.000. Desde 1994, tanto el gobierno provincial de Henan como el central, fueron informados de este accidente -la campaña se paró sin explicaciones, provocando incluso protestas campesinas a causa de la retirada de aquella fácil fuente de ingresos- pero hasta el año 2003, no se hizo nada. Entretanto, decenas de miles de campesinos de Henan han muerto, y toda una serie de pueblos registran una tasa de seropositivos superior al 50% de la población. Periodistas, médicos especialistas, afectados y la gente responsable en general, que advirtió e intentó exponer y airear el asunto, fue amonestada, perseguida o reprimida, con algunos casos de encarcelamiento. El tema se cerró a la prensa nacional -algunos periodistas fueron duramente represaliados por insistir en su deber cívico- y los informadores extranjeros que se han ocupado del asunto, deben hacerlo burlando a las autoridades locales, en condiciones de semiclandestinidad. Los responsables provinciales de la sanidad (Liu Quanxi) el jefe del partido comunista de Henan entre 1992 y 1998 (Li Changchun), el gobernador entre 1998 y 2002 (Li Keqiang) y otros, han sido ascendidos desde entonces. Li Changchun, ascendió en 2002 al comité permanente del Politburó, máximo órgano ejecutivo del país, que cuenta con solo nueve miembros. Además de los "distritos del sida", en Henan, hay también unos "pueblos del cáncer". En total son unas 120 aldeas, afectadas por la contaminación de las aguas del río Shunying, el principal afluente del Huai, por causa de una sola y enorme fábrica de glutamato de sodio, un saborizante muy popular en la comida china que expertos occidentales consideran dañino para la salud. En 20 pueblos hasta el 80% de las defunciones son por cáncer, en el resto hay una tasa muy elevada, pero menor. El problema es resultado de que la población de la zona, alrededor de 1,2 millones de habitantes, consumió durante años agua repleta de sustancias cancerígenas de esa fábrica, pero todavía hoy, los controles de contaminación de las aguas, los realiza furtivamente una ONG llamada "Asociación de guardianes del río Huai", cuyos activistas son los principales sostenedores de la abandonada población. Las autoridades obstaculizan la labor de esta ONG, dirigida por el periodista Huo Daishan, que recibió una llamada amonestadora de los dirigentes locales tras acompañar a "La Vanguardia" por los pueblos de su atormentada región. Así pues, lo que, para el observador cómodamente instalado en Pekín, puede ser un interesante pulso político, para la masa rural que puebla la provincia de Henan, la inversión en sanidad y una actitud más humana de las autoridades, es, literalmente, un asunto de vida o muerte. |
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