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21 de mayo del 2005 |
Luis Peraza Parga
Nadie duda de que Miguel Angel Moratinos, actual ministro de Asuntos Exteriores de España, es un buen tipo. Sencillo, jovial y afable en su forma y fondo al hablar. Su trayectoria profesional nos habla de un buen negociador en asuntos internacionales; ejerció largos años como enviado especial de la Comunidad Europea en el conflicto palestino-israelí y fue entonces cuando nos acostumbramos a verlo a la vera de Arafat y del primer ministro israelí de turno, en negociaciones que nunca dieron fruto. Lamentablemente, aunque la Unión Europea sea un gigante económico, continúa siendo un enano político (en vísperas de crecimiento gracias a la buena labor del todoterreno Solana) ya que, a diferencia de lo que sucede con EE.UU., nunca ha tenido la capacidad política de conminarlos a reunirse en Bruselas.
La indiscreción de Chávez, apoyada alucinantemente por el bonachón ministro, sobre el supuesto apoyo del gobierno de Aznar al efímero golpe de estado empresarial carmonista en Venezuela fue una falta gravísima en el jefe de la diplomacia de un país democrático. No porque no fuera cierto, ya que entra dentro de lo posible, sino por no haber presentado una querella criminal y las pruebas de su acusación ante el primer juzgado de guardia. Los medios de comunicación no son las vías apropiadas para lanzar acusaciones de tamaña envergadura. Ahora se permite el lujo de boicotear, basándose en las informaciones recogidas en una rápida primera visita a Croacia, el justo embargo de negociaciones de adhesión adoptado por la Unión Europea contra aquél país por el contundente informe de la poco diplomática pero eficaz fiscal del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, en el sentido de la falta de voluntad política para localizar y arrestar a criminales de guerra que viven tranquilamente en su territorio. La obligación contraída por los países de la antigua Yugoslavia con este tribunal se desprende de resoluciones obligatorias del Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, a veces es más eficiente el apoyo entre organizaciones internacionales, en este caso la Unión Europea y el TPI, para conseguir que los máximos genocidas y criminales de guerra paguen por sus crímenes. Es la materialización de la fábula del burro, el palo y la zanahoria, en mi opinión necesaria para no consolidar la impunidad. Carla del Ponte, que también ha cometido sus errores (como rechazar en 1999 una acusación contra la OTAN por el delito de lesa humanidad resultado de una operación aérea contra civiles en Kosovo), se ha comprometido a no conmemorar los diez años de la masacre, confirmada como genocidio por el Tribunal, de ocho mil musulmanes bosnios ejecutados extrajudicialmente, en un lapso de una semana, después de la caída de Srebenika, precisamente ante la ignominia de que los que ordenaron esta atrocidad sigan viviendo libremente en naciones que, al mismo tiempo que los cobijan, dicen querer recuperar la normalidad democrática y el estado de derecho. Contradiciendo informes de verdaderos expertos en la situación de las antiguas repúblicas socialistas yugoslavas, Moratinos se mostró deseoso de que la Unión Europea levante en junio sus últimas reservas al inicio de las negociaciones para la adhesión de Croacia, que deberían haber comenzado el pasado 17 de marzo, porque encontró en Zagreb "una voluntad de cooperar plenamente con el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia." ¿Equivocado afán de protagonismo o incapacidad manifiesta de estar a la altura del cargo? Moratinos parece un hombre bueno, pero no es un buen ministro. |
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