Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
22 de marzo del 2005


La guerra de EEUU en Asia


Rafael Poch-de-Feliu
La Vanguardia. España, marzo del 2005.


Pekín.- "Es Estados Unidos, y no Europa, quien está defendiendo el Pacífico", dijo ayer en Seúl Condoleezza Rice. La secretaria de Estado estadounidense lo dijo con la irritación que le produce la certeza de que el embargo de venta de armas de la UE a China, tiene los días contados. No es un problema de armas, sino de disciplina.

El presidente francés, Jacques Chirac, lo dijo con toda claridad el año pasado: "el levantamiento del embargo significa un hito en el que Europa debe elegir entre los intereses estratégicos de EEUU y de China, y elige China". Ese es el problema, y esa indisciplina había tenido el viernes otro disgusto: la cumbre ruso-europea de París.

El encuentro de Zapatero, Chirac y Schröder con Putin en París, recreó el fantasma de lo que la política de Washington intenta evitar a toda costa en el viejo continente desde el fin de la guerra fría: la emergencia de una Europa integradora de Rusia, y alternativa a la Europa atlantista, comparsa del hegemonismo más irresponsable.

El levantamiento del embargo de armas a China forma parte de la general apuesta por la multipolaridad. De Brasil, a India, de la UE a China, de Rusia a Irán y Canadá, todos los que cuentan en el mundo, en América, Asia y Europa, menos Estados Unidos e Israel, apuestan por ella, lo que incluye el "dialogo de civilizaciones" como alternativa a su conflicto.

La expresión "defender el Pacífico", encierra toda una mentalidad. El funcionario de la Casa Blanca que el día 13 informó en Washington a la prensa de la gira asiática de Rice, la retrató: "hemos estado ayudando a Asia durante mucho tiempo, hemos librado allá tres guerras y queremos mantener nuestras garantías de seguridad". La guerra de Vietnam forma parte de esa gloriosa tradición de "defensa del Pacífico". Y la de Corea.

La secretaria de Estado se presenta como moderadora de los conflictos y desaguisados que la política de Washington agrava. Solo el 19% de los coreanos del sur, los primeros "amenazados", apoyan la política estadounidense de "cambio de régimen" en Corea del Norte, que está en el origen de la opción nuclear de Pyongyang. Asia ya no es zona colonial, sino la fábrica del mundo. Mas de 1800 empresas surcoreanas quieren producir en Corea del Norte e invertir allá 10.000 millones de dólares. El desmoronamiento del régimen norcoreano, sembraría de problemas la región, comprometería el crecimiento en el noreste de China, y costaría 600.000 millones de dólares durante diez años, a Corea del Sur, según el cálculo de su gobierno.

En la penúltima jornada de su gira asiática de ocho días por seis naciones, Rice llegó ayer a Pekín, pisando terreno resbaladizo. El mundo está en otra sintonía. Hoy, Asia Oriental no quiere más de esa "ayuda", no quiere otra guerra de Corea, ni tampoco una guerra contra China por Taiwán.

Rice se entrevistó ayer con el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao. Para los chinos, la relación con Estados Unidos es demasiado importante, y su situación interna demasiado crítica y frágil, como para armar escándalos, pero, en su última declaración sobre Taiwán, el primer ministro Wen subió el tono; "No deseamos ver ninguna interferencia extranjera allá, pero tampoco tememos que ocurra", dijo.

Mientras en occidente los titulares son sobre el pujante militarismo chino y sus amenazas hacia Taiwán, y la "crisis nuclear" norcoreana, la realidad va por otro lado. Esta administración está tejiendo una ilusa estrategia de "guerra contra China", con Japón como eje. "Desde el fin de la guerra fría, y especialmente con la administración Bush, Estados Unidos ha venido haciendo todo lo posible para inducir y acelerar el rearme japonés", dice Chalmers Johnson, uno de los grandes especialistas estadounidense en Asia. Esa política, "promueve la hostilidad entre China y Japón, las dos superpotencias regionales, sabotea la posible solución pacífica de los problemas de Taiwán y Corea del Norte, y crea las bases de un posible conflicto chino-americano".

El proyecto estadounidense es convertir a Japón en "la Inglaterra de Asia", es decir, en el chico de los recados en la región, siempre dispuesto a participar en las aventuras militares del jefe. También quieren su dinero y técnica para el dudoso escudo antimisiles de Bush, que los rusos ya han burlado con su nuevo y barato nuevo misil "Topol-M".

Hasta hace dos años, Japón fue el mayor socio comercial de China, pero desde el 2004, la Unión Europea y Estados Unidos le han superado, y el plan de Corea del Sur es relegar a Tokio al cuarto puesto. "La prosperidad de Japón depende en gran parte de China, pero la de China puede sobrevivir sin Japón", dice Johnson.

La situación interna en Japón es alarmante. Frente a la realidad de su declive vital, económico y demográfico, su actual gobierno pretende avanzar hacia detrás.

El primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, visita regularmente desde el año 2001 el santuario de Yasukuni de Tokio, un monumento a la gloria del imperialismo japonés en el que están enterrados el General Tojo y otros seis criminales de guerra ahorcados por los aliados tras la segunda guerra mundial. Koizumi también ha colocado en su gobierno a todo un rosario de antichinos y amigos de Taiwán, como el ministro de exteriores Nobutaka Machimura y el de defensa, Yoshinori Ono. Con su gobierno, se corrigen los libros de textos y se califica de "leyendas", crímenes como la matanza de decenas de miles en Nanking, lo que enfurece a los chinos y a todo aquel que recuerde a los, aproximadamente, 23 millones de chinos matados por los japoneses en Asia durante la segunda guerra mundial.

Taiwán es el único lugar de Asia en el que los japoneses son queridos, y Estados Unidos ha implicado a Japón en su padrinazgo militar del independentismo taiwanés. Con una declaración conjunta firmada en Washington en febrero, Japón se unió, por primera vez, a Estados Unidos al identificar la seguridad en el estrecho de Taiwán como su "objetivo estratégico común".

El propósito de la estrategia estadounidense es impedir el inevitable resurgir de la vieja China, que, como el de la vieja Europa, no necesariamente debe ser un factor de agresividad global, precisamente a causa de la experiencia que tienen los ancianos. Ese propósito es muy contradictorio.

Un estudio oficial de EEUU sobre la valoración del poderío militar chino, concluyó el año pasado que la correlación de fuerzas militares, tanto global como en Asia, continuará siendo favorable a Estados Unidos los próximos veinte años. Eso no impide continuas declaraciones de altos funcionarios sobre el "peligro militar chino", que los medios de comunicación europeos repiten sin el menor criterio, así como el cerco militar alrededor de China y sus fuentes de suministro energético, que se viene perfeccionando desde el 11 de septiembre del 2001.

Además de las bases en Japón y Corea del Sur, se ha incrementado la potencia en Guam -isla arrebatada a España en el XIX desde la que en los setenta se bombardeaba Vietnam- , destacando allá bombarderos y submarinos estratégicos. Además de las bases obtenidas en Kirguizstán, Tadzhikistán, Afganistán y Uzbekistán, se intenta obtener nuevas bases y presencias en el sur de Asia, fortaleciendo relaciones militares con Tailandia, Malasia, Sri Lanka, India y Singapur, así como peticiones para patrullar los estrechos de Malaca invocando piratería, de momento denegadas.

Esta "guerra contra China" es aun más irracional si se tiene en cuenta que China es un factor de "estabilidad económica global": su desarrollismo está contribuyendo a sostener lo insostenible unos cuantos años más. Esto es particularmente cierto referido a Estados Unidos.

Con el grueso de sus reservas de 600.000 millones, en dólares, y casi 200.000 millones de ellas colocadas en bonos del tesoro estadounidense, China es el segundo sostenedor mundial del dólar y de la deuda de Estados Unidos. Rusia tiene otros 80.000 millones en esa apuesta. Eso significa que ambos países sostienen el déficit por cuenta corriente estadounidense, superior a los quinientos mil millones de dólares (5% del PIB de EE.UU), incluidos los gastos de la guerra de Irak. Esa realidad contrasta con la actitud arrogante hacia ambos países, e insultante hacia China en el tema de Taiwán.

"Un deudor manirroto que insulta a su banquero no puede ser calificado de sabio, los dirigentes americanos están ciegos frente a la adversa correlación de fuerzas que se está acumulando contra ellos", dice el ilustre economista William Greider.

El nombramiento de John Bolton, un enemigo de la ONU como embajador en la ONU, es una especie de chiste. Bolton es un conocido partidario de la independencia de Taiwán y fue consultor a sueldo del gobierno de Taipei.

Desde 2001, la administración Bush presiona para vender a Taiwán 20.000 millones de dólares en armas de última generación. La venta incluyó un intento de estropear, de paso, la relación de la UE con China, implicando en la operación a algunos gobiernos europeos despistados como la administración Aznar, que acabó por no morder el anzuelo. En Pekín, Rice hablará hoy de la "ley antisecesión" china, del peligro norcoreano y de la "estabilidad en el estrecho de Taiwán", pero la realidad va por otra parte.

El embargo de venta de armas a China se estableció en 1989, en respuesta a la represión del movimiento de Tiannanmén. El gesto de la UE no es económico, sino político. China vive hoy aquella sanción como una humillación y se surte de armas en Rusia. Solo Estados Unidos, que quiere vender 20.000 millones en armas a Taiwán, se opone al levantamiento del embargo. Hasta la fiel Australia, que busca un acuerdo de libre comercio con China, ha dicho que apoya el levantamiento.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto