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La insignia
15 de junio del 2005


Ecuador

Disputa geopolítica de Brasil y EEUU


Kintto Lucas
La Insignia*. Ecuador, junio del 2005.


La caída de Lucio Gutiérrez todavía encierra algunas interrogantes que talvez se vayan respondiendo con el correr de las semanas, meses y hasta años. La presencia de la embajadora estadounidense en el Palacio de Carondelet el miércoles 20 de abril para sacarle el apoyo al ex presidente y exigirle que renunciara, puso de manifiesto que Estados Unidos ya no veía viable la continuidad de Gutiérrez.

Como ya fue analizado en su oportunidad en diversos medios de comunicación, la presión de la embajada de Estados Unidos al coronel a través de sus entidades paralelas, tipo USAID, tenía como objetivo hacer definir claramente a Gutiérrez sobre determinados aspectos que no lo había hecho y que atañen a las multinacionales estadounidenses.

El juicio de las comunidades amazónicas contra Texaco, sobre el que Gutiérrez no había asumido una posición a favor de la trasnacional como se quejaron los directivos de la compañía en carta al presidente estadounidense, George W. Bush, y al Congreso, pidiendo que retiraran a Ecuador del ATPDA (Acta Preferencial de Comercio Andino) por no asumir Petroecuador la responsabilidad de la contaminación petrolera por la que se lleva adelante la acción judicial contra Chevron Texaco, era uno de los temas que preocupaban y preocupan a Washington.

El caso de la devolución del IVA petrolero a la compañía Occidental es otro asunto en el que Gutiérrez no se había definido a favor de esa trasnacional petrolera estadounidense, como quería la embajada.

El involucramiento directo de las fuerzas armadas ecuatorianas en el combate a la guerrilla colombiana, al que se opusieron y se oponen las propias Fuerzas Armadas, no necesariamente uno u otro gobierno, es otra cuestión que molestaba a Estados Unidos porque no veía capacidad en Gutiérrez para imponer a los mandos militares ecuatorianos la participación en esa guerra.

Esa negativa de involucrarse de las Fuerzas Armadas puso al descubierto la participación de la policía ecuatoriana en el Plan Colombia y en la coordinación de acciones represivas con la inteligencia estadounidense y colombiana. Según fuentes militares, eso molestó a Estados Unidos, porque dejó ver una carta que debía permanecer oculta para las acciones de inteligencia y coordinación represiva. El nombramiento de Óscar Ayerve (a quien diversas fuentes ubican como la línea directa entre la embajada de Estados Unidos y Gutiérrez desde que éste paso a la segunda vuelta electoral en el 2002) como ministro de Gobierno podría consolidar el papel de la policía dentro del esquema geoestratégico estadounidense, yendo tal vez hacia una mayor militarización policial, teniendo en cuenta que la participación de las Fuerzas Armadas en ese plan estaba y está casi descartada.

Los hechos enunciados habrían sido causa suficiente para que la embajadora Kristey Kenney perdiera la confianza dentro del Departamento de Estado y se hubiese decidido que terminados los tres años para los cuales había sido designada en Ecuador, dejara el país.

Sin embargo, hay dos asuntos que preocuparon y preocupan mucho más a Estados Unidos: la influencia cada vez más importante de Brasil a nivel económico y militar en el país, y el intento de fortalecer la participación de China en la explotación petrolera en detrimento de las empresas norteamericanas. La influencia brasileña ha ido quedando más clara en los últimos meses, pero los analistas y politólogos, a los que generalmente les falta información y sólo se dejan llevar por emociones, no la percibieron.

Más de cuarenta años después, Brasil comienza a poner en práctica en la lucha por consolidar su hegemonía regional y contrarrestar la estadounidense, lo que el general Golbery do Couto e Silva, manifestara en su ya clásico "Geopolítica del Brasil" al concluir que "el camino al (océano) Pacifico es una necesidad brasileña desde ya". Pero no sólo eso, también el control de la Amazonia es parte de esa geoestrategia brasileña, que no es una política de gobierno si no de Estado, y que se opone y se enfrenta a los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región.

La explotación petrolera, y la construcción de una carretera, en el Parque Nacional Yasuní por parte de Petrobrás había alertado a Estados Unidos. Pero la construcción del nuevo aeropuerto internacional de Tena en la provincia amazónica de Napo con capitales brasileños, y futura administración brasileña, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia estadounidense con Gutiérrez, porque le abre a Brasil un mayor control geopolítico de la Amazonia, contrarrestando el intento de control estadounidense a través del Plan Colombia. Como es público, Brasil desde un comienzo ha sido contrario a ese Plan y a la intervención estadounidense en la Amazonia.

El aeropuerto de Tena le posibilita a Brasil consolidar su presencia económica a través de Petrobras y sus empresas constructoras, le abre la puerta al Pacífico facilitando la comunicación vía Manaos, y le facilita una avanzada militar que controle la presencia militar de EEUU en la zona.

La información de que el aeropuerto de Tena podría ser utilizado para el Plan Colombia como se difundió días antes a la caída del ex presidente, habría sido un mensaje a la embajada de Estados Unidos para intentar tranquilizarla, pero causó risa en ámbitos diplomáticos y militares por lo absurdo. ¿Quién podía creer que Brasil construiría un aeropuerto para que Estados Unidos consolidara su posición geoestratégica?

Si tenemos en cuenta todos estos elementos de análisis, no debería sorprender que Gutiérrez, en lugar de pedir asilo en Chile, Estados Unidos, Panamá, México o Costa Rica, lo hiciera en Brasil, país que no solo le otorgó el asilo sino que lo mantiene hospedado en un hotel de la Fuerzas Armadas brasileñas.

Según fuentes militares que prefieren mantener el anonimato, Estados Unidos pensó que saliendo Gutiérrez tal vez podrían truncarse estos proyectos dentro de la supuesta y posible limpieza de todo lo hecho por el gobierno anterior. Si a eso se sumaba el posible rechazo a Brasil por el asilo al ex presidente y se desarrollaban ciertas presiones a un nuevo gobierno débil, podría encausar su proyecto en Ecuador y contrarrestar el brasileño. Pero la apuesta norteamericana no parece haber sido tan favorable a sus intereses, ya que en principio el Departamento de Estado prefería que la salida no fuese la sucesión presidencial, sino una Junta de Gobierno presidida por algún político conservador como Fausto Cordovez o el general (r) José Gallardo.

Sin embargo, ya instalado el nuevo gobierno, y visto su debilidad, puso en práctica el Plan B de presión a través de la OEA, y exigencia de elecciones anticipadas. Pero Brasil también se movió rápidamente a través de su influencia en la incipiente Comunidad Sudamericana de Naciones, promoviendo una delegación urgente a Quito encabezada por el propio Canciller brasileño y comprometiendo su apoyo al nuevo gobierno. Acto seguido, movió sus fichas dentro de la nueva correlación de fuerzas en la OEA para que no prosperaran los intentos de intervención estadounidenses en Ecuador.

Todavía restan muchos pasos en esta disputa geopolítica, de la que muchos parecen no estar enterados. Ecuador, como país dependiente, parece obligado a participar de uno de los dos proyectos geoestratégicos. ¿Se definirá por el proyecto de Estados Unidos, dentro del cual no tendría ningún tipo de autonomía, o por el de Brasil, que le permitiría una mayor autonomía sin dejar de ser dependiente?


(*) Publicado originalmente en las revistas Tintají de Quito y Brecha de Uruguay.



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