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19 de julio del 2005 |
Federico de Cárdenas
A la octava vez fue la vencida. A más de 15 años del retorno de los uniformados a sus cuarteles, el conjunto de fuerzas políticas del Senado chileno logró el miércoles pasado un histórico acuerdo para hacer profundas reformas en la Constitución dictatorial de 1980 y poner fin a la herencia autocrática dejada por el dictador Pinochet, a quien gustaba repetir la frase de Franco -uno de sus modelos- para España: "todo está atado y bien atado".
Pues bien, el nudo terminó. Desaparecen aquellos que el senador de la DC Andrés Zaldívar denominó "enclaves autoritarios", como por ejemplo la llamada "bancada militar" en el Senado, constituida por un senador designado a dedo por cada una de las ramas de las FFAA, uno por la Corte Suprema y dos por los ex ministros y ex presidentes. El octavo era el hoy desaforado -por corrupción y crímenes- Augusto Pinochet, y la misión del conjunto era sumar sus votos a los de la derecha y bloquear todo intento de cambio de la Carta de 1980. Por cierto, fueron necesarios los votos de la derecha para aprobar las reformas, un gesto de madurez saludado por las fuerzas políticas y que el ahora senador Sergio Fernández -ex ministro del Interior de la dictadura- sintetizó así: "25 años después de promulgada la Constitución, era necesario adecuar sus normas a la realidad que estamos viviendo". Una lección más para nuestra clase política, que no pudo ponerse de acuerdo para modificar la indigna -y aprobada con fraude- Constitución fujimorista. Los cambios, que son varias decenas, incluyen entre los más importantes la reducción del periodo presidencial a cuatro años y del límite de edad para postular a la presidencia a 35 años; la devolución al Jefe de Estado de la facultad para remover a los jefes castrenses (con informe previo al Senado). También desaparecen los senadores designados y vitalicios, así como los poderes que el Consejo de Seguridad Nacional tenía sobre el Estado. Dicho organismo podía autoconvocarse y dejar al Presidente en minoría. También se ha acordado suprimir la firma de Augusto Pinochet del texto constitucional. Una vez sancionadas definitivamente las reformas, lo que ocurrirá en una sesión conjunta de las Cámaras de Senadores y Diputados el próximo 16 de agosto, será la firma de Ricardo Lagos -presidente constitucional de Chile- la que figure al pie de la Constitución. Una lectura de lo anterior es que, por fin, el fantasma de Pinochet ha dejado de tener peso político, y solo le queda el ocaso que conocen los tiranos. Un jubiloso Ricardo Lagos declaró desde Australia -donde se encontraba en visita oficial-: "Quince años atrás comenzaron los gobiernos democráticos y ahora podemos decir que la transición chilena ha concluido". En similares términos se expresaron los líderes de las fuerzas políticas, incluso los de la derecha, que bloqueó siete anteriores intentos de reforma. Los cambios regirán desde el 2006, por tanto es previsible que si Michelle Bachelet (con 45% de intención de voto) llega a la presidencia de Chile, su gobierno tendrá cuatro años de duración. |
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