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23 de enero del 2005 |
¿A quién favorece el desgobierno actual?
Pedro Francke (*)
La sensación que crece entre los peruanos en las últimas semanas es, críticamente, la de desgobierno. Para ello se suman la asonada humalista en Andahuaylas, las acusaciones de las firmas falsas, el escandelete de las fotos posiblemente trucadas y los escándalos en el Congreso que no paran.
Pareciera que esta desastrosa situación no beneficia a nadie: los empresarios se quejan del "ruido político", los partidos y dirigentes políticos están cada vez más desprestigiados y las mayorías se sienten cada vez más abandonadas y marginadas. No es así. Hay varios ganadores en esta situación. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el dicho. Los primeros ganadores son, claramente, varios acusados de la mafia fujimontesinista. El caso más reciente es el de Eugenio Bertini, recientemente declarado inocente. El ex gerente general del Banco Wiese ha dicho que no tenía idea de que los 15 millones de dólares de Montesinos que él ocultaba eran fraudulentos. Hay también varios generales que están saliendo en libertad por cuestiones procesales -sobrepasaron el tiempo de prisión sin condena-. Los poderosos intereses económicos que están involucrados en estos juicios por corrupción buscan también que la confusión les ayude a librarse de incómodas acusaciones; incluido Dionisio Romero, que se reunió en la salita del SIN para buscar beneficios económicos a cambio del apoyo político que le dio al régimen. A ello se suman los grupos monopólicos y grandes transnacionales que buscan nuevas y mayores ventajas económicas. A las resistencias a las regalías mineras y el alza de las tarifas eléctricas se suma ahora una negociación del TLC poco transparente. Mientras la política resulta ininteligible y el gobierno no gobierna, estos grupos son expertos en amarrar por lo bajo cambios de reglas de juego en su beneficio. Lo sucedido con la contaminación en La Oroya y Doe Run, donde la empresa logró poner al alcalde a su favor para seguir contaminando por cinco años más e incumplir los compromisos que había asumido, es un caso ejemplar. ¡Cuántos casos más estarán produciéndose ahora mismo! Por otro lado, cuando el desgobierno aumenta y en el estado nadie es responsable de nada, muchas leyes que resguardan el interés público y protegen derechos ciudadanos dejan de aplicarse. Como no hay responsabilidad ni vigilancia, muchos funcionarios pueden, con más libertad, "cobrar por lo bajo" para que empresas tramposas y otros aprovechados hagan de las suyas. También hay perdedores. Con el desgobierno, el Estado tiene menos recursos y la propia descomposición estatal termina afectando los servicios básicos de salud y educación y los programas sociales y de lucha contra la pobreza. En última instancia, el gobierno no es sino expresión del esfuerzo humano por reemplazar la "ley de la selva" en la que el más fuerte impone sus intereses por formas de convivencia social que busquen el bien común y el respeto a derechos básicos. Cuando desaparece el gobierno, la ley de la selva regresa. Si no queremos que unos cuantos pillos sigan esquilmando al país, es imprescindible lograr un gobierno legítimo que establezca un orden justo y promueva el desarrollo. Solo si todos participamos de manera consciente y activa en la política y en las cuestiones públicas, podremos lograrlo. (*) Pedro Francke es codirector de Actualidad Económica del Perú. |
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