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La insignia
18 de enero del 2005


Chile

Tapar el sol con un dedo


Arnaldo Pérez Guerra
La Insignia. Chile, enero del 2005.


El 5 de enero de 2005, el semanario El Siglo de Chile me despidió arguyendo como motivo una "reestructuración económica", según palabras de su director, el escritor y militante del Partido Comunista de Chile (PC) Fernando Quilodrán Riquelme. Efectivamente, se me ofreció una especie de "indemnización por los cuatro años y tanto, trabajados ahí". Según mis propias cuentas y las de mis abogados, el semanario El Siglo no cumplió con varias exigencias necesarias para despedirme. Además, se me adeudan pagos por varios conceptos que simplemente fueron desconocidos por los directivos y administrativos del periódico. Hoy, todos los antecedentes están en manos de los organismos pertinentes, la Inspección y Dirección del Trabajo, y los Tribunales de Justicia.

Es triste y lamentable, pero desafortunadamente no existe otro camino para que un trabajador pueda hacer valer sus escasos derechos laborales. La justicia laboral es lenta, pero en muchas ocasiones los derechos de los trabajadores son respetados, aunque es completamente posible que las empresas dilaten los juicios y ejerzan sus influencias para tratar de amañarlos y esconder la verdad de las precarias relaciones laborales y las violaciones a los derechos de los trabajadores.

El semanario El Siglo señaló que mi despido se debe a "razones económicas" y a un "proceso de reestructuración". Están en su completo derecho "reestructurar" como les plazca, pero no pueden violar los derechos de los demás.

Yo no creo esa versión. Precisamente, la pongo en duda porque fui despedido apenas cinco días después de publicar un artículo que escribí y que fue reproducido por las páginas web de Libertad (Chile) y La Insignia (España), en el que se critica abiertamente las prácticas antisindicales en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), donde han ocurrido despidos, no pago de sueldos y no pago de cotizaciones previsionales que afectan a decenas de trabajadores de la multisindical. Los mismos que han visto atropellados sus derechos precisamente por quienes dicen defenderlos. Es más, el presidente del sindicato de la CUT, Mario Bascuñán Riquelme, realizó una denuncia responsable ante la Dirección del Trabajo por "prácticas antisindicales", a las que se agrega el "impago de sueldos" y "impago de cotizaciones previsionales". Él, como dirigente de los trabajadores, denunció lo ocurrido en la CUT y el burdo intento de destruir el sindicato por parte de los dirigentes Arturo Martínez y Guillermo Salinas.

Las "prácticas antisindicales", incluso el "desmedro" del que fue objeto -según el informe del fiscalizador Fernando Baeryswil D.-, fueron cometidas precisamente por los dirigentes de la CUT Guillermo Salinas (tesorero de la central y dirigente sindical del PC), y el propio presidente de la multisindical, el socialista Arturo Martínez.

La intención de destruir este sindicato se arrastra desde hace años y son públicos los problemas que han tenido sus miembros al interior de la CUT. Baste revisar la prensa durante estos seis últimos años. Nadie que esté al tanto de lo que ocurre en la CUT puede "tapar el sol con un dedo" o esconder los gravísimos problemas que suceden en la máxima instancia representativa de los trabajadores, que la desprestigian cada día más.

Durante más de 5 años escribí para El Siglo y, últimamente -desde hace unos dos años-, debía preocuparme de los "conflictos laborales", por lo que en más de alguna oportunidad fui testigo privilegiado de los problemas de la CUT, de la desprotección de sus trabajadores, de las cortapisas al trabajo de algunos dirigentes, de los ocultamientos de la verdad y de las malas prácticas en el seno del movimiento sindical.

Muchos de esos problemas, lamentablemente, se han resuelto echando mano a los sueldos, previsión y derechos de los trabajadores. Se dice que se lucha por sus derechos pero de la casa para afuera. En casa no se respeta ningún derecho y las relaciones laborales son precarias, con mala paga y sobreexplotación, merced fácil de la flexibilidad laboral que se dice combatir.

En la CUT hay graves problemas, algunos de los cuales están detallados en el artículo que -pienso y sé-, me costó mi precario trabajo. Lo digo responsablemente y varios dirigentes del PC saben que es verdad; sobre todo aquellos con los que pude hablar en el acto de homenaje al dirigente sindical de los trabajadores municipales y ejecutado político Lincoyán Berríos, o en la marcha de los trabajadores de la construcción que exigían mayor fiscalización a las empresas luego de una decena de accidentes fatales, o en el Colegio de Profesores, o en la Dirección del Trabajo, o en la propia CUT.

Ellos saben que las denuncias de lo que ocurre en la CUT no podían ser tratadas en El Siglo. Se me prohibió expresamente escribir sobre eso y al fotógrafo Jorge Zúñiga se le prohibió acompañarme a conversar con el dirigente Mario Bascuñán. No cumplí esa orden y, además, publiqué la noticia en Libertad, La Insignia, Medios en la Calle y Punto Final. En esta última publicación apareció un día después de mi despido, pero en los otros medios fue publicado entre la última semana de diciembre y la primera semana de enero.

Hoy, el artículo de marras está siendo difundido en decenas de páginas web y reenviado por lectores y dirigentes sindicales, por lo que ya es imposible desconocer lo que sucede en la CUT y, de pasada, en el semanario El Siglo.

Creo que nadie puede prohibirle a un periodista -o a quien ejerce como tal hace más de 12 años-, que escriba sobre algo que considera justo, una noticia, una denuncia. Por supuesto, los medios de comunicación tienen "líneas editoriales", pero cuando éstas se transforman en censura es una muy mala señal o, mejor dicho, una hipocresía. La libertad de expresión es un derecho, y precisamente se debe ejercer con mucha mayor fuerza cuando a los desvalidos y marginados -los que no tienen voz-, no les queda otro camino que denunciar las injusticias que pesan sobre ellos porque el poder y "las influencias" los aplastan.

La denuncia del presidente del Sindicato de Trabajadores de la CUT es completamente responsable y detrás de ella no hay nada oscuro, como algunos desean ver. Sólo el intento de ejercer el derecho de los trabajadores a sindicalizarse y hacer cumplir las escasas leyes laborales que les benefician y que hoy nos rigen en este neoliberalismo completamente salvaje, que incluso corrompe a quienes no debiera.

¿Es posible tanta coincidencia y que escasos días después de haber publicado una denuncia que afecta a un alto dirigente del PC -denuncia que expresamente se me prohibió publicar- se me despida del semanario El Siglo tras 5 años de labor periodística y trabajo profesional? Para mí no es coincidencia. Como no lo es que ciertas problemáticas no puedan ser tratadas en la prensa que se dice de "izquierda" y antineoliberal. No era mi ánimo escribir sobre esto, pero me lo han pedido decenas de personas que quieren saber qué es lo que sucede en la CUT y cuál es mi versión de lo ocurrido con mi despido. Agradezco las decenas de cartas de apoyo, entre ellas la del padre Alfonso Baeza Donoso, Vicario de la Pastoral Social. A todos les digo que seguiré escribiendo en medios de comunicación independientes, en la trinchera anticapitalista, denunciando las injusticias estén donde estén.

Quisiera que alguien del Partido Comunista de Chile, quizás el secretario general del partido, Guillermo Teillier, me explicara por qué no es posible organizar un sindicato de trabajadores en El Siglo o en Radio Nuevo Mundo; por qué la mayoría de los trabajadores de El Siglo labora sin tener un contrato; por qué no se les paga sobretiempo -horas extras- ni cotizaciones previsionales; por qué no reciben un salario justo como el que propone el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL) y por qué no se respetan las leyes laborales que tanto se dice defender.

Quisiera saber cuál es la razón o la excusa para no regularizar la precaria situación de los trabajadores de El Siglo, Radio Nuevo Mundo y la Agencia Mundo Posible. Lamento mucho que los comunistas honestos -que hay muchos-, trabajadores y sindicalistas de base, pobladores, ex presos políticos, familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, se enteren de que en su semanario -"el de los hombres libres"-, se violan las escasas leyes laborales vigentes.



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