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6 de enero del 2005 |
¿Por qué tiene seguidores Antauro Humala?
Wilfredo Ardito Vega
La noche de Año Nuevo, un grupo de exalumnos de un prestigioso colegio limeño se acercó al presidente Toledo durante la fiesta que se llevaba a cabo en Punta Sal. Su intención aparente era tomarse una foto con él, pero, algo borrachos, pretendían bajarse el pantalón cuando estuvieran a su lado. Finalmente, se sintieron intimidados por los guardaespaldas, pero uno de ellos quiso probar a sus amigos que Toledo era tan tonto como parecía y le dijo: "Ojalá que el 2005 el Perú sea naranja". Toledo, sonriendo obsequioso ante la amistad de los jóvenes "pituquitos", asintió y le dijo que brindaba por eso. Seguramente ni siquiera había escuchado a su interlocutor.
En realidad, el Perú estaba ya en alerta naranja en ese momento, porque al otro lado del país, Humala y sus seguidores habían tomado la comisaría de Andahuaylas. Como en abril del año pasado, cuando los asesinos de Fernando Robles llamaron la atención sobre Illave, el grupo de Humala había conseguido que muchos periodistas y camarógrafos limeños viajaran por primera vez a esta ciudad de Apurímac. Algunos se enteraron entonces de que enero sólo es un mes veraniego en la costa; en Andahuaylas llovía a cántaros y nadie pensaba en la playa o comer helados. Tuvieron otra sorpresa: descubrir que Antauro Humala, a quien usualmente se consideraba en Lima un personaje ridículo o demente, tenía como seguidores no sólo a reservistas, sino a un número importante de vecinos de Andahuaylas que inclusive desafiaron a soldados y policías para proteger a quien consideraban un héroe y que ayer exigían a los etnocaceristas que no se rindieran. Esas personas (y otras más que manifestaron su respaldo desde Arequipa, Tacna, Puno y otros lugares) difícilmente desean ser "subversivas" y "terroristas", a pesar que así parece considerarlas el gobierno. Habría que preguntarse, mas bien, qué es lo que encontraban en Humala o, en todo caso, qué deseaban encontrar. La prédica de Humala pone en el mismo saco al gobierno y todos los partidos políticos, catalogándolos como la "corrupta república criolla". Parece una frase muy fuerte cuando se ve por escrito, pero ¿son acaso pocos los peruanos que sostienen que "todos los políticos son iguales: sólo les interesa su bolsillo y no el pueblo"?. Humala logra capitalizar los sentimientos de rabia, rencor y frustración, en clara semejanza con la habilidad similar que tuvo anteriormente Abimael Guzmán. Se cumple así la profecía que hace unos meses hizo un psicoanalista inglés: "Si la sociedad peruana no afronta las causas de la violencia que padeció, tarde o temprano está condenada a volverla a sufrir". El valor agregado de Humala respecto a Guzmá, es la connotación abiertamente étnica de su discurso. Prefiero no citar sus textos porque sé que heriría la sensibilidad de algunos lectores (es mejor, si se atreve, que usted mismo lo compruebe ingresando por su cuenta a sus páginas en internet). Sin embargo, es un discurso que engarza con el rencor de quienes han sido víctimas permanentes del racismo que atraviesa toda la sociedad peruana. Con la historia lejana y reciente del Perú, ¿es realmente sorprendente que un movimiento que pretenda darle protagonismo a los excluidos tenga relativa acogida? Acaso sería oportuno echar una mirada a otra agrupación cuyos adherentes son físicamente muy similares a los etnocaceristas: los "israelitas", es decir quienes siguen las prédicas de Ezequiel Ataucusi. Ellos, sin excepciones, son de rasgos andinos, de origen indígena. Ataucusi les decía a ellos, a quienes eran asesinados por millares en los años ochenta, a quienes padecían esterilizaciones forzadas en los noventa y todavía en este nuevo milenio son ninguneados, que eran el pueblo elegido por Dios. Una vez convencidos de que no eran insignificantes, los conversos estaban dispuestos a cambiar de vestimenta, aislarse de sus familiares y conocidos, sacrificar animales, etc. Además, pensaron cambiar el Perú, en varios fallidos intentos electorales, porque "estaba escrito" que el país "ancho y ajeno" sería su tierra prometida. Humala también se dirigía al pueblo elegido: en sus arengas, aludía directamente a la necesidad de que los cholos recuperaran su autoestima, que no se sintieran menos que los demás peruanos (¿algún otro líder político ha tomado en cuenta la necesidad de reconocimiento de la población?). Como los israelitas, entre los etnocaceristas una serie de rituales externos (vestimenta, ejercicio militar) eran fundamentales para reforzar una mística y una nueva identidad. Después del alivio que supone que la crisis de Andahuaylas haya concluido sin más víctimas fatales, es fundamental afrontar los problemas que hicieron despertar respaldo e incluso admiración hacia Antauro Humala. ¿No están los reservistas abandonados a su suerte, como el angustiado protagonista de Días de Santiago? ¿No es precisamente en las Fuerzas Armadas donde un adolescente puede sufrir más maltratos y humillaciones (sabiendo que existen otros peruanos a los que jamás tocará ese destino)? ¿No sienten los más pobres que ninguna de las alternativas políticas que se ofrecen para el año 2006 mejorará su situación? Cuando uno revisa el boletín Ollanta, lo más terrible no es la homofobia, el antichilenismo, el antisemitismo o la defensa de la pena de muerte hasta tal punto que Bush parece un personaje humanitario por comparación, sino que dicho boletín llegue a peruanos con quienes los políticos, los formadores de opinión, los intelectuales, han perdido conexión. No es sólo Toledo quien siente debilidad por juntarse con ex alumnos del Markham o del Santa María (no revelaré a qué colegio pertenecían quienes aparecen al principio de este artículo) y asumir que algunos peruanos son "los" peruanos. Si quienes leen estas líneas aprendieran a estar más cerca de quienes se vuelven israelitas o etnocaceristas, seguramente tendrían una visión diferente del país (bastante más angustiosa que para quien cree que la política son solamente las declaraciones de algunos líderes). Cuando dentro de una sociedad se dan salidas tan desesperadas como las de este Año Nuevo, todos sus integrantes deben pensar en la responsabilidad que tienen. Por eso es que, en realidad, el Perú sigue en alerta naranja. |
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