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La insignia
4 de diciembre del 2005


Nepal

Maoísmo entre las cumbres


Rafael Poch de Feliu
La Vanguardia. España, noviembre del 2005.


La guerrilla del Nepal dice haber zanjado la pelea entre sus dirigentes que dividió a su comité central. Partidos democráticos y guerrilleros, presionan al rey Gyanendra con el fantasma de un acuerdo político de incierto contenido. El rey se dispone a institucionalizar su absolutismo con unas elecciones locales en febrero y recibe armas de China, convertida ahora en el principal sostén de la lucha contra los maoístas.

Centenares de rebaños circulan estos días por las empinadas sendas y escaleras de este pueblo magar del Himalaya, en la antigua ruta de la sal que une el Tibet con el Nepal. Los pastores thakalis, del antiguo reino de Mustang -rasgos tibetanos, tez morena y amuletos colgando- los dirigen, presurosos, en un viaje de dos semanas hasta la populosa Pojara, donde, en vísperas del Dashain, el principal festival hindú, cada familia sacrifica una cabra u oveja, consumiendo en total entre 30.000 y 40.000 cabezas. A izquierda y derecha asoman, entre las brumas del último monzón, las cumbres de algunos de los picos más altos del planeta.

Todo sería idílico si no fuera por la presencia de unos 200 turistas que, pese al espantajo de la guerrilla maoísta, continúan acudiendo, a pie, con sus uniformizados colorinches y sus guías "Lonely Planet", a esta aldea de 48 hogares a 3000 metros de altura, probablemente el principal santuario de la industria del "trekking" nacional. Los turistas recuerdan que ha nacido tarde al exigente en materia de paisaje humano, pero también que es en la ruta más frecuentada del país, donde más fácil es encontrarse con la guerrilla maoísta, presente en la mayor parte del territorio nacional.


Impuesto turístico-revolucionario

Dalesh, un adolescente de la casta más baja, "dalit" (intocable), se presenta, sonriente con su uniforme de camuflaje y su libreta de recibos, en el albergue "Snow View" de la aldea, a cobrar la "donación voluntaria" de 1200 rupias (15 euros), que los turistas deben pagar por recorrer la región.

No lleva armas y explica con benévola paciencia a los visitantes extranjeros, que su ayuda contribuirá a la revolución nepalí, la protección de las lenguas minoritarias y a la limpieza y belleza de las zonas turísticas. El recibo lleva a un lado la bandera roja con la hoz y el martillo y al otro las efigies de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. Junto a la bandera hay un número de serie. "Si en otro control les piden dinero, muestren este recibo y les dejarán pasar", advierte cordialmente.

En el Nepal, la guerrilla maoísta ha sabido integrar al turismo. Nueve años de guerra civil con 12.000 muertos no han registrado apenas incidentes violentos con turistas, lo que no impide que las visitas de extranjeros hayan caído casi un 50% con respecto a 1999, cuando el país registraba medio millón de entradas al año (entre ellas las de 9000 españoles) que ingresaban el 20% de las divisas del erario y representaban casi el 4% del PIB. Un alto el fuego unilateral de tres meses declarado en septiembre por la guerrilla, ha salvado la actual temporada, que se extiende de octubre a diciembre, reconoce el Nepal Tourism Board.

En Ghorepani no hay ni un solo representante del gobierno central, explica el guerrillero. El ejército, que tiene un puesto de control a pocas horas a pie del lugar, suele venir una vez por mes, "pero siempre sabemos cuando, así que nos vamos antes de que lleguen", dice el joven. Los militares ni siquiera se molestan en borrar las pintadas, en nepalí e inglés, que hay en la entrada del pueblo. Una reza; "Luchamos por los derechos de la gente humilde", la otra, "Larga vida al Partido Comunista del Nepal (maoista)".

No todo el mundo en el pueblo apoya la insurgencia maoísta, reconoce Dalesh, pero nadie denuncia a los guerrilleros, la mayoría de los cuales son vecinos bien conocidos por todos. Un suceso acontecido en Ghandruk, otra aldea de población gurung a seis horas de camino de Ghorepani, explica esa actitud. El dueño de un albergue denunció a un vecino al ejército, lo que equivale a una sentencia de muerte, pues el ejército del rey Gyanendra no toma prisioneros, sino que ejecuta directamente a cualquier sospechoso de maoísmo, incluidos adolescentes. Las organizaciones de derechos humanos identifican al ejercito como autor del 80% de los desmanes. La guerrilla, naturalmente, tiene su cuota. Mas tarde, la guerrilla fusiló al denunciante referido, cuya familia huyó a la seguridad de Pojara, una ciudad en la que el rey Gyanendra tiene un palacio en el que suele pasar algunos días al año.

El sentido común de la gente y su silencio se sitúan en algún lugar entre ambas ejecuciones. El apoyo a uno u otro bando viene frecuentemente determinado por la posición social, en un país de enorme discriminación por razones de casta y sexo que se cuenta entre los dieciséis más pobres del mundo.


Institucionalizar el absolutismo

Desde el golpe de estado del pasado febrero, con el que el rey Gyanendra restableció el tipo de monarquía absoluta que Nepal soportó hasta 1990, las cosas no se han movido mucho en Katmandú. Los siete partidos democráticos a los que el golpe dejó fuera de juego, organizan protestas y manifestaciones, limitadamente toleradas y coquetean con un nuevo republicanismo en diálogo con la guerrilla maoísta para asustar al rey. El 22 de noviembre los partidos y la guerrilla anunciaron incluso un acuerdo de principio de doce puntos para presionar al rey. En él, el líder guerrillero, Pushpakamal Dahal, alias "Prachanda" ("el terrible"), proponía poner las fuerzas de la guerrilla y del ejército bajo la supervisión de la ONU o de cualquier institución internacional fiable, "durante el proceso de elección de una Asamblea Constitucional". El más importante de los siete, el Partido del Congreso, ha anulado su filiación monárquica constitucional de sus estatutos, pero, dato significativo, aun no ha inscrito en ellos la palabra "república".

El rey, un personaje antipático que tiene a su favor el peso de la tradición, lleva a cabo una campaña de relaciones publicas, con frecuentes viajes por el país y comparecencias callejeras, en la confianza de que Washington y Delhi, acaben restableciendo su apoyo y su flujo de armas como mal menor ante la guerrilla.

En octubre, el rey envió a Pekín al jefe de su ejército, Pyar Jung Thapa, a cerrar un acuerdo de compra de armas por valor de 819.000 euros que China comenzó a servir en noviembre. China no quiere oír ni hablar de maoísmo, y se ha convertido en el país más comprensivo con el absolutismo de Gyanendra, lo que alarma a Delhi. La pesadilla de India es que China ocupe los vacíos que ella deja en el reino del Himalaya. La actitud de Pekín ha llevado al principal partido comunista nepalés, miembro de la alianza de los siete, a pedir formalmente a China que se sume a la congelación de suministros militares, que mantienen desde el golpe India, Estados Unidos y los países europeos, y que no venda "armas que disparan contra el pueblo".

El objetivo del rey es institucionalizar el actual régimen absolutista, enmendando la constitución y creando su propio sistema de partidos, consideran los observadores. Para ello, ha convocado elecciones locales para el 8 de febrero, que los siete partidos denuncian como la hoja de parra destinada a cubrir la desnudez de la autocracia real, pero en la comisión electoral ya hay registrados 120 partidos, incluido uno comunista, dirigido por el ministro de educación, Radhakrishna Mainali y calificado con sorna como "real partido comunista de Nepal".

Los partidarios del rey, agitan el fantasma de Sikkim y la prevención que la prepotencia de India genera en el país. En 1975 el rey de Sikkim cayó, se exilió en Italia, y en unos meses el reino fue anexionado a la India. La idea que se vende es que la monarquía es la salvaguarda de la soberanía nepalí.


La guerrilla supera el cisma

Por su parte, la guerrilla, ha superado, sin muertos ni expulsiones, una cruda pelea interna que enfrentó a los dos principales miembros del politburó maoísta; el brillante intelectual e ideólogo, Baburam Bhattarai, alias "Laldhoj", y el líder supremo, "Prachanda". Bhattarai fue acusado este año por la mayoría del comité central maoísta de "desviacionismo" e "individualismo", "arrogancia intelectual burguesa", y "estilo de trabajo anarquizante", mientras que éste acusó a "Prachanda" de estar en el centro de un "culto a la personalidad" que llevaba a colocar su efigie junto a la de Mao en la sucesión iconográfica iniciada por Marx de los partidos maoístas.

Observadores próximos a la guerrilla señalan en Katmandú que la pelea supera el mero pulso por el poder. Su origen, dicen, se remonta a una polémica iniciada hace cinco años en el seno del partido maoísta acerca de cual era el "principal enemigo de la revolución nepalí". Para "Prachanda", el principal enemigo era el expansionismo de India, del que la monarquía nepalí no sería más que instrumento, mientras que para Bhattarai, doctorado en la Universidad Jawaharlal Nehru de Delhi y con muchos contactos en India, el enemigo principal es la monarquía.

En las enredadas oscuridades de la clandestinidad, esta división se agravó con envenenadas acusaciones contra Bhattarai, presentado como un discípulo de S. D. Muni, uno de los especialistas indios en Nepal más conocidos que fue su profesor, e incluso poco menos que como un "traidor" al servicio de los indios.

Hace unos meses, Suresh Alemagar y Matrika Yadav, dos miembros del comité central maoísta que habían sido detenidos en India y extraditados a Nepal, acusaron públicamente desde la cárcel a Bhattarai de haberles vendido. La acusación repitió un enredo ya vivido hace dos años, cuando el ejército nepalí se presentó de improviso en una casa de una remota zona del oeste de Nepal que "Prachanda" había abandonado apenas dos horas antes, extendiendo la sospecha de una delación. Bhattarai se defendió de estas acusaciones con un sonado artículo que fue publicado por la prensa de Katmandú, lo que aun calentó más el ambiente, con recriminaciones por no haber utilizado los "canales orgánicos" interiores de la organización maoísta. Todo este enredo se ha calmado, señalan fuentes bien informadas. Bhattarai y sus partidarios han sido restablecidos en sus puestos, y, aparentemente, las aguas han regresado a su cauce.

"Hemos tenido una importante discusión interna en nuestro comité central, pero ahora ya ha pasado todo y estamos más unidos que nunca", dice el joven guerrillero Dalesh, cobrador del impuesto revolucionario en Ghorepani. Desde el lugar en el que se encuentra se divisan siete picos nevados de más de seis mil metros, dos de ellos entre los doce más altos del mundo. De oeste a este; Dhaulagiri, Tukuche, Nilgiri, Annapurna I, Annapurna Sur, Hiunchuli y el incomparable y sagrado Machhapuchhre. El sueño de este adolescente es que alguno de estos picos lleve algún día el nombre del camarada "Prachanda".



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