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1 de diciembre del 2005 |
Trágica rutina en los accidentes mineros
Rafael Poch de Feliu
Pekín.- China registró el domingo otro de sus grandes y crónicos accidentes
mineros, con 150 muertos reportados en el último balance de víctimas
conocido ayer. El accidente se produjo por una explosión en una mina de
carbón de Quitaihe, una anodina ciudad de 800.000 habitantes de la provincia
septentrional de Heilongjiang, cuya capital es Harbin. El gobernador
provincial de Heilongjiang, Zhang Zuoji, acababa de anunciar el
restablecimiento del suministro de agua corriente en Harbín, una ciudad de 4
millones de habitantes afectada por un grave vertido tóxico que la dejó sin
agua cinco días, cuando llegó la noticia del accidente minero en Qitaihe, a
300 kilómetros del lugar.
La televisión mostró escenas del gobernador cumpliendo su promesa de beberse el "primer trago" de agua del río Songhua, tras el paso por la ciudad de un vertido de cancerígeno benceno, y luego se le vio ayudando a cargar en una ambulancia a un minero herido. Dos días después del accidente, cuando el polvo levantado por la explosión comienza a decantarse, aparece un panorama, por desgracia, familiar: una ciudad carbonífera estresada por los ritmos de producción, por cumplir la demanda que el "desarrollo" impone, acostumbrada a los accidentes -el anterior había sido en marzo con 18 muertos- y con trabajadores que, además de jugarse la vida, sufren crónicos impagos o retrasos salariales. Y como telón de fondo las últimas enérgicas declaraciones del gobierno, en Pekín, llamando a incrementar la seguridad en las minas y el informe de la agencia oficial "Xinhua" de que este año se han cerrado casi 13.000 minas "peligrosas". Queda por añadir que la codicia y la explotación -una situación en la que el beneficio se pone descaradamente por delante de la seguridad- dominan el panorama. El año pasado 6027 mineros perdieron la vida en 3639 explosiones, inundaciones o incendios mineros, lo que representa el 80% de las victimas registradas en minas de carbón en todo el mundo, informó en enero el principal departamento nacional responsable de la seguridad en el trabajo. China extrae el 35% del carbón mundial en sus minas, por lo que la desproporción salta a la vista. En febrero, más de 200 mineros murieron en otro accidente en la provincia de Liaoning, que fue el más mortífero registrado en China desde 1949. El accidente ocurrió cuando aun no habían concluido las fiestas del año nuevo chino. Luego se supo que los mineros estaban trabajando en esa fecha, antes de finalizar vacaciones, para compensar una multa de la empresa que se les había deducido 300 yuan (30 euros) de su salario por no haber alcanzado el plan de producción. Entre 1997 y 2001, el gobierno chino cerró 50.000 pequeñas minas, pero presionado por la creciente demanda de carbón, muchas de ellas volvieron a abrir en el 2003. A partir de 1993, el gobierno central perdió el control sobre la seguridad en las minas, a causa de la mayor autonomía local y provincial. La descentralización fiscal es particularmente culpable, porque los gobiernos locales son responsables de la recaudación y de la seguridad. Frecuentemente dependen estrechamente de los impuestos de la industria minera local. A mayor producción, más impuestos, lo que hace que las autoridades estén interesadas en una mayor producción a toda costa, en menoscabo de la seguridad. A veces las propias autoridades son accionistas o propietarias de minas. "Es de sobras conocido que los funcionarios concernidos y los responsables de las agencias de seguridad, o sus parientes, son los propietarios o inversores de esas pequeñas minas", señala un informe del "China Labour Bulletin", una organización laborista con sede en Hong Kong. "Conchabados con organizaciones de estilo mafioso, los propietarios convierten las minas en sus feudos, en los que a veces no se permite el paso a los inspectores de seguridad", dice. En otro accidente con 18 muertos registrado en marzo en Qitaihe, el mismo escenario del domingo, se supo que el propietario de la mina siniestrada se había resistido a su cierre y que era al mismo tiempo el vicedirector del departamento de seguridad en el trabajo de la ciudad. Tradicionalmente, las minas más peligrosas son las pequeñas empresas privadas que carecen de capital para costearse la cara infraestructura de seguridad requerida por la industria del carbón. La solución a los accidentes en esas minas es indemnizar a los parientes de las víctimas a cambio de su silencio, lo que resulta mucho más barato que cumplir las normas de seguridad. Es así como, surge la razonable sospecha de que la cifra de 6000 muertos anuales es inferior a la realidad. Según un informe oficial de hace dos años, en China hay 23.500 pequeñas minas de carbón que representan el 90% de las minas del país y responden del 70% de los accidentes. Pero el problema no se acaba ahí. La demanda energética para alimentar el "crecimiento" impone a todos, no solo a los pequeños productores, un estrés de producción que complica la seguridad. Tanto el accidente del domingo como los grandes de octubre del año pasado en Henan (148 muertos), en noviembre en Shaanxi (166) y el de febrero en Liaoning (213) se registraron en empresas estatales. Así que todo son incentivos para una seguridad laboral relajada en las minas. La presencia de sindicatos fuertes podría compensar la situación, pero China carece de ellos. A diferencia de Vietnam, donde los tribunales suelen favorecer a los trabajadores, en China tienden a favorecer al más fuerte, bien al empresario, bien al funcionario emparentado con él que es de quien depende el juez, por lo que la vía judicial no es eficaz, ni los trabajadores están educados en ella. La gran mayoría de los mineros son campesinos mal pagados, que obtienen en las minas el grueso del ingreso anual que no se puede obtener de la tierra, y que es vital para mantener la economía en las zonas rurales. |
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