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31 de diciembre del 2005 |
Marcos Winocur
Llevo tres sesiones con el psicoanalista. En la primera, me recibió con estas palabras:
- Adelante. No me digas nada, ya sé: tuviste una infancia desgraciada, tu padre te daba una guamiza tras otra, tu madre te abandonó. De ahí tus instintos criminales. Sí, tan pronto te vi cruzar la puerta, te hice el diagnóstico. ¿A poco, no? - Doctor, yo tuve una infancia feliz, mi padre jamás me levantó la mano y estaba siempre dispuesto a escucharme, mi madre era una santa, cariñosa, protectora, comprensiva con mis travesuras de chamaco. - Ah, ya veo, es la alternativa número dos: una infancia feliz pero perdida para siempre, ya no volverá, ya nada será igual; eso te produce nostalgia, la nostalgia te trae la presencia de la muerte, la muerte te genera angustia. Clarísimo, de ahí tus instintos criminales. - Doctor, me da muchísima pena contradecirlo, por favor, no lo tome a mal, pero siempre entendí que la infancia es irrecuperable, no la añoro. - ¿Y entonces? ¿Se puede saber a qué viniste, güey? - Doctor, mire usted, me siento muy decaído, sin ganas de hacer nada, no sé por qué, la vida ha dejado de tener sentido para mí. - Ya me parecía, ya me parecía, te agarró la depresión. Y la depresión te provoca ansiedad [largo silencio lacaniano]. Porque el renunciar a las cosas de la vida te hace desearlas más que nunca. De ahí tus instintos criminales. Son quinientos baros. Eso fue en la primera sesión. En la segunda, me dijo: - Te agarró la ansiedad. Y la ansiedad te provoca depresión [largo silencio lacaniano]. Porque el desear más que nunca las cosas de la vida te hace renunciar a ellas. De ahí tus instintos criminales. Son mil baros, me debes dos consultas. En la tercera sesión, me dijo: - Has caído en el círculo vicioso depresión-ansiedad [largo silencio lacaniano]. A ti, discúlpame, te hacen falta unas buenas, pero unas buenas nalgadas, las que no te dieron en tu "infancia feliz"; ya verías cómo se te curan los males existenciales. Eso debo recetarte. Pero creo que es tarde... Así que te queda una sola salida: romper tú mismo el círculo vicioso de depresión-ansiedad ¿Cómo? Tú sabrás, güey. Son mil quinientos baros, me debes tres consultas. ¿Que hago? ¿Le pago o lo mato? |
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