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5 de abril del 2005 |
Federico de Cárdenas
Hace dos días, el secretario general de la ONU anunció en Nueva York que los 38 millones de dólares que era necesario reunir para juzgar a los altos responsables de los jemeres rojos camboyanos se encontraban disponibles, gracias a una generosa donación japonesa que asciende a 20 millones. La idea consiste en la creación de una corte mixta formada por Camboya y la ONU ante la cual sean procesados los responsables de este genocidio.
Como se sabe, la guerrilla del Jemer Rojo al mando de Pol Pot tomó el poder en abril de 1975 luego de la derrota norteamericana en Indochina. El nuevo gobierno decidió llevar a cabo una utopía campesinista de origen maoísta y ordenó que los seis millones de camboyanos desocuparan las ciudades y se trasladaran al campo, donde fueron obligados a sembrar productos de subsistencia y a sufrir interminables sesiones de adoctrinamiento. El Estado policial así creado se prolongó por cuatro años (1975-79) durante los cuales se aplicaron las directivas más monstruosas. Todo profesional o poseedor de algún título fue considerado contrarrevolucionario y lo mismo ocurrió con quienes sabían una lengua extranjera o eran sospechosos de ser intelectuales por el hecho de usar anteojos. Los saboteadores eran internados en prisión, sometidos a tortura y luego ejecutados. Como resultado de esta política se calcula que un millón setecientos mil camboyanos perecieron, en lo que se considera el segundo mayor genocidio del siglo XX. Las noticias de cuanto ocurría tardaron en saberse, pues los jemeres rojos habían aislado Camboya del mundo. Solo luego de la invasión del país por tropas vietnamitas fue posible medir la magnitud de lo ocurrido, pero tampoco se pudieron intentar acciones legales debido a la guerra civil. Una exitosa intervención de la ONU permitió el establecimiento de un gobierno libremente elegido en Camboya, pero para entonces el sanguinario Pol Pot y varios de sus lugartenientes habían muerto. Ahora se pretende juzgar a los restantes a fin de que el genocidio no quede impune. De los altos responsables jemeres se encuentran en prisión Ta Mok, segundo de Pol Pot, y Deuch, director del centro de tortura de Tuol-Sleng en Phnom Penh. En libertad se encuentran Nuon Chea, lugarteniente polpotiano; Ieng Sary (número 3 del régimen) y Khieu Sam-pan, ex jefe de Estado. Se espera que el proceso no dé lugar a una venganza, sino que rinda tributo a las innumerables víctimas de la sanguinaria utopía. Por lo mismo, se impedirá todo intento de utilizar el banquillo como tribuna de parte de los acusados. El asunto no logra unanimidad en el país, pues muchos camboyanos temen revivir un pasado doloroso y terrible, pero a la vez están de acuerdo en considerar que no puede haber impunidad para los responsables de este genocidio. |
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