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8 de septiembre del 2004 |
Felipe Romero
Existe cierta tendencia a dar por sentado la necesidad de incorporar las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) en la escuela. Hasta el momento, los resultados de las investigaciones señalan que:
-La comparación entre texto e hipertexto no arroja resultados inequívocos. Por ejemplo, Chaome Chen y Roy Rada muestran que el hipertexto puede ser más eficaz pero menos eficiente (requiere una mayor dedicación temporal para obtener los mismos resultados de aprendizaje), así como señalan la importancia de toda una serie de variables (de la tarea a resolver, del propio diseño del hipertexto, del aprendiz) que afectan a su utilidad para favorecer los aprendizajes. Esta variedad de factores relevantes se enfrentan a una decisión de utilizar las tecnologías de la información que viene desde arriba, desde la Administración o los dueños de los centros. -La propia naturaleza del contenido a aprender repercute en la utilidad de los hipertextos, existiendo un tipo de contenidos, los propios de los llamados ámbitos de conocimiento mal definidos que en principio deberían resultar más adecuados a la enseñanza mediante hipertexto. -La inclusión de las TIC no se realiza en el vacío sino en las escuelas, organizaciones orientadas a la evaluación, de forma que si se introduce un nuevo modo de enseñar sin cambiar el viejo modo de evaluar, alumnos y profesores preferirán tecnologías de enseñanza tradicionales. Estas tecnologías de enseñanza tradicionales no se mantienen por pura inercia, sino que la combinación profesor+libro de texto tiene ciertas ventajas didácticas (ventajas no necesariamente diferenciadoras, pues podría considerarlas de algún modo la oferta de hipertextos):
-El profesor actúa como filtro de la información relevante (incluso de cara a la evaluación recordando ese dicho de "no se evalúa lo que se enseña, sino que se enseña lo que se evalúa") A su vez, la incorporación de las TIC supone un desembolso decisivo para el sistema educativo al suponer la necesidad de incorporar equipamiento, contratar personal e incluso modificar la estructura de edificios en general antiguos. Ante las limitaciones del hipertexto y la repercusión de diferentes variables que afectan a su eficacia, el desembolso que implica y la competencia de tecnologías de enseñanza asentadas, sería previsible pensar que la implantación de las TIC se hiciese de forma gradual y sometida a las decisiones de cada centro e incluso cada aula y profesor, de forma que el profesor recurriese a esta tecnología si las características de su alumnado o la naturaleza de lo que quiere enseñar lo aconsejase. Justo lo contrario a una implantación mediante ley orgánica. Sin embargo, junto a sus utilidades didácticas, la utilización de las TIC cuenta con al menos tres facilitadores externos: - Por un lado, aportan imagen de innovación a quien las implanta. Los centros privados, ante los padres, y la Administración , ante los electores, tratan de liderar su implantación. - Por otro, los proveedores de contenidos buscan nuevos modelos de negocio y los de soporte tecnológico tratan de posicionarse en mercados donde la inversión en tecnología era tradicionalmente pobre. Ambos se encuentran entonces interesados en promocionar la superioridad de la nueva metodología de enseñanza. - Finalmente, la implantación de las TIC supone también un balón de oxígeno para las reformas psicologicistas que han protagonizado el debate sobre política educativa en las dos últimas décadas. A juicio de estos planteamientos (Pedersen y Liu, 2003 ), las reformas han resultado frustradas por la experiencia e inmovilismo del profesorado, así como por el peso de la tradición sobre la estructura de aulas y escuelas, pero el componente innovador de las TIC forzará necesariamente la implantación de metodología de enseñanza basadas en la construcción del conocimiento por parte del alumno, que las TIC presumiblemente promoverán en mayor medida. Así, la implantación de las TIC se convierte en un combate entre la resistencia del profesorado y las demandas de la práctica totalidad de actores externos (Administración, propietarios de los centros, padres e incluso "expertos" en enseñanza) donde las utilidades concretas, para alumnos concretos con necesidades concretas, de las herramientas tecnológicas pasan a ocupar un segundo plano. |
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