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La insignia
19 de octubre del 2004


Bibliálogos: Entrevista con Fernando Escalante Gonzalbo

La impostura nacionalista de Huntington


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, octubre del 2004.


En los primeros meses de este año apareció un libro que desató airada polémica: ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, de un autor cuya celebridad es indudable: el politólogo estadounidense Samuel P. Huntington. En ese texto, el profesor de Harvard pretendía fundamentar y defender lo que él concibe como la identidad norteamericana, así como advertir de las graves amenazas que hoy la acosan, tales como la inmigración mexicana y la globalización.

La pretensión de Huntington motivó muchas respuestas, unas razonadas y otras destempladas, las que han sido editadas en varios periódicos y revistas. Uno de los trabajos más serios en los que aquél libro es sometido a una rigurosa revisión crítica es el volumen coordinado por Fernando Escalante Gonzalbo, Otro sueño americano. En torno a ¿Quiénes somos? de Samuel P. Huntington, (México, Paidós, 2004). Allí se hacen comentarios a varios temas planteados por el profesor de Harvard, los cuales corren a cargo de cinco autores: Escalante, Claudio Lomnitz, Carlos Arriola, Marco A. Alcázar y Mauricio Tenorio.

Sobre varios de los tópicos tratados en este volumen sostuvimos una plática con Fernando Escalante, entre los que se encuentran los siguientes: el valor académico y los fines políticos de la obra huntingtoniana, sus aspectos culturalistas, las tradiciones intelectuales a las que responde, la fundamentación que da a los movimientos antiinmigrantes, el inevitable intercambio cultural entre México y Estados Unidos, la filiación neoconservadora de don Samuel, su respaldo a la política exterior norteamericana y el traslado de su esquema del "choque de las civilizaciones" al interior de su país.

El Dr. Escalante Gonzalbo es profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México, autor de al menos siete libros sobre política, historia y ciencias sociales, y ha figurado como coautor en varios más. Entre otras publicaciones, ha colaborado en las revistas Expansión, Vuelta, Línea, Quórum, Nexos, Voices of Mexico y Arcana, así como en los diarios El Universal, La Jornada y La Crónica. También es comentarista político del programa de televisión Entre 3, que se transmite por Canal 13.


Ariel Ruiz (AR): ¿Cuál era la necesidad de escribir y publicar este conjunto de respuestas al libro de Huntington?

Fernando Escalante (FE): La ocasión se debe a que acaba de ser publicado el libro de Samuel Huntington, quien es un personaje muy influyente en el medio norteamericano de los intelectuales públicos. Es un libro orientado políticamente con una carga ideológica muy importante. Además, con independencia del valor académico del libro, que realmente no es mucho, políticamente es un libro importante, y de allí el interés de comentarlo.

AR: Sobre esto que nos dice: usted, en sus intervenciones en el libro, prácticamente le resta cualquier mérito académico al libro de Huntington, y resalta su carácter de alegato político; llega a decir que se trata de un "impostura" que pretende hacer pasar sus prejuicios por valores demostrados. ¿A qué se debe esto?

FE: Académicamente no tiene ningún valor. Eso es lo que tratamos de demostrar en varios de los ensayos del libro. Las opiniones personales del profesor Huntington a mí, personalmente, no me importan: el señor es un protestante evangélico y cree que todos deberían ser protestantes evangélicos. Es su problema, al igual que no le simpaticen los mexicanos.

Lo malo es que trata de justificar, fundamentar y difundir sus opiniones como si fuesen el resultado de hallazgos científicos. Allí es donde hay una impostura. Cuando él me dice que le gustaría que todos los norteamericanos fuesen protestantes, pues oigo a un protestante que quiere hacer proselitismo y me parece bien; pero cuando me dice que científicamente puede demostrar que la identidad norteamericana es protestante, de modo que se tiene que promover el protestantismo, allí es cuando yo digo: no sea usted tramposo, no hay ninguna ciencia que demuestre que para ser norteamericano hay que ser protestante.

Cuando Huntington dice que no le gustan los mexicanos, está en su derecho y es su problema; pero cuando dice que puede demostrar científicamente que los mexicanos no se asimilan y que son una amenaza para los Estados Unidos, yo le digo: es una mentira, es una impostura, no hay esa demostración científica.

AR: ¿A qué público va dirigido el libro de Huntington? Él habla de su esperanza en la renovación cultural de los Estados Unidos y de su identidad, la que cifra en los que llama "nuevos nacionalistas blancos", que son "cultos, inteligentes y universitarios". ¿A ellos está dirigido el libro?

FE: Samuel Huntington es un politólogo que hace treinta años o más, hizo algunas contribuciones importantes a la ciencia política, tiene libros realmente buenos, como El orden político en las sociedades en cambio, que son para un público académico, obras que siguen usando los universitarios. Pero en la última década se ha vuelto famoso por libros superficiales, escandalosos, dirigidos al gran público, con frases que capturan la imaginación de la gente: "el choque de las civilizaciones", "el desafío mexicano", por ejemplo. Son frases muy llamativas, muy sonoras, y forman parte de artículos y de libros dirigidos al gran público que se deja seducir por ellas, y no está escribiendo para académicos, aunque tenga esa pretensión a veces.

AR: Como usted señala, el reciente libro de Huntington está a medio camino entre panfleto, trabajo académico y libro de divulgación.

FE: Exacto. Tiene una escritura muy superficial, muy apresurada, dramática, llena de anécdotas, y estos efectos de muy fácil publicidad. Académicamente son insostenibles sus argumentos, pero tiene ese despliegue de citas, de nombres, de números, que hacen que parezca muy científico, pero nada más. No habla, por ejemplo, de la migración mexicana, pero la analiza a través de una serie de encuestas; utiliza indiscriminadamente el censo de población de 2002, y después una encuesta local de Arizona de 1980, y posteriormente una encuesta entre migrantes en Florida de 1997, etc. No hay base común, sus datos no son comparables, en ningún momento conocemos el universo a que se refiere, entonces su estadística no demuestra nada, salvo que le permiten justificar sus prejuicios.

AR: Esta construcción que Huntington hace de la cultura norteamericana y que le da fundamento a la identidad estadounidense, tiene su expresión más acabada en lo que él llama "el credo americano": los valores que trajeron los colonos en el siglo XVII. ¿Existe tal identidad aunque sea en algún grupo de norteamericanos?

FE: La idea de que haya, en cualquier país del mundo, una identidad nacional y una cultura uniforme y cerrada como una frontera, es un absurdo. La idea de que haya una identidad de los Estados Unidos, es decir, que todo aquel que nace en ese país piensa así, cree eso, y todo aquél que nazca cinco metros más allá de la frontera ya cree y piensa otras cosas, es un disparate. Seriamente, a nadie se le puede ocurrir eso. Además, cuando propone que esa identidad cultural sea uniforme, que todos en Estados Unidos -mexicanoamericanos, afroamericanos, asiáticoamericanos, nativos americanos- tengan la misma cultura, pues cualquiera que lo piense sabe que no es así.

En los últimos veinte años, en todo el mundo hemos visto el resurgimiento de los nacionalismos étnicos. El libro es el manifiesto de un nacionalismo étnico de los Estados Unidos. Parte de la hipótesis de que hay una cultura de los Estados Unidos y que es uniforme, que está encerrada en las fronteras de ese país. Es un disparate, pero ideológicamente participa de este clima cultural de nacionalismos étnicos que es el pan nuestro de cada día en la última década.

AR: Hay un tema que tratan de forma más extensa usted y Tenorio en el volumen: la paradoja de que el libro de Huntington está dirigido contra el multiculturalismo, pero al mismo tiempo adopta un de las tesis fundamentales de éste: la esencia cultural que da identidad a un grupo determinado. ¿Cómo explicar contradicción tan flagrante?

FE: El libro de Huntington forma parte del debate culturalista, que es un debate que tiene treinta años y que tiene algunos aspectos muy interesantes, como el redescubrimiento de la importancia de la cultura, así como de los valores y derechos culturales.

Ahora bien: lo que hace Huntington es adoptar el punto de partida del culturalismo, es decir, la identidad cultural tiene la mayor importancia, y es definitiva para decidir la esencia de una sociedad; pero en contra de los multiculturalistas, él dice: "la esencia de la sociedad norteamericana es una y única: somos norteamericanos. Y todo aquel que diga que en Estados Unidos hay otras culturas distintas, está atentando contra la identidad nacional." Es decir, es un multiculturalista nacional en contra de los culturalistas subnacionales.

AR: Pese a que Huntington menciona como parte fundamental de la cultura estadounidense a varios valores de la Ilustración -como libertad, igualdad, etc.- y su universalismo, finalmente su obra es un ataque contra tal aspiración, y como tal francamente reaccionaria.

FE: Sí. Hay un antropólogo francés extraordinario, Jean-Francois Bayart, que publicó hace un par de años un libro titulado La ilusión identitaria, en donde estudia estos fenómenos. Se refiere a ellos como formas regresivas de la modernidad; es decir, reacciones en contra del universalismo de las ideas ilustradas, en contra de esta idea de igualdad y de libertad, y de su vigencia universal, al tiempo que se afirma: "mi cultura es diferente, tengo derechos diferentes porque soy norteamericano, croata, serbio, checo o cualquier otra cosa."

Es una reacción en contra de los valores de la modernidad. ¿Cómo resuelve la contradicción? Diciendo: "los valores del credo norteamericano -igualdad, libertad, etc.- son valores norteamericanos que no posee el resto del mundo, y por ello no tienen vigencia. Entonces, en defensa de los valores norteamericanos, que son la igualdad de derechos de los norteamericanos entre sí, la libertad dentro de los Estados Unidos, le voy a hacer la guerra al Islam porque es otra cultura, para ellos no valen los mismos valores." Es la defensa de un universalismo dentro de Estados Unidos y de particularismos hacia afuera.

AR: Otro tema que plantean los autores del libro es el amasijo que hizo Huntington con las ideas de la Ilustración y otros valores de la cultura angloprotestante. De esa amalgama las que salen perdiendo son las ideas y valores de la Ilustración, hay una cierta depreciación de ésta. La propia democracia sale raspada: el profesor dice que la democracia norteamericana es "poco representativa". ¿Los Estados Unidos están en el camino de la degeneración de los valores ilustrados en demérito de la democracia?

FE: Es muy difícil saber qué va a suceder en adelante, pero en todo el mundo la democracia está empezando a resultar incómoda para mucha gente. La democracia tiene, siempre, el penoso resultado de que manifiesta la opinión de la gente, de la mayoría. Donde una sociedad, como los Estados Unidos, es multirracial, multiétnica, los procesos democráticos manifiestan la pluralidad y la diversidad. Por supuesto, hay a quienes eso les da miedo, sobre todo a la élite culturalmente angloprotestante a la que defiende Huntington, y que es una minoría en los Estados Unidos.

Los partidarios de la uniformidad, de la unidad le tienen miedo a la democracia. Eso ocurre en todas partes. ¿Esto va a llegar a poner en peligro a las instituciones democráticas? No lo sé. En Francia, por ejemplo, hay la reacción del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, un nacionalista étnico -"Francia para los franceses", discurso en contra de los migrantes, etc.-. ¿Eso hace peligrar las instituciones democráticas francesas? No lo sé, ya que participan en el Parlamento, en la última elección tuvieron el 22 por ciento de los votos -que es muy considerable-. Hasta ahora no han amenazada a las instituciones representativas. ¿Puede suceder en el futuro? Podría ser. En Alemania, en la zona que antes era Alemania Oriental, Sajonia y Brandenburgo, en las elecciones de septiembre pasado, los partidos neonazis tuvieron entre el 8 y el 12 por ciento de los votos. Es peligroso.

AR: Me llamó la atención saber cuáles son los fundamentos intelectuales del libro de Huntington. Usted menciona algunas muy variadas que van de Rousseau a Burke, algo de romanticismo, etc., y el breve recuento histórico que usted hace del discurso de la decadencia. A mí me recordaba, por ejemplo, la forma en que Tito Livio explica la decadencia de Roma a partir del relajamiento de las costumbres de ese pueblo; también recordé a Joseph de Maistre y su frase de que él no veía al ser humano, sino que encontraba franceses, alemanes, etc. Y finalmente, trajo a mi memoria la gran polémica de las grandes potencias conquistadoras europeas, España e Inglaterra, con toda la leyenda negra, la lucha entre modernidad y misoneísmo, que me parece refleja de alguna manera Huntington en sus referencias a México y Estados Unidos.

FE: Hay dos ingredientes fundamentales en la retórica de Huntington que tienen una larguísima tradición. El primero es el de los nacionalismos étnicos. La manifestación del nacionalismo siempre es tardía; el nacionalismo, como lo conocemos, viene del siglo XIX. La idea de "mi pueblo posee una cultura diferente y superior a la de los demás" es antiquísima. En todas las civilizaciones se ha dado esa creencia. En eso la tradición en la que se inscribe Huntington, la tradición de la afirmación étnica, es viejísima: tiene antecedentes en todas partes.

De otro lado está la retórica de la decadencia, del "hemos perdido los viejos valores que nos hicieron poderosos". La expresión más clásica de esa retórica está en el imperio romano. Esa tradición de la idea de la decadencia, en los tiempos modernos adopta en general la forma de una retórica populista, de lo que es en estricto sentido el populismo: una retórica que supone que el pueblo es bueno, es virtuoso porque conserva sus tradiciones, mientras que hay élites corruptas, inmorales, decadentes, que han traicionado la verdad del pueblo.

En lo que Huntington se inscribe es en la confluencia del nacionalismo étnico y el populismo. Allí, aparte de que haya estas viejísimas tradiciones -que acaba de reconstruir usted muy bien-, está la tradición propiamente norteamericana del populismo, que es muy vigorosa desde el siglo XIX: estos movimientos, a veces muy beligerantes, del corazón de los Estados Unidos, de las pequeñas comunidades, de hostilidad hacia Washington, hacia los industriales y hacia los grandes poderes, con la idea de una gran conspiración de las ciudades en contra del viejo pueblo norteamericano, religioso y comunitario. Surge este misoneísmo -que cita usted también- en una sociedad que está cambiando y hay una reacción de defensa de los valores tradicionales del pueblo. Es el populismo norteamericano del siglo XIX, el del padre McLaughlin a principios del siglo XX, el propio maccartismo forma parte de esa tradición -la acusación fundamental del senador McCarthy era: "hay, en el Departamento de Estado, en Hollywood, etc., infiltrados comunistas que quieren destruir los valores norteamericanos"-. Ésa es la estructura de la argumentación populista, tal cual la reproduce Huntington. En eso forma parte de una vieja tradición norteamericana: el populismo.

AR: ¿El de Huntington no es, hasta cierto punto, peligroso social y políticamente, al hacer esta exaltación de la identidad, que comparte con el multiculturalismo? ¿No puede esto crear conflictos muy fuertes en los Estados Unidos?

FE: Sí y no. El libro, por sí mismo, no puede tener ese efecto; un libro no provoca un movimiento social. Pero esos movimientos sociales neoconservadores, populistas, antiinmigrantes, xenófobos, ya existen en los Estados Unidos. Lo que el libro puede hacer es ofrecerles una justificación, una retórica particular ideológicamente, y darles un presunto fundamento científico a esas actitudes de movimientos nacionalistas, xenófobos y antiinmigrantes que ya existen. Ese es el riesgo.

De ahí el interés de, por lo menos, restarle la autoridad científica y decir: "Señores, vean que el libro de Huntington no tiene fundamento científico." Es decir: puede y va a haber una ideología antiinmigrante, opiniones xenófobas, pero carecen de fundamento.

AR: Parece que puse la carreta delante del caballo. Entonces, más bien, lo de Huntington sería una expresión de esa corriente antiinmigrante que tiene muchos años.

FE: Pero es verdad que el libro contribuye a articularla retórica e ideológicamente; ofrece los motivos de este discurso. De otra manera sería un grito inarticulado de "me dan asco los mexicanos", por lo que ahora se puede presentar con un "yo defiendo los valores de la identidad norteamericana."

Esa importancia tiene el libro: no crea el movimiento antiinmigrante, pero contribuye a darle una retórica, un discurso y una dignidad de la que carecería de otro modo.

AR: Ha habido ya muchas respuestas a Huntington desde el lado mexicano, algunas muy airadas. Quisiera hacerle una pregunta: en términos culturales, ¿cuál ha sido el impacto cultural que ha tenido la inmigración mexicana en los Estados Unidos? Plantearía esto en los dos sentidos: ¿cómo han cambiado mexicanos y norteamericanos con el fenómeno migratorio?

FE: Si entendemos que la cultura no son esas bolas de billar chocando, como lo pinta Huntington, sino que es un conjunto de significados, valores, referentes, etc., que siempre está cambiando, y cuando dos sociedades entran en contacto y tienen intercambios, las culturas de los dos lados cambian, porque influencian la una a la otra, por convivencia, por cercanía, etc. Esos efectos son impredecibles, dinámicos, cambiantes y suceden siempre. No es que no tengan nada de malos, son perfectamente naturales y constituyen lo que es la cultura misma. La cultura mexicana, hoy en día, o los ingredientes culturales que tenemos en México incluyen los tacos y el mole exactamente igual que las hamburguesas y el rock and roll. Esa es la cultura que hay en México, no es la cultura mexicana -modificando el adjetivo lo entendemos mejor: no la cultura mexicana, sino la cultura que hay en México-.

La cultura que hay en Estados Unidos incluye la comida tex-mex, el Taco Bell, etc., que no es ni mexicano ni estadounidense. Esa cultura también incluye, por ejemplo, un uso mucho mayor de la harina de maíz, el uso de picante y palabras en español. Allá hay una parte muy importante de la población que habla y aprende castellano, al igual que aquí se habla y aprende inglés. Eso sucede en los dos lados y va a seguir sucediendo. La cultura que hay en México tiene ingredientes indígenas, españoles, franceses y estadounidenses, ingleses y de todo, y lo va a seguir teniendo.

El hecho de que haya muchos millones de gentes que han nacido en México y actualmente habitan en los Estados Unidos produce cambios, que son muchos y muy difíciles de calcular. Pero esto puede tener dos efectos distintos y contrapuestos: uno de ellos es una reacción a la Huntington, la reacción del nacionalismo, de ver a estos mexicanos y sentir "yo soy esencialmente distinto a estos cientos de miles de mexicanos, y voy a defender lo mío en contra de ellos."

La otra reacción que se produce también en el gobierno, en los partidos y entre intelectuales norteamericanos, de "oiga, resulta que soy muy parecido a estos, y aunque no me entendía con ellos, y no los conocía porque vivían muy lejos, ahora los tengo cerca y descubro que compartimos una enorme cantidad de cosas." Pero lo mismo sucede en México: la vieja reacción de recelo, admiración, sumisión frente a los gringos, actualmente se convierte en una relación de trato cotidiano y sabemos que son exactamente igual que nosotros, ni mejores ni peores. Entonces, el efecto que creo va a haber a largo plazo va a ser positivo.

AR: Allí radicaría otro de los defectos del libro de Huntington: el no reconocer las aportaciones que otras culturas diferentes a la señalada por él han hecho a la cultura norteamericana.

FE: Es tener una mirada defensiva: la cultura es un bien, un conjunto de cosas que tengo guardadas, y se le acercan personas que tienen otra cultura, me la van a manchar. Pero la cultura no se mancha porque no es una cosa. Su idea es: "yo tengo esta cosa limpia, que es la cultura norteamericana, y me la van a manchar da salsa picante y de frijoles." Pero no, no se mancha la cultura, no hay que protegerla, no hay que cuidarla.

AR: Otra paradoja del libro de Huntington es el aislacionismo que promueve; pero al mismo tiempo los Estados Unidos son los que más apoyan la globalización. Defiende su identidad, y a la vez busca la exportación de sus valores a otras partes del mundo. ¿Cómo se explica esto?

FE: Es muy difícil, no sé cómo lo resuelva en su cabeza Samuel Huntington. En su libro aparece flagrantemente como una contradicción. Para él representa una amenaza la globalización, dice explícitamente que es una amenaza para los Estados Unidos el hecho de que las grandes empresas norteamericanas contraten a sus ejecutivos sin preguntarles por su nacionalidad. Pero eso es una consecuencia de la globalización: si una empresa tiene situada una parte de su producción en la India, va a tener ejecutivos de allí porque conocen a su sociedad. Eso es lógico, es parte de la globalización.

Los Estados Unidos no solamente impulsan activamente la globalización económica, sino política e ideológica también, y se benefician de ella, lo mismo que se puede beneficiar cualquier otro país. Entonces su reacción es una mezcla extraña, porque por un lado es el aislacionismo -que las empresas norteamericanas produzcan y vendan en Estados Unidos- y por el otro es imperial.

Creo que lo que manifiesta en el fondo es el temor a la novedad. La globalización, en la medida en que avance, no está en control de nadie, y está simplificación es una forma de conjurar ese miedo a lo que va a suceder, y que nadie controla.

AR: El libro de Huntington sigue en su cartabón del choque de civilizaciones, en cuanto alerta contra un Estados Unidos multicredal, en el que "los colectivos de culturas diferentes propugnarán valores políticos diferenciados y principios arraigados en sus culturas particulares." Pero no propone fórmulas de convivencia.

FE: Lo que hace es reproducir la misma lógica del choque de las civilizaciones al interior de los Estados Unidos. El problema fundamental es que piensa la identidad como un asunto étnico, con un contenido religioso concreto y con un contenido étnico concreto. De otra manera, no habría ni necesidad de temer al surgimiento ni al florecimiento de otras culturas, ni necesidad de promover el nuevo nacionalismo.

¿Cuáles son los criterios de unidad de la sociedad norteamericana? Los de cualquier sociedad moderna: la ley, la Constitución, la igualdad de derechos, etc. Dentro de esto, respetando la igualdad de derechos, respetando las libertades y las instituciones democráticas, cada quien vive con las costumbres que mejor le gustan, come lo que le gusta.

Revela muy poca confianza en el vigor de las instituciones democráticas, en la igualdad de derechos y en la igualdad ante la ley como mecanismos de integración de una sociedad moderna y civilizada. Yo tengo mucho más confianza en eso, que sirve para integrar y para permitir el florecimiento de la pluralidad real de toda la sociedad.

AR: Lo de las identidades está fundado en tradiciones y costumbres, muchas de las cuales aquí se las inventa Huntington. Como usted cita el trabajo clásico de Hobsbawm, en el sentido de que las tradiciones tienen sus fines y usos políticos, ¿cuál es la principal finalidad política de las tradiciones que usa Huntington?

FE: Las tradiciones, normalmente, existen en todas partes cuando se construyen como algo sólido, unívoco, etc.; son construcciones ideológicas con alguna finalidad política. Es en el caso de Huntington como en el de muchos otros; así ha sido en todas las sociedades modernas, como lo demuestra Hobsbawm. Hay un uso político de la tradición: se construye políticamente para usarla.

¿Cuál es el propósito de Huntington? Él forma parte de un movimiento neoconservador en los Estados Unidos que tiene el propósito de darle un contenido moral a la política conservadora. Aquí hay un giro importante que empieza a producirse con Reagan, pero que solamente con el segundo Bush adquiere pleno desarrollo. Es que hasta entonces el conservadurismo norteamericano era básicamente una política de intereses -aquello que decía Nixon: "Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses"-, una política descaradamente pragmática; mientras que el nuevo conservadurismo es una política moralista, que quiere defender e imponer valores. El valor por el cual pretenden uniformar la opinión norteamericana es el del nacionalismo. Entonces, lo que hace Huntington es tratar de promover un nacionalismo, que es una interpretación de la tradición y de la identidad norteamericana, e imponerla como el único credo válido en los Estados Unidos, para después tener una plataforma unificada para actuar en política exterior. Es el soporte nacional de una política exterior nacionalista, es decir, de defensa de los intereses de los Estados Unidos por encima de las instituciones internacionales o del derecho internacional.

AR: En su ensayo menciona la ingenuidad de Huntington en muchos puntos, especialmente en el debate entre identitarios y no identitarios, de la antropología ingenua. Pero parece que la construcción del profesor no es ingenua.

FE: Leyendo el libro de Huntington, observando su desconocimiento de toda la antropología del siglo XX, el desconocimiento de la más elemental discreción y sobriedad en el uso de estadísticas, lo pone a uno en una disyuntiva muy delicada: o bien el profesor de verdad no sabe lo que han escrito los antropólogos, no sabe lo que es la identidad, no sabe cómo se usan las estadísticas, y entonces es ingenuo o ignorante, o bien lo hace de mala fe, ocultando deliberadamente aquello. De entrada, no quiero atribuirle mala fe. Supongo que no sabe, que de verdad no ha leído.

AR: Apenas tiene algunos meses de publicado el libro de Huntington. Hasta ahora, ¿qué efectos políticos ha tenido este libro, especialmente entre los dirigentes políticos de Estados Unidos?

FE: Es difícil de saber. El profesor Huntington, normalmente y desde hace tiempo, no admite debates. Cuando se presenta en público -como lo vimos aquí en Veracruz-, no acepta preguntas, no acepta discutir en público sus libros, lo que hace que el debate sea una cosa un poco extraña. En la revista Foreign Affaire, donde publicó un artículo muy relacionado con su libro, se recibieron docenas de cartas, de las cuales la revista publicó unos cuantos fragmentos, y después una respuesta única de Huntington, una carta de tres párrafos donde dice: "Mis cifras son buenas. No voy a discutir." Entonces, la discusión con Huntington no se ha producido, y dudo que se vaya a producir.

En cuanto al efecto político, creo que es muy difícil preverlo. A lo mejor fue un error de los publicistas de Huntington publicarlo este año, por una razón: es un año electoral n los Estados Unidos, y ninguno de los dos candidatos puede arriesgarse a perder el voto hispano. Entonces nadie puede darle mucho vuelo a tesis e ideas como estas. Para ver el efecto político que tenga su libro, habrá que esperar a que pasen las elecciones.



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