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14 de noviembre del 2004 |
La patrulla del tiempo
Rodolfo Martínez
La patrulla del tiempo (The time patrol), de Poul Anderson
Estamos en los años cincuenta. Manse Everard responde a un extraño anuncio de trabajo y de pronto se encuentra enrolado en la Patrulla del tiempo, un curioso cuerpo policial cuya misión es asegurarse de que la Historia humana se desarrolla tal y como debe. La Patrulla ha sido creada por los danelianos, una especie de superhombres del futuro remoto que son la evolución última de la humanidad y cuya mayor preocupación es impedir que alguien cambie la historia y evite que ellos lleguen a aparecer. Everard viajará al Londres de la Segunda Guerra Mundial, a la Germania de la época del Imperio Romano, a Tiro en su momento de esplendor, a la prehistoria americana, a la antigua Persia, luchando una y otra vez para que los acontecimientos no se desvíen de lo que él conoce y el tiempo se encarrile de forma adecuada. La premisa es simple y a veces poco más que una excusa para que Anderson dé rienda suelta a su exploración de algunas de sus épocas históricas favoritas. Pese a ello, los elementos de ciencia ficción están presentes a lo largo de todo el libro y en ocasiones son parte fundamental e irremplazable de la trama. No sólo en ese Manse Everard, agente temporal y nexo común de la serie, sino en el hecho de que más de una vez los policías temporales no son enviados a deshacer las historias alternativas y poner las cosas en su sitio, sino a causar la Historia tal y como la conocemos. En más de una ocasión las paradojas temporales son el núcleo central de la historia que estamos leyendo: paradojas resultas casi siempre de un modo elegante, aunque quizá algo apresurado. Es de lamentar que los todopoderosos danelianos, por otro lado, no sean más que entrevistos entre bastidores, aunque los escasos atisbos que vamos teniendo de ellos remiten, más que a unos bondadosos dioses tutelares, a unos insidiosos manipuladores que, a menudo, más que evitar que el pasado no les tenga como consecuencia última, lo construyen para resultar inevitables en el futuro. Es posible que algunos de esos temas sean tratados con mayor profundidad en "The Shield of Time", una novela ambientada en el mismo universo y que puede tener edición en castellano próximamente. Pero a medida que nos adentramos en el libro y los relatos van aumentando su extensión (los cuatro últimos son auténticas novelas cortas) la preocupación de Anderson por entrelazar novela histórica y ciencia ficción se van decantando claramente hacia la primera, y la premisa de poner el tiempo en su sitio no pasa de ser una excusa para narrarnos, unas veces cómo se desarrollaron los acontecimientos históricos y otras cómo podrían haber sucedido. Anderson se revela aquí como un narrador ágil y directo, con un estilo sencillo pero eficaz y unos personajes que, si bien no pasan de meros actores de la trama, son adecuados para ésta y se mueven adecuadamente por la historia. El único pero es el tropezón en el camino que a veces representan las parrafadas de historiador aficionado con que el autor intenta ponernos en antecedentes de la época por la que nos movemos; parrafadas no demasiado molestas pero que quizá un autor más hábil podría haber evitado. Hay muchas formas de conseguir que el lector se mueva con comodidad por un entorno histórico que no es la suya y la usada por Anderson no es desde luego la más conveniente. Por supuesto, en su contra juega el hecho de que las narraciones no son lo suficientemente largas para permitirle desplegar el panorama histórico de un modo más paulatino, por lo que es posible que la solución finalmente adoptada por el autor, si bien ligeramente molesta, sea la menos problemática en estos casos. Los distintos relatos han sido escritos a lo largo de un período muy dilatado (el primero es de 1955, el último de 1991) y eso se nota, no sólo en la longitud progresivamente mayor de cada historia sino en la habilidad del autor para meternos en la época y los personajes que se mueven por ella. Los primeros cuentos, en realidad, no pasan del nivel de curiosidades, necesarios quizá para situarnos firmemente en el entorno de esta Patrulla de Tiempo, pero bastante por debajo del nivel que alcanza en las últimas historias. De todas ellas mi favorita posiblemente sea "El pesar de Odín el Godo", una hermosa novela corta en la que un erudito termina provocando los acontecimientos que ha venido a observar y acaba convirtiéndose en parte de la historia que estudia. Anderson, como ya demostró en "La espada rota", es un buen conocedor de las sagas nórdicas y de la mitología germano-escandinava, y en esta historia nos presenta un fresco, excelentemente trazado, de las luchas intestinas entre los clanes germanos del siglo IV. Su figura de El Errante, ese dios del patíbulo que terminaría convirtiéndose en el actual Odín, llena toda la historia de una melancolía sutil que la hace posiblemente una de las mejores del libro. Por lo demás, poco queda por decir. Como relatos de ciencia ficción algunos no pasan de excusas, mientras que otros, por el contrario, nos muestran deliciosas ucronías que quizá desearíamos que hubieran ocurrido realmente. Como novela histórica resulta, como mínimo, interesante. Como conjunción de ambas unas veces tiene éxito y otras fracasa, pero incluso en el último caso consigue casi siempre una lectura satisfactoria. No estamos ante un libro que vaya a pasar como un gran clásico a la pequeña historia de la ciencia ficción, pero sí ante una obra entretenida, con más de una especulación interesante y con una más que cuidada reconstrucción de ambientes y épocas que pocas veces nos dejarán indiferentes. |
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