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9 de febrero del 2004 |
Xavier Caño
Hoy, el miedo, como ha ocurrido tantas veces en la historia, es herramienta de control y dominio porque el ser humano nunca es tan ciego como cuando tiene miedo. Sabido por poderosos, déspotas, dictadores, autócratas y tiranos, el miedo es de rigurosa actualidad en nuestros días, casi elevado a categoría de arte, por lo refinado y minuciosamente que se provoca y mantiene. Una población presa del miedo tolerará cualquier despropósito o injusticia para librarse de él, pero la paradoja es que si no hay justicia es imposible la tranquilidad pues la injusticia genera pobreza y desigualdad. La pobreza y la desigualdad causan desesperación, envidia e ira que, a su vez, se transforman en violencia y agresión que, finalmente, engendran más miedo.
El miedo es perturbación del ánimo por un riesgo real o imaginario y, en términos biológicos, reacción del organismo ante lo que puede causar daño e incita a la huída u otra reacción. El miedo fue factor fundamental para la evolución y aparición del ser humano. Cuentan algunos paleoantropólogos que, ante la amenaza de una catástrofe en el centro de África, hace millones de años, unos primates emigraron, pero debían atravesar una gran extensión de altas hierbas que les impedían ver de lejos a sus predadores. Comprendieron que debían alzarse para superar la altura de la hierba, descubrir a sus enemigos en la lejanía y poder huir. Fue la aparición del pitecanthropus erectus, antecesor de las especies humanoides. Alzarse facilitó el desarrollo del cerebro y de ahí surgió el ser humano. El miedo, escenario para recortar derechos y libertades, no se utiliza solo en actuaciones concretas, como el caso de las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein para invadir Irak. Hay un uso persistente de la elaboración de una cultura del miedo. Hace muchas décadas, los periódicos inventaron las secciones de sucesos para dar cabida a noticias sobre delincuencia, violencia, accidentes sangrientos y catástrofes; tiempo después, diarios más responsables incluyeron esas noticias en la sección de sociedad, desposeyéndolas de matices o características morbosos. De un tiempo a esta parte, sin embargo, las noticias sobre delitos y crímenes han vuelto a sus orígenes y casi siempre se publican sin dotarlas del necesario contexto, simulando que se ignora que cuando no se dice toda la verdad se está faltando a la verdad. Según el profesor de la Universidad de California, Barry Glassner, autor del ensayo La cultura del miedo, hay una voluntad explícita de mantener un clima permanente de miedo en los EEUU, pero sabido es que lo que ocurre en el Imperio rebota a todo el mundo. La televisión estadounidense, y especialmente los canales de cable, se han convertido en portavoces de esa atmósfera de miedo. En cualquier programa televisivo escabroso-sensacionalista, puede aparecer un icono intermitente en un ángulo de la pantalla con la leyenda "Alerta máxima", como termómetro de la amenaza de ataque terrorista, sin explicación ni prueba alguna. Programas televisivos atizan el miedo con noticias de asesinatos, robos y violaciones sin el menor rigor informativo, creando un ambiente propicio para enterrar garantías judiciales y procesales y creando la sensación de que vivimos en una sociedad terriblemente violenta, al tiempo que se arroja por el sumidero la presunción de inocencia, fundamento esencial de una sociedad democrática. La industria cinematográfica de Hollywood también se ha sumado a la fabricación de una cultura del miedo con paranoias futuristas, hecatombes causadas por grupos terroristas, proliferación de asesinos en serie, acciones de feroces grupos de narcotraficantes, psicópatas letales, asesinos satánicos... y todo con el más puro estilo maniqueo. Este clima de miedo proporcionado por cine y televisión, es periódicamente agudizado desde la Casa Blanca con advertencias no argumentadas de amenazas terroristas. Según Glassner, los índices de delincuencia violenta y asesinatos se desplomaron en los EEUU en la última década, pero la psicosis creada por televisiones y Hollywood favorecieron un retroceso ultraconservador, un recurso constante a la pena de muerte y el encarcelamiento sin garantías de miles de jóvenes negros estadounidenses. Hoy, en los países del norte, el miedo es un aliado de casi todos los gobiernos; un miedo que agita los espantajos de las armas de destrucción masiva, del terrorismo internacional, del narcotráfico -posible solo por la absurda cruzada contra la drogas que permite plusvalías increíbles de las sustancias prohibidas- y los inmigrantes de piel y cultura diferentes, económicamente necesarios, pero vistos como potenciales delincuentes. El miedo es eficaz disolvente de libertades, derechos y democracia, y hay que plantarle cara. Medios para combatirlo son la razón y la información veraz. |
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