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La insignia
21 de agosto del 2004


A fuego lento: Guatemala

¿Contubernio entre medios de comunicación y gobierno?


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, agosto del 2004.


Con fecha 2 de agosto, circuló por internet un mensaje aparentemente suscrito por "los reporteros de Siglo Veintiuno, Emisoras Unidas, Radio Punto, Prensa Libre, Diario La Hora, Nuestro Diario, Al Día, El Periódico, Guatevisión, Telediario, Notisiete y La Sonora" (sic), en el que éstos denuncian que "han enfrentado el hecho constante de que sus notas sean cambiadas o ignoradas por los directores de Redacción (sic) de nuestros medios y en especial aquellas relacionadas con denuncias de corrupción de actuales funcionarios de gobierno". Los suscriptores de este documento anónimo (valga la contradicción) también denuncian que "los dueños de los medios a través (sic) de nuestros directores han asumido posiciones parciales a favor del gobierno de turno. Todas las noticias que al final del día llegan a nuestras oficinas de redacción son cuidadosamente revisadas y aquellas en las que se involucra a algún funcionario del gobierno actual son mutiladas o archivadas".

Acto seguido, los reporteros proceden a denunciar graves delitos cometidos por el ministro de Gobernación, Arturo Soto; el ministro de Salud Pública, Marco Tulio Sosa; el ministro de Agricultura, Álvaro Aguilar; el gerente del Fondo de Tierras, Manuel de Jesús Godínez; Gustavo Porras; el viceministro de Agricultura, Robin Billy Estrada Hernández; Rosa María de Frade; el presidente de la Junta Directiva de Banrural y de Anacafé, José Ángel López Camposeco; Lizardo Sosa, Juan López y Fernando Peña; "el señor Dubón Palma" (sic) y Caril Alonzo.

De ser verdaderos los delitos que tan puntualmente los reporteros señalan, las capturas y encarcelamientos de ex funcionarios corruptos del gobierno pasado se evidenciaría como una mera cortina de humo para encubrir la corrupción del gobierno actual, misma que con esta denuncia quedaría de sobra ilustrada, igual que el alineamiento de los propietarios y directores de medios de comunicación con toda esta anómala situación gubernamental.

Aunque el documento que estamos comentando es anónimo, la prestigiada agencia Inforpress Centroamericana, en su edición del 13 de agosto, no sólo divulga la noticia sino que afirma haber consultado a varios periodistas que pidieron permanecer en el anonimato, los cuales confirmaron que los jefes de redacción y los propietarios de medios revisan cuidadosamente los materiales relacionados con actos de corrupción de funcionarios del actual gobierno, para modificarlos o desecharlos. Inforpress también cita el informe del PNUD, "La democracia en América Latina", en el que se asienta como un hecho la manipulación de la opinión pública y el encubrimiento de acciones de funcionarios de gobierno por parte de propietarios y directores de medios de comunicación. Concretamente, se cita la sección "El Peladero", del diario El Periódico, como un espacio en el que miembros de algunos sectores privilegiados de la sociedad y del gobierno jamás son blanco de las especulaciones sin fundamento que le dan vida a la sección.

Los mensajes electrónicos de los supuestos reporteros que formularon esta gravísima denuncia, siguen llegado a los buzones de los columnistas guatemaltecos. Por ello, su silencio es inexplicable. A estas alturas, la denuncia y el eco que de ella se hace Inforpress, deberían haber motivado ya comentarios y análisis en los medios. Pero al parecer nadie ha dicho nada. Lo cual profundiza aun más las sospechas ciudadanas de que el contenido de la denuncia sea verdadero.

Lo que está en juego aquí es no sólo el atentado a la libertad de expresión sino el carácter mismo del actual gobierno, el cual llegó al poder bajo la suspicacia ciudadana de ser pro oligárquico. Si todo esto cierto, el apoyo de parte de la cooperación internacional, de su icono, la empresaria farmacéutica Rigoberta Menchú, de la resaca oenegizada de la izquierda ex guerrillera y de Ríos Montt a este gobierno, tendría que analizarse bajo otras luces y ópticas, mucho menos ingenuas y mucho más agudas y avezadas que las que hasta ahora han venido empleando los analistas.


(*) También publicado en Siglo Veintiuno y A fuego lento



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