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La insignia
22 de abril del 2004


Final: Acto quinto, escenas IV y V

Ricardo III


William Shakespeare
Transcripción para La Insignia: C.B.


Acto quinto
Escena IV

(Otra parte del campo)

Toques al arma, incursiones. Entran Norfolk y fuerzas; se le acerca Catesby.

Catesby: ¡Socorro, lor Norfolk, socorro, socorro! El Rey hace más pródigios que un hombre, atreviéndose a enfrentarse con todos los peligros: le han matado el caballo y combate a pie, buscando a Richmond en la garganta de la muerte. ¡Socorro, ilustre señor, o si no, la batalla está perdida!

Toques al arma. Entra el Rey Ricardo.

Ricardo: ¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!

Catesby: Retiraos, señor: os ayudaré a encontrar un caballo.

Ricardo: ¡Villano, he echado la vida a una tirada de dados, y afrontaré el azar de la suerte! Creo que hay seis Richmond en el campo: he matado a cinco en vez de él. ¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo! (Se van)


Acto quinto
Escena V

(Otra parte del campo)

Toques al arma, incursiones. Entran por lados opuestos el Rey Ricardo y Richmond; luchan y se van luchando. Retirada y toque de trompeta. Luego vuelve a entrar Richmond, con Stanley, que lleva la corona, y otros Lores, y fuerzas.

Richmond: ¡Dios y vuestras armas sean alabados, victoriosos amigos! La jornada es nuestra: ha muerto el perro sanguinario.

Stanley: Valeroso Richmond, bien te has portado. Mira, aquí, esta realeza tanto tiempo usurpada, la he arrancado de las sienes muertas de ese miserable sanguinario, para agracias con ella tu frente: llévala, disfrútala y házle honor.

Richmond: ¡Gran Dios del cielo, di amén a todo esto! Pero, decidme: ¿está vivo el joven George Stanley?

Stanley: Lo está, señor: sano y salvo, en la ciudad de Leicester, adonde, si os place, nos retiramos ahora. Richmond: ¿Qué hombres de importancia han muerto en ambos bandos?

Stanley: John, duque de Norfolk, Walter, lord Ferrers, sir Robert Brakenbury y sir William Brandon.

Richmond: Enterrad sus cadáveres como corresponde a sus prosapias: proclamad un perdón para los soldados huidos que vuelvan con nosotros con sumisión, y luego, como hemos jurado sacramentalmente, uniremos la rosa blanca con la rosa roja. ¡Sonría el cielo sobre esta bella unión, después que tanto tiempo ha fruncido el ceño sobre su enemistad! ¿Qué traidor me oye sin decir amén? Inglaterra ha estado mucho tiempo loca, hiriéndose a sí misma: los hermanos vertían ciegamente la sangre de sus hermanos, los padres, ataban coléricamente a sus propios hijos; el hijo, obligado, era matarife de su padre. Todo esto desunía a York y Lancaster, separadas en horrenda discordia. ¡Oh, ahora Richmond e Isabel, legítimos sucesores de ambas casa reales, se unan por hermosa ordenación de Dios! ¡Y que sus herederos -si así lo quieres, Dios- enriquezcan el porvenir con la paz de liso rostro, con sonriente abundancia y bellos días de prosperidad! ¡Derriba el filo de los traidores, generoso Señor, que quieran reproducir otra vez esos días sangrientos, haciendo llorar a la pobre Inglaterra en ríos de sangre! ¡No les dejes vivir para probar la prosperidad de este bello país! Ahora las heridas civiles están cerradas, y la paz vuelve a vivir para que viva aquí mucho tiempo, Señor, ¡di amén!

(Se van)



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