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15 de septiembre del 2003 |
Ignacio Escolar (*)
"Si eres una de las cuatro millones de personas que usan Kazaa, tienes las mismas posibilidades de estar entre los 261 internautas demandados como de que te caiga un rayo."
Con este interesante dato estadístico comienza Paul Boutin su último artículo en Slate. Comparto su conclusión: lo único que conseguirá la RIAA con esta estrategia es que los internautas se cambien a sistemas aún más complejos, como Earth Station 5 o Freenet, que cuentan con tecnologías de encriptado para mantener el anonimato de sus usuarios. Con cada paso que da la industria del disco en esta dirección, más se acerca hacia su fin. Cada juicio que ganan, cada heredero de Napster que cierran, sólo sirve para que los programas P2P aceleren su evolución. Al forzar a los internautas a emigrar hacia nuevas plataformas, las discográficas dan oportunidades para redes de intercambio que sin su intervención jamás habrían conseguido el número de usuarios necesario para ser útiles. La primera generación de redes P2P -como Napster o Audiogalaxy- necesitaba servidores centrales para encontrar los ficheros, una debilidad que acabó con estos protocolos ya que podían impedir y controlar el intercambio, como después ordenarían los jueces. La segunda generación -Kazaa, Blubster o Morpheus- no necesitan servidores centrales, por lo que los juzgados no servían. Al demandar a los usuarios, la RIAA está promoviendo el desarrollo de la tercera generación P2P: redes con comunicaciones anónimas difíciles de espiar. ¿Qué intentarán contra ellas? Sea lo que sea, provocará otro desequilibrio en el ecosistema de Internet que hará posible el nacimiento de nuevos protocolos de intercambio aún más efectivos. Cuando lamenten no haber intentado pactar con Napster, ese servicio por el que una gran parte de sus usuarios se mostraba dispuesto a pagar, ya será demasiado tarde. ¿Serán conscientes las discográficas de hacia dónde les lleva esta loca carrera de demandas? Durante el tiempo que pasé como músico en varias multinacionales, discutí este aunto con algunos cargos medios. Su teoría es que los popes que dirigen el sector están ya en una edad en la que el largo plazo no abarca más que los pocos años que quedan hasta la jubilación. Toda su estrategia consiste en alargar la vida del modelo de negocio anterior a Internet durante el mayor tiempo posible. Vender CDs hasta el último suspiro en vez de preocuparse por la reconversión que necesita esta industria. En España los errores de las discográficas son aún más graves. Durante los últimos diez años, los grandes sellos se han dedicado a banalizar la música hasta convertirla en un pastiche de karaoke con coreografía, donde el márketing es más importante que el talento, y a explotar el fondo de catálogo sin sembrar nada nuevo. Después de educar al público en esta infecta receta de grandes hits de los 80 y Enrique Iglesias, llegó la televisión -que sabe mucho más de márketing que nadie- y se comió el pastel con Operación Triunfo, UPA Dance y la teletienda. El futuro de las discográficas pasa por transformarse en empresas de servicios para los músicos, que seguirán necesitando personas para la promoción y gente que les organice la agenda y las giras. Con el enroque actual y el enfado que provoca entre sus clientes la amenaza de su rayo, los sellos dejan un hueco enorme para que todos esos expertos profesionales a los que están despidiendo monten los negocios musicales del siglo XXI. (*) Ignacio Escolar es editor de SpanishPop. |
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