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4 de mayo del 2003 |
Marta Caravantes
Considerada una profesión apasionante y de cierto estatus social, el periodismo esconde tras las paredes de sus redacciones una realidad que poco o nada tiene que ver con esa imagen idealizada en la que aún sigue creyendo la mayor parte de la sociedad.
Sin contratos laborales, con sueldos de miseria y jornadas de trabajo desmesuradas, los periodistas del siglo XXI conforman una profesión pauperizada. Portavoz en muchas ocasiones de causas loables y solidarias, el periodista, sin embargo, ha sido incapaz de saber defender sus propios derechos laborales y profesionales. El miedo, la resignación y la ignorancia son algunas de las causas pero, sobre todo, el autoengaño de creer formar parte de una profesión liberal de élite, cuando se es, sencillamente, un trabajador. La situación ha degenerado de tal forma que el periodismo es hoy en día una de las profesiones donde se producen más atropellos laborales. Su desregularización y la falta de convenios abonan una coyuntura ya de por sí favorable para que grupos empresariales se crean con las manos libres para practicar abusos a discreción, aprovechándose de la oleada de periodistas en desempleo y de aquéllos que tratan de medrar o de publicar a toda costa, incluso trabajando gratis. Se comprueba la tendencia de los medios de comunicación a reducir al máximo las redacciones y a ampliar una red de colaboradores que se ocupe de llenar contenidos a precio de saldo, sin contrato laboral y cobrando sólo por nota publicada o emitida (y eso cuando consiguen cobrar). De este modo, las empresas se ahorran millones en salarios. En España, mientras más del 50% de los periodistas trabajan en condiciones laborales de precariedad y pauperización, los beneficios netos de las empresas de la comunicación crecieron en la última década un 342%. Esta masa de periodistas anónimos que construyen la noticia día a día, los denominados 'precariodistas', lejos están de esa imagen mitificada por parte de la sociedad, más cercana al referente de la estrella mediática del momento que al sencillo remendador de teletipos. Y precisamente son esas estrellas mediáticas las que se embolsan en sus cuentas bancarias todo aquello que esos periodistas anónimos se quedan sin cobrar. Las empresas regatean salarios a la mayoría de los periodistas, mientras las 'caras públicas', las estrellas de los noticieros o del entretenimiento, cobran millones de dólares al año y dan una imagen del periodismo ilusoria, ficticia y vergonzosa. A pesar de la tradicional incapacidad de los periodistas para defender sus derechos, están surgiendo cada vez más sindicatos y organizaciones profesionales para intentar revertir el deterioro de una profesión que aunque admirada es cada vez más insufrible. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos para denunciar esta precariedad, los periodistas se ven incapaces de llegar a la opinión pública a la hora de dar a conocer su situación. ¿Qué es lo que falla? La respuesta es paradójica: los propios profesionales de la comunicación no pueden trascender la censura que imponen sus empresas. Los medios, supuestos portavoces de otras explotaciones laborales, guardan en secreto sus miserias. Como si fuera un 'pacto entre caballeros', las empresas mediáticas no publican ni una sola línea sobre abusos laborales periodísticos, ni siquiera los de la competencia. La experiencia desde del Sindicato de Periodistas de Madrid es muy ilustradora. Mientras sus comunicados de denuncia sobre el acoso de ETA a los periodistas vascos sí se reproducen en los medios, la tela de la invisible censura bloquea sus informes sobre precariedad laboral, despidos injustificados, abusos, vulneración de derechos, etc. No es gratuito que los periodistas estén intentando que la opinión pública conozca en qué condiciones están trabajando. El deterioro del escenario laboral está vulnerando seriamente el derecho a la información. El periodista de hoy trabaja mal y rápido, no hay tiempo para comprobar la veracidad de las fuentes informativas, de contrastar, de reflexionar. El periodismo está claudicando del rigor intelectual para moverse en puros territorios de simplificación. La realidad que trasmiten es plana, uniforme y gris. Internet ha favorecido además el famoso 'corta y pega' gracias al cual los periodistas hacen notas clonadas a una velocidad de vértigo. Y así llega la información al ciudadano, un producto defectuoso cuya calidad se sacrifica en pos del beneficio. Además, como afirma el Sindicato de Periodistas de Paraguay, "esta agudización de la precariedad laboral es preocupante, pues a la larga puede llevar a los trabajadores de la prensa a escribir sólo lo dictado, bajo presiones políticas y económicas". Estas redacciones estructuradas sobre plantillas sin contrato no tienen posibilidad de oponerse a la manipulación o defender el derecho a los ciudadanos a una información veraz. Y es aquí donde nos encontramos con una masa de periodistas frustrados que en algún momento de su vida, apasionados por la imagen romántica del 'buscador de la noticia', se lanzaron a estudiar periodismo y hoy se enfrentan a una realidad lamentable. El filósofo francés Pierre Bordieu, en su libro "Sobre la televisión", afirmaba que "el periodismo es una de las profesiones en las que hay más personas insatisfechas, indignadas o cínicamente resignadas en las que es muy común la expresión de ira, la nausea o el desánimo ante la realidad una profesión que se sigue viviendo como distinta a las demás". La creciente precariedad laboral de los periodistas parece haberse convertido en una estrategia empresarial que busca tener sumisos escribas que, en vez de defender el derecho a la información de los ciudadanos, defiendan el derecho de sus empresas a contar 'su' realidad siempre en función de sus intereses políticos y económicos. Se hace urgente una movilización de la profesión con organizaciones locales e internacionales que defiendan de manera colectiva los derechos laborales de los periodistas y que denuncien las políticas de abusos por parte de las multinacionales mediáticas que se aprovechan de este vacío para conformar una realidad a su gusto, en blanco y negro, enajenante y ficticia. Recuperar la pasión por la búsqueda de la verdad también empieza por luchar por unas condiciones laborales que permitan ejercer el periodismo con profesionalidad, honestidad y compromiso social. |
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