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11 de marzo del 2003 |
Luis Peraza Parga
Hace muchos años, en mi adolescencia, me quedé un sábado por la noche sin salir de reventón. Esa noche encendí la radio. Pululando entre estaciones, una capturó mi atención. El programa se llamaba "Cine para ciegos". La película que se disponían a transmitir era la estupenda "Único Testigo" (Witness, 1985) protagonizada por Harrison Ford y la bellísima, pero enorme, Kelly MacGillis. La técnica era sencilla: el locutor describía la escena y, seguidamente, se oían las voces de los actores. Realmente te transportabas al cine y ciego o con visión "veías", a través del oído, la película.
Hoy quiero intentar algo parecido pero más difícil con la reciente película "Frida Kahlo". Aprovechando su pase gratuito en el Zócalo de la ciudad de México el 16 de marzo del 2003, voy a contarla pero con la palabra escrita: para los que todavía no la vieron que no sigan leyendo o que se arriesguen a después comparar ésta, mi versión, con el original. Para los que si la vieron, la verán y recrearan de nuevo mediante esta lectura rápida que propongo. Empieza en la casa familiar de los padres de Frida que posee un precioso patio mexicano, cuya profusión de flores o su marchita existencia, nos marcará etapas de la vida de la protagonista de 1907 a 1954. Se ven a unos operarios transportando una preciosa cama de madera con dosel que, desgraciadamente, será una fiel y odiosa compañera de la vida de la pintora. Salen a la calle de una ciudad de México empedrada, inmaculada y colonial y la suben a un camión. Es en ese momento en que percibimos la presencia de una figura tumbada sobre ella. Es Frida vestida como solía. La sonrisa de tenaz voluntad y el sabor de la sorpresa que anticipa en los rostros de los que se encontrará, marcan su semblante y la transportan lejos, a su adolescencia. Allí, en un escenario que creo identificar como San Idelfonso del centro histórico del DF, tiene su primer y casi anónimo encuentro con el pintor Diego Rivera. Escondida con un grupo de amigos en el auditorio de su escuela es testigo de un ataque de celos de la entonces mujer hacia el muralista que gustaba pintar del natural y naturalmente mujeres desnudas. Después de arrojarle a la cara la comida que le llevaba y expresarles sus tres únicas necesidades vitales (pintar, comer y estar con golfas), asistimos al coqueteo con la modelo. Es en ese momento cuando Frida Hayec (que interpreta el papel en todas sus distintas edades) le espeta a voz en grito "que regresa tu mujer". Él se pone como un energúmeno y enarbolando su pistola, que siempre portaba y a veces incluso utilizaba, reta a los supuestos anarquistas que le acechan desde las sombras. Los amigos huyen pero ella sale de entre la oscuridad y le tilda de "panzón", apelativo que siempre utilizará cariñosamente después. A él no le desagrada ya que sonríe satisfecho e incluso pregunta a la modelo si está realmente gordo. Le gustaba vivir intensamente. Escondidos en un reducido armario, su novio, Diego Luna, protagonista de "Y tu mamá también", le hace el amor a escasos metros de los padres de ella. El carácter poco convencional le lleva a vestirse de hombre para una foto familiar tomada por su padre, un judío alemán calificado de artista e interpretado por un excelente actor británico de tercera fila que la disculpa con el comentario de que siempre quiso tener un hijo. La especial relación de cariño entre progenitor e hija contrasta con el despego hacia la madre. La vida transcurre placentera en una deliciosa ciudad de México limpia, salpicada de algunos tiangüis y con unos "peseros" de madera, tipo los actuales turísticos del centro histórico. Frida corre para alcanzar el pesero que marcará su vida para lo bueno y para lo malo, su novio trata de disuadirla y esperar al siguiente. Finalmente alcanzan el camión que cambiará sus vidas. Cede su asiento a una mujer embarazada y se enfrascan en una discusión sobre Marx y Hegel, admira el oro que llevaba un pintor de brocha gorda para decorar la bóveda de un edificio y, de repente, se produce el trágico accidente en cámara lenta, más propia de la manera de manejar actual que la de aquellos años. Frida acaba como una muñeca rota, el oro mezclado con la sangre en un cuerpo lisiado de por vida. La belleza plástica de la imagen nos adelante la excelente fusión entre cine y los cuadros de la protagonista que fijará el resto de la cinta. Tres semanas después despierta en un hospital con todos los huesos rotos y la vagina perforada por un listón de madera del camión. Vuelve a casa. Las luces y ruidos del día suceden vertiginosamente a los de la noche. Frida observa continuamente la pared de enfrente con la vista perdida, el tiempo pasa y ella siempre inmóvil, enyesada prácticamente en su totalidad. Su novio viene de visita con un espectacular ramo de rosas, que nunca presagia nada bueno cuando es inesperado y varios tratados filosóficos. Efectivamente, después de comentarle, entre carcajadas, que aseguró al doctor que el listón de madera se llevó su virginidad, el novio le comenta que pronto irá a Europa invitado por sus tíos. Cuando indaga, todavía contenta, la fecha de su regreso, él le dice que se quedará a estudiar en La Sorbona. "Caminaré algún día pero tú nunca me verás", le espeta ella. Delicadamente, empieza a pintar una mariposa en su inmaculada escayola y tranquilamente le comenta que quiere que se vaya para siempre antes de que la termine. El novio hace "mutis por el foro". Frida pinta, pinta retratos de su familia, ideas que le bullen en su cabeza, pinta la realidad dolorosa de su propia existencia lisiada. Su gran fuerza de voluntad y las múltiples operaciones a los que se somete sin ser una "niña rica", le hacen volver a caminar. Es en ese momento cuando decide tener un segundo encuentro con el ya consagrado muralista Rivera en el estudio natural del Palacio Nacional del Zócalo de la ciudad de México. Le llama panzón, él la reconoce de la primera vez, ella le exige y consigue que interrumpa su trabajo para que contemple el suyo y le diga honradamente lo que piensa. Le contesta que si verdaderamente es pintora no necesita de su opinión por que pintará como los humanos respiran. Para vivir. La contestación de Frida es convencional: debe ganarse la vida y ayudar a sus padres, en el caso de que no sea buena, encontrará otro trabajo. Durante toda la película, Frida deja entrever su poca seguridad ante su propia obra. Ella, ante su requerimiento, le deja su mejor obra apoyada en una de las columnas del Palacio. De repente, la enorme figura de Alfred Molina se recorta en la penumbra de la puerta, sobresaltando a Frida. Viene a ver más. Le encanta la fuerza y originalidad de su pintura. Diego la introduce en su círculo bohemio de amigos a través de una fiesta donde encontramos a Antonio Banderas caracterizado de Siqueiros, pintor rival pero a la vez amigo, en una corta y buena actuación. Debaten el éxito de las pinturas de Rivera que, a pesar de sus ideas comunistas, cuelgan de la clase pudiente mexicana. "Que culpa tengo yo -argumenta Rivera- si los ricos tienen buen gusto", a lo que Siqueiros, en un inglés natural de Banderas, responde que ellos le pagan para tener buen gusto. Un tiro de advertencia demuda el tono de la piel de Siqueiros y Frida gana el reto dirigido a los dos pintores por parte de la anfitriona con el trago más largo de tequila. Juntas bailan lésbicamente en lo que luego será la tónica bisexual de Frida, dando, una vez más, muestras de su diferencia. El magnetismo que se desprende de los ojos de Diego atrae a las mujeres ya que la mirada del pintor enaltece sus defectos. Diego jamás será un marido, podrá ser el mejor de los camaradas, de los amigos pero nunca fiel aunque sí leal. A ese acuerdo llega una Salma Kahlo enamorada que se casa con un Diego Molina fascinado por la personalidad de ella. La madre exclama horrorizada que es mujeriego y comunista a lo que se impone el pragmatismo judío del padre de que gracias a él pagarán la hipoteca. Durante la boda, la primera esposa se emborracha y compara las piernas que ha despreciado, las suyas, por las "patas" delgaduchas de Salma. Frida pudo tenerlas pero Salma, después de ver "Abierto hasta el amanecer" en el número de la serpiente pitón blanca y del champán escanciándose por su pierna hasta desembocar en los labios de un Tarantino absolutamente desencajado, no. Es la incoherencia propia de utilizar a una bellísima actriz según los cánones actuales para dar vida a alguien de un físico tan peculiar como el de la Kahlo. No vale añadirle el entrecejo y dejarle crecer unos pelos bajo las axilas. Es como cuando Frida se desnuda por primera vez ante él y ella le advierte de su horrenda cicatriz. Él tiernamente la desnuda y contemplándola, exclama, "eres perfecta". Toma claro por que el cuerpo era el de Salma que no hay cicatriz que afee sino que en todo caso, enmarca. Frida despierta de su noche de bodas y no halla a Diego quien se encuentra desayunando opíparamente y esperándola. Ella se sienta, prueba la comida y la alaba. Él le comenta ingenuamente que no sabe cocinar y que se la ha bajado su primera mujer del piso de arriba, en donde ha permitido que ella y sus hijos se acomoden. Frida le arrebata violentamente el plato y, junto al suyo, lo arroja a la basura. Diego echa una mirada de duda ante la posibilidad de recuperar algo de aquél desastre. Frida sube las escaleras, aporrea la puerta de su rival y le grita que ella ha venido para quedarse. A lo que la otra le contesta astutamente que entonces mejor es que aprenda a cocinar por que a Diego le encanta la buena mesa. Acaban siendo amigas y compartiendo los clásicos secretos de alcoba. Una escena que repite a la del día que se conocieron es Frida llevándole la comida a su trabajo, no lo encuentra, él aparece diciendo que viene de la Secretaría, se abrazan y ella detecta, huele más bien, el perfume de otra mujer en sus ropas. Ante la cólera de ella, argumenta que no le puso ningún afecto al acto, menos aún que un apretón de manos. A Diego le invitan a exponer individualmente su obra en Nueva York y, contra todo precedente, pide a Frida que le acompañe. Una Kahlo y un Rivera de recortable se pasean maravillados por una caricatura de la capital del mundo, como un collage. Ningún presupuesto de la película fue para localizar exteriores. Diego conquista y es conquistado por la América del Norte hasta el punto de dibujar un mural en el seno del capitalismo puro, el Centro Rockefeller con el escándalo de que un inocente obrero se transforma en el retrato de Lenin sin que el artista pueda evitarlo. Las infidelidades son continuas y ya casi abiertas por las dos partes. Frida con mujeres que incluso comparte con su marido, en espacios distintos. A pesar de los riesgos fruto del accidente, Frida queda embarazada. En una de esas noches de juerga en que Diego entra subrepticiamente en la habitación del hotel, la descubre sobre la cama y con las sábanas empapadas de sangre. Pierde al niño que tanto deseaba pero, ante el horror de los médicos, exige que su niño sumergido en formol en un frasco de cristal, pose en un famoso cuadro en que ambos aparecen unidos por un eterno cordón umbilical. La madre muere. Vuelven a México y viven en las dos modernistas casas estudio de San Angel, separadas pero unidas por un estrecho puente que simboliza su amor. Una profunda decepción viene al descubrir, en plena infidelidad, a su hermana y marido. Ella se encierra en un mutismo que ante el reclamo del pintor rompe para decirle que en la vida tuvo dos accidentes: el camión y él y, por mucho, él es el peor de los dos. Se independiza, se corta su cabellera, bebe incansablemente y vende sus cuadros. Expone en un París que se le antoja feo y plomizo porque no está Diego. Seguidamente viene la relación con León Trosky, al que acogen en una casa familiar de los Kahlo fortificada, desplazando a un padre con pelos de lunático pero ataviado con una elegante bata. Diego y Frida se reúnen para ofrecer una aparente vida familiar. El único exterior, junto a esa deliciosa ciudad de México, es Teotihuacan con sus majestuosas pirámides en la cima de la cual León comenta a la protagonista que él lleva la muerte consigo porque Stalin, obscuro burócrata con más poder que cualquier Zar y sin saber trasmitir a las masas el sueño perverso que lograba Hitler, ya había asesinado a sus cuatro hijos. La siguiente escena son ellos dos desatando mutuamente sus pasiones. La mujer de Trosky se da cuenta y él decide abandonar la hospitalidad de sus anfitriones mexicanos. Frida confiesa a Diego su relación con León al justificar la marcha del matrimonio por que aquél ha preferido renunciar a un placer por el amor de su mujer. Se vuelven a separar. Durante la interpretación de Chavela Vargas se escenifica el atentado de ráfagas de metralleta que sufrió el matrimonio Trosky mientras dormía en su cama y el cobarde asesinato de León a manos del anarquista español Ramón Mercader mientras aquel se encontraba de espaldas y trabajando en sus escritos. El breve encarcelamiento de Friducha, como la llama Diego, por negarse a proporcionar el paradero del pintor sospechoso de la muerte del asesinato del ideólogo soviético se resuelve con una llamada del propio Rivera a su amigo, el presidente Cárdenas. Ella pierde el pie y parte de la pierna por gangrena. Él vuelve a ella porque la necesita para sentirse vivo. Los últimos años de su vida parece que fueron estables y felices aunque en medio de insoportables dolores físicos. Sus huesos atrofiados le obligan a colocarse arneses para que su cuerpo se mantenga erguido y así continuar pintando. Ella adelanta en dos semanas la celebración de sus 25 años juntos, regalándole un anillo ya que siente que la muerte le ronda. Le pide y exige la cremación para desligarse de ese cuerpo martirizador que le ha robado el espíritu de Frida que llevaba dentro. La película termina retomando la escena con la que comenzó. Frida ve culminada su máxima ilusión: una exposición de su pintura en México. Ante las órdenes tajantes de su médico de no abandonar la cama Frida, con cama y todo, asiste a la inauguración de su propia exposición, donde brinda a la salud de todos. Fin. La película es buena, no sólo desde el punto de vista estético de formación de puros cuadros fridanos, sino desde el ángulo de las relaciones personales. Describe muy bien sus relaciones con Diego, un ser inalcanzable e inapropiable, buen compañero pero infiel y mujeriego; las relaciones cálidas con el padre; con su hermana infiel a su pesar ante el magnetismo del gigante pintor; la relación con su pintura que manifiesta su sufrimiento personal; las relaciones con Trosky; con los Estados Unidos que "no pueden permitirse rechazar a un excelente pintor comunista porque todos lo son"; la relación con su cuerpo al que abomina que le conduce a una estrecha relación con esa cama y con la soledad a pesar de su gusto por lo social. De hecho, el accidente la hizo estar postrada en la cama y descubrir la pintura. Salvando las distancias, una enfermedad llevó a la lectura voraz y a la escritura genial al premio Nobel de literatura, el español Camilo José Cela. El cantante Julio Iglesias sufrió un accidente que le apartó de los campos de balompié y le hizo volcarse en la canción. El uso del inglés, frente a tanta crítica nacionalista, es positivo para abrirle los canales de distribución y permite el juego de la introducción de palabras claves en "Castilla"(panzón, friducha, cojones, melones,etc) lo que le otorga una fuerza y gracia especiales. En fin, una película que sin duda popularizará, allende nuestras fronteras, la figura de esos dos colosos de la pintura mexicana y podría llevarse el Oscar. Pourquoi pas! |
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