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29 de septiembre del 2002 |
Ariel Ruiz Mondragón
Schiffrin, André
Las grandes compañías que controlan el mundo casi no han dejado títere con cabeza. Su penetración en todos los campos ha sido brutal, y el vasto universo de la cultura no ha sido la excepción. La megaempresas del entretenimiento han entrado como chivo en cristalería en el terreno de las editoriales, dándose a la tarea de engullir antiguas editoriales dedicadas a publicar libros distintos al de la industria de los mass-media, temas especializados o no dedicados a satisfacer el más vulgar afán comercial. El libro de André Schiffrin es un valioso e impresionante testimonio de ese camino de degradación y aplastamiento de editoriales a manos de los industriales del entretenimiento que sólo buscan la máxima ganancia y no la excelencia intelectual. El autor proviene de una familia de editores: su padre, judío ruso migrado a Francia a fines de la primera guerra mundial, fue editor y traductor. Fundador de Les Éditions de la Pléiade, concibió una colección que hiciera accesibles a los grandes clásicos de la literatura universal: La Pléiade, que alcanzaría una celebridad mundial. Por el éxito que alcanzó, tuvo que ser adoptada por Gallimard. Sin embargo, la ocupación nazi hizo que la familia emprendiera otro periplo, que esta vez concluyó en Nueva York. Ya allí, el jefe de la familia Schiffrin se dedicó en un inicio a editar textos de la Resistencia francesa. Pronto se unió a una nueva editorial de un alemán exiliado, Pantheon Books, que publicaba a muchos autores europeos, especialmente franceses y alemanes, y que se hizo de un pequeño pero fiel grupo de lectores que se acrecentó paulatinamente. Su éxito se amplió con ediciones como la traducción del I ching y El doctor Zhivago, que vendieron millones de ejemplares, por lo que Pantheon empezó a generar buenas ganancias. Varias razones hicieron que el sello fuera vendido a Random House. En esos años, a grandes rasgos, el mundo de las editoriales se guiaba por ciertos principios y se desenvolvía con determinadas conductas: la mayoría pertenecía a sus fundadores, se consideraba que con algunos libros se podía y hasta se debía perder dinero -textos de autores nuevos, por ejemplo- pero viéndolos como una inversión, estaba proscrito el robo de autores de una editorial por otra, y muchas casas editoriales se guiaban por una idea tan generosa como optimista: "que cualquiera es capaz de leer lo mejor y tiene que poder encontrarlo en todas partes." Además, deberían ser ediciones al alcance del público, en general a un precio similar al de una cajetilla de cigarros. Es en 1961 cuando el autor inició su carrera en Pantheon Books, una aventura apasionante, ya que él y otros dos jóvenes quedaron al frente de ella gracias a los dueños de Random House. Desde allí se dieron a la tarea de editar en Estados Unidos obras que alcanzaron gran fama: comenzaron a editar a los grandes historiadores marxistas ingleses con la legendaria obra de E. P. Thompson La formación de la clase obrera en Inglaterra, a pensadores franceses como Michel Foucault, Edgar Morin, el último Sartre, autoras como Simone de Beauvoir o Marguerite Duras, autores relegados como Noam Chomsky, sin descuidar a España y América Latina, publicándose a una gran variedad de autores que van desde el mexicanísimo Rius hasta Cortázar y Galeano. Además, Pantheon sostenía excelentes relaciones con diversas editoriales europeas. Así, poco a poco, en un duro combate, el público lector de tales obras se fue ensanchando y la vida intelectual norteamericana enriqueciéndose. Schiffrin describe así su labor en los años sesenta: "En el contexto en el que tuvimos la suerte de trabajar no se daba por sentado que cada título produjera ganancias de inmediato, ni que abriera ese camino para el libro siguiente del autor. De haber sido ése el caso, ninguna de las obras que he citado hubiera llegado a la imprenta. Mis criterios, por el contrario, eran muy simples. Lo que buscaba era esencialmente textos nuevos capaces de aportar a la vida estadounidense ese dinamismo intelectual que le faltaba, pero también quería encontrar portavoces que expresaran las opiniones políticas reprimidas durante los años del macartismo y de las que me sentía personalmente muy próximo." La compañía RCA compró Random House y, pese a su éxito editorial y también comercial -tomando en cuenta que era una pequeña editorial dentro de un grupo empresarial-, a Pantheon se le comenzaron a imponer nuevas reglas de rentabilidad. Al igual que ocurrió con la adquisición de otras editoriales por grupos de electrónica/entretenimiento, todo terminó en un fracaso. El siguiente comprador fue un multimillonario dueño de medios de comunicación, S. I. Newhouse. Pese a las promesas de éste de respetar la gestión editorial de Random House, pronto impuso las medidas a que estaba acostumbrado, buscando conseguir grandes ganancias en el segmento de precios más barato del mercado. No ocurrió así, pero lo que obtuvo fue un tremendo abaratamiento de la oferta editorial. A propósito de esto, dice Schiffrin acerca del nuevo dueño: "estaba convencido de que la disminución del nivel intelectual es el camino más seguro hacia los grandes beneficios." Aunque Random House generaba ganancias pese a las erráticas y erradas políticas de su dueño, nunca le parecían suficientes a éste. Pantheon, pese a que todavía podía sostener calidad y cierto nivel de ganancias, nunca llenó sus expectativas, por lo que se fue convirtiendo en prescindible. La decadencia se acentuó cuando Newhouse impuso a un mequetrefe como jefe de Random House, quien dio la puntilla al equipo de Pantheon, que salió del grupo editorial entre múltiples protestas y muestras de solidaridad. Como ocurrió en otras editoriales del mismo grupo y en las de otros, los antiguos editores de materiales de ciencias sociales y humanidades fueron echados en aras de un desmedido afán comercial que prefería pagar grandes cantidades a autores que publicaban basura y que repetidas veces eran fracasos costosísimos en términos financieros. En poco tiempo, en Pantheon las grandes obras fueron sustituidas por materiales como libros de fotografías de las muñecas Barbie. ¿Qué logró Newhouse en Random House? Dice el autor: "la hazaña de arruinar el capital intelectual de la casa, disminuir su reputación y perder dinero al mismo tiempo." Después del desastre, Random House terminó siendo vendida al poderoso grupo Bertelsmann, cuyas faraónicas metas no eran muy distintas de las del antiguo dueño, lo que configuraba una tendencia a nivel mundial. De tal forma, invocando al mercado la idea que orienta las decisiones de los grandes grupos de entretenimiento, a través de comités editoriales en que el papel principal lo ocupan responsables financieros y comerciales, ejecutivos millonarios, es la siguiente: "no corresponde a las élites imponer sus valores al conjunto de los lectores, el público debe elegir lo que quiere, y si lo que quiere es cada vez más vulgar, qué se le va a hacer." Para completar esto, hay que decir que en esa elección, la influencia de los mass media también es de gran importancia. De allí el origen de muchos best sellers que muy bien pueden funcionar como eméticos. La tendencia de los grandes grupos editoriales es a publicar libros que sirvan más para el entretenimiento -una suerte de extensión de la televisión- y el escándalo que para difundir el conocimiento y promover la reflexión. La cantidad de ejemplares vendidos se impone a la calidad de los libros. Lo anterior no sólo se limita a campo de las editoriales, sino también en el de las librerías -incluyendo a las electrónicas, como Amazon y Barnes and Noble-, en el que las grandes cadenas siguen políticas que contribuyen a la devastación -no siempre exitosa- de editores y libreros independientes. Con el apoyo de varias fundaciones, Schiffrin fundó una nueva y pequeña editorial: The New Press. En ella, como en la viejas Pantheon o Penguin Books, "los libros se aceptan por sus méritos y no por su contribución a la ganancia neta de la sociedad-." Con libros de calidad que ha reencontrado a sus lectores, no sin problemas ha obtenido ganancias adecuadas para su tamaño. Pese a todo, la edición de calidad sobrevive. Este importante ejercicio de memoria de un editor independiente nos permite conocer desde dentro la expoliación editorial que ha causado la irrupción de los grandes monstruos de la comunicación en el mundo de los libros. El problema a enfrentar "es la comercialización de las ideas, la industrialización de la edición y el control de la cultura por los grandes grupos internacionales que exigen una rentabilidad sin parangón en las normas de la edición." Una de las formas fundamentales es preservar a las pequeñas editoriales independientes de calidad intelectual que, pese a todo, han resistido el bárbaro embate del mercado ilimitado. Ningún apoyo mejor pueden recibir que la preferencia de los lectores. |
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