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La insignia
15 de septiembre del 2002


Cine

La noche del cazador


Lidia Fernández Fortes
La Insignia. España, septiembre del 2002.


Harry Powell es un predicador con una misión muy clara: matar a todas las mujeres que pueda. Y mejor si son viudas, porque sus ahorros le permitirán seguir dando a conocer la palabra de Dios por el mundo. Ben Harper acaba de robar un banco y asesinar a dos personas, por lo que será condenado a muerte. Antes de ser detenido, esconde el dinero en el cuerpo de una muñeca, y hace jurar a su hijo John que no dirá a nadie dónde está el botín, y que protegerá con su vida la de su hermana Pearl. El destino de estos niños y el de su madre, Willa, se cruzará con el del predicador muy pronto...

Harper y Powell se conocen en la prisión, donde comparten la misma celda. Powell oye hablar en sueños a su compañero, con lo que descubre la existencia del botín. Cuando queda libre, se dirige inmediatamente a consolar a Willa. Se casan, y la pesadilla no tarda en iniciarse: John y Pearl son acosados por el predicador, que quiere que le digan dónde está el dinero y se impacienta cada vez más. Cuando asesina a Willa, los niños logran huir, y comienza la persecución. Finalmente, John y Pearl encuentran refugio en casa de Rachel Cooper, una anciana que los acoge, como a otros niños huérfanos o con problemas que viven con ella, y cuando el predicador descubre su escondite, se produce un enfrentamiento que termina con la detención de Powell por sus asesinatos.

"Por sus frutos los conoceréis", dice la señora Cooper. Y continúa: "No puede un árbol bueno dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos".

Harry Powell habla con su Dios particular, tras haber asesinado a una viuda: "No importa que yo mate -dice-. Tu libro está lleno de muertes". Y encuentra sólidas justificaciones en el Antiguo Testamento para afianzar su visión del mundo. Se aferra a sus pilares, construidos a base de violencia y odio manifiesto a todo lo placentero. "¿Qué religión profesa usted?", le pregunta Ben Harper en la celda. "La que hemos acordado el todopoderoso y yo". Cree que es el brazo ejecutor de Dios, y así elimina toda responsabilidad sobre sus actos. Es un cazador que se alimenta de los más débiles y se relame ante la abundancia de presas que le ofrecen las circunstancias.

La siguiente imagen que vemos es la de Pearl y John, que juegan entre flores blancas junto a su casa. Cuando Ben Harper, perseguido por la policía, carga a John con el pesado lastre de un juramento y esconde el dinero en la muñeca, da comienzo a un juego terrible: para el siniestro predicador las mujeres sólo son muñecas sucias que guardan dinero.

Willa Harper presencia el momento de la detención de su marido sin decir nada, y mira la escena con una especie de vaga preocupación, pero parece ausente mientras los niños se abrazan a ella. No es un refugio para sus hijos. Está demasiado perdida para guiarlos y es demasiado frágil para protegerlos. Siempre ha dejado su suerte en manos de quienes la rodean, y depende de sus voluntades. Aceptará el rechazo de su nuevo marido en la noche de bodas, como habría aceptado que la azotara o que la amara apasionadamente. Y recibirá la muerte de su mano con resignación. Porque Willa busca la paz a cualquier precio. Y los muertos, al fin y al cabo, no sienten dolor ni tienen necesidades.

Icey y Walt Spoon son los amigos más cercanos a Willa. El marido es un cero a la izquierda de su mujer. En el empeño por ayudar a la viuda, la señora Spoon le da un sabio consejo: "No es cuestión de querer o no querer. Tienes dos hijos pequeños y necesitas un hombre en casa". Todo sea para que todo esté en su sitio y sea "como Dios manda". Todo sea por manipular vidas ajenas para matar el aburrimiento.

Esta buena mujer y su sumiso marido, que dan el empujón decisivo a Willa para que se case con el predicador, son los que después encabezarán la masa vociferante que quiere lincharlo. Los que lo adoran, porque comparten la misma visión de la vida. Y los que lo creen cuando les dice mentiras escabrosas de la mujer que conocen desde hace años. Los mismos que aseguran -y jurarían- que un gitano ha robado un caballo y matado a un granjero... cuando en realidad ha sido el predicador, del que sólo los separa una delgada línea: ellos no matan con navajas.

Tal vez lo más angustioso para John es tener conciencia de todo lo que va sucediendo y de cómo son los adultos que le rodean. No tarda en darse cuenta de que no puede contar con ninguno de ellos. Y eso lo salva de ser una víctima. Porque John actúa, con toda la eficacia que puede, para cuidar de sí mismo y de su hermana, demasiado pequeña para desconfiar y distinguir la realidad de la fantasía. John sabe que están solos, como los niños de los cuentos. Cuando aparece la señora Cooper podrán descansar ambos, y sobre todo él, que al fin podrá confiar en alguien.

Rachel Cooper toma como referencia los libros sagrados, al igual que el predicador. Ambos utilizan palabras muy parecidas en ocasiones; por ejemplo, cuando hablan de las mujeres. Incluso cantan a dúo la misma canción, cada uno con un arma en la mano. Los paralelismos entre ambos no hacen más que resaltar las divergencias. Los dos árboles tienen la misma corteza, pero los frutos son muy distintos: La señora Cooper no recibe a los niños con dulces palabras ni con falsa compasión, como Powell. Lo primero que hace es devolverles la dignidad, con un gesto tan sencillo como lavarlos de pies a cabeza y mejorar su aspecto. No los adula, pero les da una manzana cuando tienen hambre y los abraza cuando lo necesitan. Defiende a los débiles con armas, si es necesario, pero los aleja de la masa ciega y cobarde que va a linchar al asesino. Repite una y otra vez "las mujeres son tontas", pero no censura en absoluto a Ruby, la chica enamoradiza, que cae en las redes del predicador a cambio de un regalo y un pobre piropo; sino que comprende que su falta de afecto es mucho mayor que su instinto de conservación o su autoestima: "Buscabas cariño del único modo que sabes hacerlo. Todos necesitamos amor".

La señora Cooper alecciona a los niños leyéndoles pasajes de la Biblia, porque es el mejor vehículo que conoce para comunicarse con ellos; pero su verdadero deseo, evidente en todos y cada uno de sus actos, no es que se porten bien, sino que sean felices y que se sientan a salvo. Y lo consigue a la perfección. En definitiva, las personas son lo que hacen. Y se las conoce por los efectos que producen en quienes los rodean.

Cuando Rachel Cooper y Harry Powell se encuentran, la anciana adivina las intenciones del predicador con muy pocas preguntas. Conoce a John de un modo mucho más íntimo que los otros adultos que han tenido contacto con él, porque ha observado sus reacciones. Y le basta con escucharle decir "él no es mi padre", para coger su escopeta, dispuesta a llegar hasta el final si llega el caso. El hada buena de esta historia acaba con el ogro, porque su poder es el de alguien que acoge a todo niño que se ponga a su alcance, sin tener en cuenta la escasez de sus recursos. Sus motivaciones, por lo tanto, requieren una capacidad y una fuerza mucho mayores que las que se necesitan para robar a los débiles y salir huyendo.

Harry Powell es detenido. Se repiten las mismas imágenes que John vio cuando detuvieron a Ben Harper. El niño, esta vez, se siente con fuerzas para decir a Powell lo que no pudo decir a su padre, y tira el dinero sobre el cuerpo del predicador, gritando que él no lo quería. Para él carecía de significado por sí mismo; necesitaba otras cosas. Defender ese dinero sólo era un modo de demostrarle amor. Un vínculo. Pero ha aprendido que ningún vínculo que le lleve a la angustia y a hacerle sentir solo merece la pena.

La noche del cazador es una obra maestra del cine. Pero de eso ya se ha hablado mucho: el maravilloso plano de la sombra agigantada de la cabeza de Powell en la pared del cuarto de los niños; Willa, en paz para siempre, sumergida en el río con el pelo mecido por un viento que no existe y una segunda boca abierta en la garganta, dentro de un coche que no irá a ninguna parte nunca más... La huida de los niños en la barca, cantando la canción del moscardón que tenía una esposa muy bella que se fue, y dos hijos que volaron hacia el cielo, mientras vemos la barca, diminuta, perdida tras una telaraña en primer plano, y una rana que nunca será príncipe. Como dijo su propio autor, Charles Laughton, se trata de "una pesadilla construida sobre la base de un cuento de hadas". Tal vez por eso nos llega tan adentro y nos eriza la piel. Tal vez por eso deja huella para siempre. Porque sus imágenes forman parte de lo que se esconde en los sótanos de la memoria, y que sólo podemos alcanzar indirectamente por instantes, a través de símbolos enlazados entre sí en estado de gracia, como en esta película. Pero también se narra una historia. Y yo he querido detenerme, esta vez, en ella y en sus personajes.


Ficha técnica

La noche del cazador (The Night of the Hunter)
EEUU, 1955.
Inglés, b/n, 93m.
Dirección: Charles Laughton.

Intérpretes: Robert Mitchum (Harry Powell), Shelley Winters (Willa Harper), Lillian Gish (Rachel Cooper), Billy Chapin (John Harper), Sally Jane Bruce (Pearl Harper), James Gleason (Tío Birdie), Evelyn Barden (Icey Spoon), Don Beddoe (Walt Spoon), Peter Graves (Ben Harper), Gloria Castillo (Ruby), Corey Allen (joven de la ciudad), Paul Bryor (el verdugo), Cheryl Callaway (Mary), Mary Ellen Clemons (Clary), Kathy Garver (chica), John Hamilton (hombre de la ciudad), Gloria Pall (bailarina).

Guión: James Agee y Charles Laughton según la novela Night of the Hunter, de Davis Grubb.
Fotografía: Stanley Cortez.
Montaje: Robert Golden.
Música original: Walter Schumann.
Sonido: Stanford Naughton.
Dirección actoral de los niños: Robert Mitchum.
Dirección artística: Hilyard M. Brown.
Decorados: Alfred E.Spencer.
Efectos especiales: Louis DeWitt, Jack Rabin.
Asistentes del director: Jack Sonntag, Milton Carter.
Productor: Paul Gregory.
Compañía productora: United Artists.



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