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La insignia
2 de noviembre del 2002


Entrevista con Fernando Savater

Un intelectual a la antigua usanza


Ana Inés Larre Borges y Rosalba Oxandabarat
Brecha. Uruguay, 2 de noviembre.


Su currículum impresiona a cualquiera; 45 libros, más los incontables artículos en los que opina fieramente de casi todo y que lo han convertido en un fenómeno de popularidad, algo rarísimo para un filósofo. Según explicó en la conferencia dada en el Paraninfo de la Universidad, eso sucede porque se ocupa de la filosofía teniendo en cuenta algo tan simple como que un no iniciado pueda comprenderlo.

La filosofía, insistió, es cultivar las preguntas más que las respuestas, las dudas más que las certezas sobre las cosas más importantes de la vida, las que, justamente, no proporcionan ninguna "utilidad" práctica, pero la enriquecen y la conforman. De ahí que el estudio de la filosofía sea inherente a la condición democrática, a la formación del ciudadano de la democracia, porque si no hay democracia no hay filosofía, y viceversa: son, por definición, inseparables y mutuamente necesarias. De ahí que combatió frases hoy de moda como "la antigua filosofía china"; en esos casos podrá hablarse incluso de sabiduría, pero no de filosofía, dado que es un sistema de pensamiento nacido bajo regímenes totalitarios. De ahí que también rompió una lanza pública para que no se eliminen los estudios de filosofía de los estudios secundarios y, de paso, también por la urgencia de dignificar la acción de los maestros en general. Educar, para Savater, es la función más importante de todas.

Algo fatigado -viene de Chile, se va a México, se retira un entrevistador y llegan dos más-, nos recibe en el lobby del hotel frente al mar. Lleva una insignia, una especie de flor en la solapa; es el emblema de las víctimas del terrorismo, y contra el terrorismo, que hizo un artista vasco llamado Iraola.

A Savater se le podría preguntar de todo, o de casi nada, porque las respuestas están seguramente en algunos de sus 45 libros.


-45 libros es lo que he hecho para no trabajar -dice riendo-. Tuve que inventar vivir de algo que no fuese exactamente trabajo, y bueno, así salieron...

-Desde su última visita a Montevideo han sucedido cosas en el mundo que se relacionan de distintos modos con muchos de los temas sobre los que usted ha escrito. ¿Cómo ve esto que algunos han llamado choque de civilizaciones, el mundo pos 11 de setiembre y las nuevas guerras que se libran como cruzadas?

-En primer lugar, no creo que haya choque de civilizaciones, porque creo que no hay más que una civilización en el mundo y que es la civilización moderna industrial y capitalista y a la que pertenecen Bin Laden, Bush y todos, sólo que cada uno la interpreta y la lee con su propia clave. Al igual que en cada época de la historia, hay un modelo predominante y lo demás son sólo culturas o interpretaciones dentro de él. Ahora, hombre, es verdad que el 11 de septiembre ha abierto una perspectiva nueva sobre el siglo xxi, probablemente siempre que se entra en un siglo se entra en una visión optimista, y con este hecho nos hemos dado cuenta de que muchos de los fantasmas que creíamos haber dejado atrás nos están esperando en este nuevo siglo.

Para mí los eventos del 11 de septiembre son el equivalente en este siglo a lo que fue en el siglo pasado el hundimiento del Titanic, es decir, una catástrofe que golpea precisamente un símbolo de poder económico, de desarrollo tecnológico, de éxito social, etcétera... y que de pronto revela la fragilidad de todo lo que creemos bien aceitado. Y la necesidad de revisar los cimientos sobre los que estamos edificando cosas que creemos muy sólidas y que con una facilidad trágica se vienen abajo. Lo importante no es el 11 de septiembre, sino qué tipo de replanteamiento están dispuestos a hacer los países, qué examen de conciencia vamos a hacer...

-¿Usted ve algún rastro de intención de que se quiera hacer un examen de conciencia? Leyendo los diarios se puede ver que los políticos o quienes manejan el poder no están en ese camino.

-En los países democráticos los políticos somos nosotros. Hay que quitarse de la cabeza esa distinción entre gobernantes y gobernados que es tangencial en el mundo democrático. No tenemos ningún derecho a ceder o a dejar que los que ocasionalmente están ocupando los puestos administrativos se conviertan en los políticos. Nosotros también estamos haciendo un balance del mundo. Somos ciudadanos.

-Somos ciudadanos dentro de cada país, pero si se mira el panorama más general del mundo, el desequilibrio de fuerzas anula esa igualdad. Un mundo unipolar donde Estados Unidos tiene una supremacía militar ya indiscutida.

-Ése es uno de los datos del mundo, pero también el 11 de septiembre muestra los límites de esa supremacía militar. A la vista de quienes creían que no había más que un solo poder en el mundo frente al cual no cabía hacer nada, ocurre que incluso el país más poderoso del mundo está sujeto a gravísimos incidentes que pueden golpearle en el corazón mismo de su poder. ésa creo que es una buena razón para revisar un poco esta especie de ingenua visión de que no hay más poder que ése. Todo indica que no.

-Ahora, eso no garantiza que se reflexione con sensatez. En lugar de una revisión crítica lo que ha sucedido, lo que se ve, es una reivindicación de la fuerza, esa supremacía que llega a la amenaza de Estados Unidos de desobedecer a la onu.

-Eso depende también de cómo se comporte y cómo responda el resto. La guerra contra Irak que Bush anunciaba como un hecho se ha visto frenada por la reacción de Europa y de mucha gente dentro de Estados Unidos. Se ve que los ciudadanos inciden, y seguir reflexionando sobre estos temas es la tarea lógica que tenemos por delante. Eso, y no mirar el mundo como si fuera un espectáculo fatal, como quien entra al cine y sólo puede recibir...

-¿Qué papel cumple Europa? ¿Piensa usted que actúa como una unidad o son más las diferencias que las concordancias entre los países y sus políticas?

-Ojalá jugara un papel de conjunto, lamentablemente son muchas las diferencias. Europa ha cuajado bastante bien como unidad económica, pasablemente en cuestiones culturales, pero muy mal como unidad política. Alguna vez reacciona como una unidad frente a ciertos hechos, pero parece incapaz de hacer proyectos y sostener ideas comunes.

-¿Qué opinión le merecen movimientos como el del Foro Mundial, que se presentan como alternativos al modelo económico vigente?

-Yo creo que hay muchas cosas diferentes en el Foro, desde muy razonables a otras que lo son mucho menos, pero es gente que no se resigna a la pasividad, a simplemente quejarse de qué mal va todo, ni qué malos son los poderosos y los ricos y cómo nos oprimen, esa mentalidad de Jeremías, sino que intentan movilizarse para cambiar las cosas, que es lo que hay que hacer.

-Da la impresión de que si bien hasta ahora los países se siguen rigiendo por los partidos y la incidencia de los ciudadanos en ellos hay nuevos movimientos que van mucho más allá de los partidos.

-Claro, hay ong, acuerdos transversales. Probablemente veremos formas nuevas dentro de poco, la realidad del siglo xxi no va a ser una mera repetición de la del xx. -Un amigo mío español y cercano a su pueblo decía que si el siglo xx fue el siglo de Marx, el xxi va a ser el de Bakunin.

-Hombre... que el siglo xxi esté regido por figuras del xix sería muy malo, ¿no? Esperemos a ver quién sale... y ya tendrá el siglo sus figuras sin necesidad de que recurramos al santoral del año pasado.

-Más allá de las figuras, más allá de la espectacularidad de algunas noticias, ¿cuál cree que va a ser el mayor desafío de este nuevo siglo? ¿Comparte la teoría de algunos medios de que la gran amenaza es el terrorismo?

-Bueno, supongo que si yo fuera uno de los secuestrados en el teatro este de Moscú, el terrorismo sería para mí desde luego lo más grave que ocurre, pero vamos, en otros lugares no es lo principal. Creo que las situaciones de hambre en el mundo, el abandono de la infancia, la desocupación, muchas cosas... Niños que en África y también en esta América viven esclavizados, que no ven nunca un adulto que venga a otra cosa que a maltratarlos o explotarlos, que no reciben educación.

Desgraciadamente al mundo no le faltan problemas. Lo que pasa es que son problemas que no surgen de un día para otro. La crisis del hambre en el mundo, para eso no hay titulares... aunque tendrían que tener un titular siempre; si se sacase "Hoy se han muerto de hambre tantas personas como ayer". Pero como eso no vende periódicos se habla de otra cosa.

-El tema de la emigración, ¿cómo se está viviendo en España?

-Allí también lo que sale en los periódicos es lo espectacular... mujeres embarazadas que se ahogan tratando de llegar a la costa, o la noticia de delincuentes que han venido de otro país o que se sospecha que son extranjeros. Pero detrás de esas noticias hay otras que tienen que ver con miles de inmigrantes que vienen y trabajan, legales o ilegales Es verdad también que Europa presiona sobre España para que controle esa situación porque piensan que España es la puerta para esa avalancha. También hay otros problemas como la educación pública, que está desbordada, y también lo que surge de una clase en la que hay alumnos que no conocen el idioma y faltan profesores de apoyo.

-¿Cómo diría que recibe la población española ese fenómeno?

-Pues muchos lo ven con la compasión por la señora embarazada que llega por el estrecho y otros con el miedo por el señor de la navaja. Hay gente que se dedica a ayudar y organizar el apoyo a inmigrantes. Siempre hay quienes se pasan sólo quejando y quienes dedican parte de su tiempo libre enseñando a leer a quien no sabe.

Hay una ong en Madrid que enseña a gente que, aunque parezca imposible, desconoce hasta lo que es un grifo, a mujeres que vienen de zonas especialmente deprimidas y no han visto un lavavajillas... para que puedan entrar en el servicio doméstico primero hay que enseñarles esas cosas elementales. También hay quienes están por ayudar a los países de donde vienen los inmigrantes, porque la gente no se va de su tierra atraída por la luz sino empujada por las tinieblas, ¿no?

-¿No parece inevitable que Europa y los países ricos terminen por encerrarse y cerrarse? Los pobres del mundo son muchos y no parece que la ecuación cierre.

-Desde luego es evidente que algún tipo de control para que haya trabajo tiene que existir, porque no se puede abrir absolutamente para que ocurra un desastre o para que florezcan, con el pretexto de la inmigración, los partidos de derechas, como ya está sucediendo. Hay que establecer un poco de control... evidentemente la gente que se va de su sitio se va por buenas razones y no tiene la culpa de lo mal que están sus países.

-Leí un artículo suyo que reivindicaba la vigencia de Erich Fromm, ¿por qué se acordó de él? ¿Por los 100 años?

-(Se ríe). Sí, el artículo vino por los 100 años... pero bueno, siempre he leído a Erich Fromm y si me pidieron el artículo es porque se sabía que lo leía. Efectivamente es probable que yo fuera de las pocas personas que lo recordaba.

-Isahia Berlin dice que la historia de sus libros fue en verdad la de los encargues que le hicieron, ¿es también su caso?

-Bueno, no. Pero muchas de las obras que más éxito han tenido sí fueron encargos. Como Ética para Amador, que me fue pedido como un manual para el bachillerato, o El valor de educar, que fue también un encargo de México.

-Pero allí no entran los dedicados al nacionalismo.

-No, los de los caballos y los de los nacionalismos los hago por gusto.

-¿Por qué le interesan tanto las carreras de caballos?

-Me gustan, simplemente. Es como querer saber por qué te gusta el jabón de jazmín... porque un día probé y me quedó afición.

-Hablando de nacionalismos, está el tema de la ETA, por el que usted pasó de escritor a protagonista de una lucha que no ha sido discreta ni sencilla ¿Es verdad que fue usted condenado?

-ETA tiene amenazada a toda la población que se le opone, sólo están tranquilos los que colaboran con ETA o los que se desentienden de ETA. Yo no he sido nunca de quejarme de qué mal están las cosas, siempre he tratado de hacer algo. En la época de Franco nos detenían por hacer oposición, y ahora debes tener escolta. Bueno, yo he empleado mi libertad y ahora debo vivir con las consecuencias.

-¿Por qué dura tanto la ETA?

-Ésa es la pregunta que le hacemos a los nacionalistas vascos. Si hace tantos años que son ellos los que gobiernan, por qué ocurre que en vez de desaparecer ETA sigue perdurando y existiendo. Hay una diferencia esencial con Irlanda, con la que se suele comparar este asunto, y es que en Irlanda los dos bandos matan. En un sentido era peor allá, pero por eso mismo se ha hecho posible la tregua, porque bueno, si tú no me matas yo no te mato. Pero aquí como matan sólo ellos no hay tregua posible.

-¿Ha recibido ofrecimientos para hacer política?

-Yo siempre he hecho política, pero a mi manera; hablo o escribo si considero que debo intervenir.

-Bueno, como lo hace cualquier intelectual, ¿verdad?

-No, los intelectuales no hacen nada más que firmar manifiestos y aquellas otras cosas que les pueden reportar algo. La mayoría de los intelectuales creen que hacer política es firmar un manifiesto contra el presidente Bush, que es lo que les pilla lejos, pero cosas que les toquen de cerca no, porque tienen miedo de perder clientela o comodidad. Cuando hay que tomarse incomodidades los intelectuales dicen que están haciendo su gran obra. Yo soy un intelectual de los que ya no quedan, de la antigua usanza, de la época de Erich Fromm.

-¿Qué piensa de Edward Said, al que acaban de premiar en España con el premio Príncipe de Asturias?

-De Edward Said, más allá de que pueda discrepar con la manera en que ve él las cosas, no puede nadie decir que las ha estado mirando desde una barrera y a salvo. Mis diferencias con él no están en el tema palestino sino en su visión de lo que es la identidad cultural. Said tuvo muchas polémicas sobre el tema de la identidad, y me parece que en estos temas algunos están más acertados que Said...

-A usted le fastidia todo eso de la identidad que se ha puesto de moda en el mundo.

-No entiendo que se haya suplantado la curiosidad por conocer lo ajeno por algo tan tonto como la celebración de lo propio.



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