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13 de marzo del 2002 |
España Con diez cánones por banda
Sales de casa, te subes al coche y, en el momento mismo en que arrancas aparece a tu lado un policía municipal. Garabatea algo en su bloc y te lo tiende. Es una multa.
-Pero si no he cometido ninguna infracción -dices. -Pero podría cometerla -responde. Sigues tu camino y, en el momento mismo de salir de la ciudad, un individuo de mono se acerca tu coche y te tiende una factura. Es un boleto de cobro del peaje de la autopista. -Pero si no voy a ir por la autopista -dices. -Bueno, yo eso no lo sé ni tengo manera de comprobarlo. Por si acaso le cobro -responde. Ligeramente mosqueado sigues tu camino y recuerdas entonces que andas escaso de cubiertos en casa, así que aprovechas que estás cerca de una gran superficie y decides entrar. Justo antes de que detengas en vehículo, aparece el encargado del parking y te tiende un nuevo boleto de cobro. -Pero si no voy a dejar el coche en su aparcamiento -dice. -Bueno, por si acaso yo le cobro -responde- Y ya que estamos, déme también un euro, que a lo mejor decide usar un carrito en el supermercado. Ya dentro, y mientras estás pagando un juego de cuchillos de cocina, otro policía se acerca y, mientras te esposa, te lee tus derechos. -Está usted condenado a cumplir treinta años y un día de cárcel. Con esos cuchillos podría usted asesinar a su esposa -añade. -Pero si yo no estoy casado -dices. -Es igual, podría llegar a estarlo -responde. Lo que acabo de describir no es, por más que lo parezca, el primer capítulo de una novela inédita de Philip K. Dick. Es la pura y simple realidad que se está viviendo en este país, con una organización, la Sociedad General de Autores y Editores, que, amparándose en una ley destinada a proteger la propiedad intelectual, está criminalizando por anticipado a todos los consumidores. Pensad si no, en lo que está pasando cada vez que compráis un CD, una cinta de audio o de vídeo: se os está multando por la posibilidad de que uséis esos materiales para copiar ilegalmente contenidos protegidos por la legislación de derechos de autor. Hace tiempo se comentaba que, si podías demostrar que no habías usado ese material para hacer grabaciones ilegales, podías exigir la devolución de ese dinero que te habían cobrado (lo que es equivalente a que el gobierno meta en la cárcel a todos los ciudadanos y los vaya dejando salir a medida que demuestren su inocencia) pero incluso eso ya pertenece al reino de la fantasía: la SGAE, en la persona de su Director General, Enrique Loras, afirma que "eso es prácticamente imposible, dado que tendría que demostrarse que el consumidor final ha utilizado cada uno de los CD-R Data que ha adquirido para grabar contenido no protegido". Pero, como diría Super Ratón, "no se vayan todavía, aún hay más": -El cantante X da un recital de sus propias canciones. Tiene que pagar a la SGAE por ello. En teoría, la Sociedad General de Autores y Editores vuelve a distribuir todo ese dinero entre sus asociados, pero dado que lo hace repartiendo proporcionalmente de acuerdo a las ventas y como el cantante X no vende gran cosa, no se le devuelve todo lo que ha pagado por cantar sus propias, repito, sus propias composiciones. Sin embargo, al cantante Z se le devuelve más de lo que pagó en su día, ya que es un superventas. -La Orquesta Y, especializada en Bobas, Bautizos y Fiestas de Pueblos es contratada para un banquete empresarial y la SGAE le pide una lista de las canciones que va a interpretar. Cuando se le pasan una serie de composiciones propias no registradas (y por tanto sin posibilidad de infringir con su interpretación la propiedad intelectual de nadie) la SGAE cobra de todas maneras una cantidad alegando que no tienen manera de saber si la Orquesta Y va a tocar realmente esos temas o cambiará de idea a mitad del espectáculo y empezará a interpretar canciones de otros compositores. -Un colectivo de músicos cede de forma gratuita sus temas para un portal de Internet o una gala benéfica y gratuita. La SGAE, pese a todo, cobra a ese portal (o a los organizadores de la gala) el correspondiente porcentaje. Los ejemplos de despropósitos son innumerables, y si he mencionado esos tres es porque me parecen especialmente ridículos. Estamos llegando a un extremo en que una Sociedad, con la supuesta intención de proteger a sus Asociados de los efectos de la piratería, está comportándose como si tuviera patente de corso (es decir como si fueran piratas avalados por el estado) para abalanzarse contra quien deseen y engrosar sus arcas sin el menor escrúpulo. Lo que me lleva a una peculiar sentencia judicial. Una juez de Barcelona ha fallado contra la empresa Traxdata (quien no quería pagar las cantidades que la SGAE reclamaba) argumentando en su sentencia que "es bien sabido el hábito del consumidor español, de grabar mediante ordenador [...] los CD legalmente adquiridos por otras personas, o grabar música y otros materiales directamente de Internet, y si se hace es porque se puede, porque los soportes, los CD-R, lo permiten, siendo esta circunstancia responsabilidad de quienes los fabrican o los importan". No dudo que esa sentencia sea ajustada a derecho. Sin duda lo es: ha sido emitida por una profesional de la judicatura y hemos de suponer que conoce su oficio. Lo que tampoco dudo es que ese texto está llamándome (a mí y a otros muchos millones de consumidores) chorizo, ladrón o delincuente al mencionar ese bien conocido "hábito del consumidor español". Es la primera vez que me declaran culpable de algo sin haberme juzgado antes, y, francamente, no sé cómo tomármelo. Por no mencionar que, con esa misma lógica, podríamos imponer un canon a, por ejemplo, los fabricantes de cuchillos de cocina, diciendo que "es bien sabido el hábito del consumidor español de usar instrumentos punzantes para causar heridas en las reyertas, y si se hace es porque se puede, porque los soportes, los cuchillos , lo permiten, siendo esta circunstancia responsabilidad de quienes los fabrican o los importan". De seguir así, imagino que algún día grabarán con un canon nuestros cerebros. En el momento mismo, supongo, en que la SGAE se de cuenta de que una persona puede memorizar una canción y luego repetirla en voz alta. Sólo me queda recomendaros la entrevista a José Neri, director de la SDAE (filial de la SGAE para cuestiones digitales), un texto que no tiene desperdicio y demuestra lo lejos que se puede llegar siempre que se tenga el suficiente desparpajo y una considerable falta de escrúpulos. Podéis encontrarla en es.gsmbox.com/news/mobile_news/all/76162.gsmbox. ©, Rodolfo Martínez |
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