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La insignia
10 de diciembre del 2002


Bibliálogos: Entrevista con Jesús Blancornelas

«Vivo más tranquilo que cualquier narcotraficante»


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, 10 de diciembre.
Fotografías: César R. Blanco Villalón/ Zeta


Jesús Blancornelas, director del semanario tijuanense Zeta, es, hoy por hoy, uno de los grandes periodistas mexicanos. Con más de 45 años en el oficio, ha sido merecedor de varios premios en su notable trayectoria: el María Moors Cabot, el Nacional de Periodismo, el Internacional del Comité de Protección a Periodistas y el Mundial de Periodismo, otorgado por la UNESCO.

Don Jesús es uno de los mayores especialistas en narcotráfico de nuestro país, lo que le ha costado casi la vida. En este 2002 publicó su libro El cártel. Los Arellano Félix: la mafia más poderosa en la historia de América Latina (Plaza y Janés, 2002), en el que relata muchas de las correrías de los jefes del cártel de Tijuana.

Es acerca de ese libro sobre el que sostuvimos una entrevista electrónica con el autor, en la que habló de su interés por el tema, de los desconocidos cárteles estadounidenses, del en el combate al narcotráfico, del papel del Ejército en esa lucha, de los orígenes sociales de los narcotraficantes y de su vida personal bajo la amenaza del cártel de Tijuana.


Ariel Ruiz (AR): Don Jesús, usted tiene una prolongada carrera de periodista. Inició en el área deportiva -como no pocos de los grandes periodistas mexicanos, por ejemplo don Francisco Martínez de la Vega-, y después se convirtió en especialista en cuestiones políticas. ¿Cómo fue que empezó a relacionarse con la investigación de una materia tan peligrosa como el narcotráfico? ¿Es a partir de su encuentro con Alberto Sicilia Falcón, como se podría desprender de su libro?

Jesús Blancornelas (JB): Don Francisco Martínez de la Vega me trae gratos recuerdos. "Pioquinto" era su pseudónimo en La Afición, y cuando llegó a San Luis Potosí como gobernador interino, nos llamó a los cronistas deportivos. Cada jueves teníamos reunión en Palacio para tratar asuntos deportivos tanto para ayudar a quienes se lo merecían, como financiar sus viajes o construir instalaciones. Fue una gran experiencia.

La relación con el narcotráfico no se dio a partir de la entrevista con Sicilia. Esto sucedió cuando aparecen los Arellano en Tijuana, ya notablemente en 1985. Su violencia obliga a fijarme en ellos. Luego el "reclutamiento" de los "narco-juniors" hace más ostentosa su presencia en la ciudad, en discotecas, bailes, verlos en autos por la ciudad y traficando libremente. A ese hecho se sumó la complicidad de la policía.

No fue porque en lo personal me empeñara a tratar el caso de ellos. No. Ya era una situación insoportable en la ciudad. Debía escribir sobre ellos. Se convirtieron en noticia.

AR: ¿Por qué poner títulos de boleros famosos a artículos que tratan episodios tan violentos, como lo hace en el libro?

JB: Desde mis tiempos como cronista deportivo al finalizar los años cincuentas me dio por eso. Vi que nadie lo utilizaba y muchas de mis columnas o entrevistas las titulé con letra de canciones. Luego lo seguí haciendo cuando entré a información general, sobre todo en columnas de tema político. Y de allí siguió con los títulos de los libros: Pasaste a mi lado, Una vez nada más, El Tiempo Pasa y solamente por razones de editores los dos últimos se titularon Conversaciones Privadas y El Cártel. Mi propósito es que uno se llamara "Oye, te digo en secreto" y el otro "...como el Caballo Blanco". Pero no. Espero que los próximos si tengan otro título. Si Dios me da vida, estarán a mediados del 2003 en circulación.

AR: Usted habla de que en Estados Unidos hay cárteles más poderosos que en México. También señala que, sin embargo, la policía estadounidense no sólo no ha capturado, ni, hasta donde se sabe, persigue a ninguno de los grandes narcos de aquel país. Aduaneros estadounidenses vendían personalmente droga de los Arellano y del "Señor de los Cielos". Lo más grave es que ni los propios periodistas de allá parecen saber de los grandes barones de la droga estadounidenses, lo cual es incluso más grave. ¿A qué atribuye usted ese fenómeno?

JB: Siento que los policías y periodistas de Estados Unidos a veces son mas papistas que el Papa. He tratado con ambos. Les he dicho: ustedes saben muy bien quiénes son "El Chapo", los Arellano, Carrillo Fuentes, "El Mayo" y demás. ¿Por qué no me dan el nombre de uno de Estados Unidos? Nada más uno. Y nunca he tenido respuesta.

A lo mas que llegué fue cuando Jeffrey Davidow -cuando era Embajador de Estados Unidos en México- simplemente me dijo que eran mafias localizadas en las prisiones estadounidenses, pero no particularizó.

Insisto en que allá hay más poderosos mafiosos y policías más corruptos por un principio lógico: allá se vende más cara la droga y se consume más.

En 1974 visité en Chicago un centro de rehabilitación de drogadictos. Me confesaron cómo, en dónde y con quién podía conseguir droga. Fui al lugar y lo vi.

Ahora, tantos años después, Ted Koppel de ABC News Nigthline, vino a Tijuana y me enseñó una videograbación, donde los jóvenes de las preparatorias y universidades le declararon que para ellos es más fácil comprar marihuana o cocaína que una cerveza. Es que si van a un expendio de licor les piden su identificación para comprobar que tienen más de 21 años. Los narcotraficantes se las venden sin problema.

Pero además hay una situación que lamento mucho: el problema del narcotráfico no se remite a México como se quiere hacer aparecer en Estados Unidos. Es un caso continental, no unilateral. Sudamérica produce, México trafica y Estados Unidos consume. Mientras no se rompa uno de esos eslabones, seguirán producción, tráfico y consumo. Pueden capturar en esto momento a todos los mafiosos de México. Pero si los estadounidenses siguen consumiendo, inmediatamente habrá quien supla a los detenidos.

AR: El combate a las bandas de narcotraficantes es sumamente complicado. Si no hay cooperación de las autoridades e incluso de periodistas en el solapamiento y encubrimiento mediante la jugosa corrupción -se compra a personas mediante sumas de dinero que no lograran reunir en su vida laboral-, la alternativa es la muerte. En su opinión y con toda su experiencia, ¿cómo se puede combatir efectivamente a esos grupos?

JB: La pregunta de los 64 mil.

Insisto que para combatir el narcotráfico lo primero es perseguir a los policías y no a los mafiosos. Sin la complicidad de agentes federales, estatales y municipales, el narco queda desarmado. No tanto por razón de protección armada, no. Por la información que proporcionan. Por eso pagan mucho.

AR: ¿Cree que la legalización de las drogas, o de algunos narcóticos, sería una medida efectiva para reducir la delincuencia generada por el narco?

JB: Estoy contra la legalización. Primero, porque no somos un país consumidor. Los drogadictos mexicanos en su mayoría y por razones económicas, no consumen tanto la cocaína como las drogas sintéticas. A los narcos no les conviene andar vendiendo de a gramo en México en lugar de toneladas. Los existentes en el Distrito Federal y otras ciudades son "poquiteros" que adulteran la coca, principalmente, y causan mas daño a quien la consume.

Segundo, si cosecha y cultivo son ilegales, si tráfico es ilegal, es ilógico que se legalice el consumo. En un momento de llegar a punto legal, los mafiosos pueden alegar que no incurren en delito puesto que surten a un mercado legal.

AR: Sobre los cambios políticos. Como puede leerse en su libro, en Baja California no hubo cambios drásticos en el combate al narco con los flamantes gobiernos del PAN. Ahora, un militante de ese partido ejerce la presidencia de la República desde hace dos años. Se ha apuntado algunos éxitos, como la detención de Benjamín Arellano Félix, pero ha tenido fracasos tan vergonzosos como la fuga del "Chapo" Guzmán. Con el nuevo gobierno plenamente democrático, ¿ha habido cambios relevantes en la lucha contra los traficantes de droga?

JB: Cambios relevantes no. Circunstanciales como en todas las ultimas administraciones. Pero nada a fondo.

AR: Se acostumbra acusar al Ejército mexicano de muchas atrocidades y anomalías. En ellas se incluyen sus relaciones con los narcos, a partir del caso del general Jesús Gutiérrez Rebollo, y dos recientes sucesos: el juicio a los generales Quiroz Hermosillo y Acosta Chaparro -tres personajes que han sido relacionados con Amado Carrillo "el Señor de los Cielos"-, y la desintegración del batallón de Guamúchil. Empero, en su libro se da cuenta que gracias al GAFE, cuerpo de inteligencia del propio Ejército, se ha podido aprehender a importantes narcos. A su juicio, ¿cuál es el papel que ha jugado el Ejército en la guerra contra el tráfico de drogas? ¿Ya ha sido corrompido definitivamente? ¿Es el único que puede realizar capturas importantes -a destacar: hechas al margen de las procuradurías federal y estatales-? Muchos analistas consideran que el cuerpo castrense debe mantenerse fuera de ese combate por el riesgo que implica la corrupción del Ejército.

JB: El Ejército Mexicano, como toda institución, no está a salvo de la corrupción. Los hechos nos han demostrado cómo el narco infiltró cuerpos militares. Desde hace muchos años se hablaba de esa complicidad, pero por razones de tradición o temor no se trataba nada. En mi opinión, lo hecho en Guamúchil y los procesos a generales, lo considero un "candado" para no permitir mas complicidades. Ya saben los militares a lo que se exponen. Pero lo más importante es el compromiso del General Secretario de la Defensa Nacional. No puede ni debe permitir mas irregularidades. Ha sido una buena decisión.

También libera del temor a los periodistas para tratar posibles relaciones futuras con el narco.

Y en cuanto al papel que ha desarrollado el Ejército me remito a los hechos: el "Kitty" Paéz detenido por militares. También: Jesús Labra Avilés, Alcides Magaña "El Metro", "El June", Amado Cruz, Alejandro Hodoyán, Fausto Soto Miller, Ismael Higuera "El Mayel", y la cereza del pastel: Benjamín Arellano.

La PGR se adornó en tiempos pasados con tales capturas, por eso el General Secretario actual realizó en sus oficinas la conferencia de prensa para anunciar la detención de Benjamín.

Aparte, la PGR no tiene la capacidad para enfrentarse al narcotráfico. Ni en número de efectivos, ni en armamento, y lo principal: servicios de inteligencia.

Quienes alegan que el cuerpo castrense debe mantenerse fuera del combate ignoran que el narcotráfico fue considerado oficialmente desde sexenios pasados como problema de seguridad nacional. En consecuencia, si uno de los deberes del Ejército es vigilar por la seguridad nacional, su actuación no es ilegal.

AR: Uno de los fenómenos más extraordinarios del narco lo ha sido el de los "narcojuniors": muchachos de muy buenas familias de Tijuana que ingresaron a la banda de los Arellano, en la que ocuparon puestos importantes como operadores y sicarios. Los propios hermanos Arellano pasaron una niñez e infancia en situación económica desahogada. Dos preguntas sobre eso: ¿cuál es su explicación de ese fenómeno? ¿qué relación existe entre pobreza y narcotráfico?

JB: Tenemos dos clases, por decirlo así, de narcotraficantes.

El sinaloense. Abierto, franco, ayuda a los desamparados, regala dinero a quien lo necesita, escuela a quien no la tiene. Por eso y su habilidad para no ser detenidos, han causado una cultura en la juventud: los jóvenes quieren ser como ellos cuando sean grandes. Tener su camioneta Lobo último modelo. Su güera por un lado y su "cuerno de chivo". El sueño de convertirse rico después de ser pobre y ayudar a sus cercanos o paisanos.

La otra cultura es distinta y fue fomentada por los Arellano: darles poder a quienes tienen todas las comodidades. Hijos de familias pudientes. Lo grave en este caso fue que se desbordaron. Sólo provocaron atraer la atención hacia los Arellano y al final casi todos murieron o están en prisión. Su sueño fue ser intocables. No ayudaron a los necesitados. Jamás se rozaron con los humildes.

AR: Hay una terrible sentencia del gobernador de Sinaloa que usted rescata en su libro: "Este terrible monstruo que tenemos enfrente que es el narcotráfico ha crecido precisamente porque la sociedad lo ha tolerado." Dice que en aquel estado, cuna de varios de los más terribles narcos, a éstos se les acepta como gente normal. Ocurre que a veces también son generosos, hacen florecer la economía, ayudan a menesterosos. ¿Qué opina usted de tan tremenda declaración? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de la sociedad en el combate o solapamiento de las actividades de los narcotraficantes?

JB: Es muy discutible.

Un empresario me comentó: si a él le iban a comprar diez autos nuevos al contado, encantado que los vendería. Su obligación no es preguntar de donde sacó dinero el comprador. Ni tampoco denunciarlo. Pero a la vez preguntó: ¿por qué no se fija el gobierno cuando les entrega las placas de circulación, aun cuando sean a nombre de otra persona pero todas simultáneamente?

Si un mafioso llega y compra dos o tres residencias millonarias, no se las van a negar; uno de los fraccionadores me dijo que si lo hacía, se exponía a que lo mataran. Y se refirió también a que no hay ley que impida vender al contado ni a preguntarle al comprador de dónde sacó el dinero.

La sociedad denuncia esos hechos pero la autoridad no los atiende.

Entonces esto se convierte en una mezcolanza de conveniencia, irresponsabilidad, temor y complicidad. Para enfrentarla hace falta un servicio de inteligencia muy capaz.

AR: En otro artículo cuenta la historia de un abogado, Rodolfo Carrillo Barragán, mensajero de Ramón Arellano Félix para comunicarle a usted que él no había ordenado atacarlo en el atentado que casi le cuesta la vida, en el que murieron su guardaespaldas y un gatillero de la banda. Estuvo cerca de poder hablar e incluso de ver personalmente a Ramón. Si no mal recuerdo, en otro texto usted manifestó su interés por entrevistarlo. A grandes rasgos, ¿qué le hubiera preguntado al hombre que intentó matarlo?

JB: Primero le explicaría que no le tenía rencor ni odio. Asumo mi papel que me lleva al riesgo por tratar los problemas del narco. Pero le diría que yo no soy su perseguidor, sino la policía.

Precisamente le preguntaría por qué trató matarme. Por qué ofreció dos contratos para matarme luego que me salvé. Por qué siendo un buen estudiante se metió al narcotráfico. ¿Por seguir a su hermano Benjamín? ¿Por deseo de ser rico? ¿Poderoso?

Naturalmente no me daría nombres de policías cómplices, pero tal vez me informaría de cantidades y forma de convencerlos. Le habría preguntado si se iba a pasar así toda la vida.

Y naturalmente, que me contara su vida. Cómo se relacionó con los "narco-juniors", con los gatilleros del Barrio Logan, por qué se pelearon con "El Chapo", cómo estuvo lo de Guadalajara.

En fin, hasta donde aceptara y sobre la marcha irían saliendo otras preguntas.

AR: Muy relacionado con la pregunta anterior. Usted ha sido el único periodista que ha entrevistado a Mario Aburto, el asesino de Luis Donaldo Colosio. Ya no pudo hablar con Ramón Arellano. ¿Ha pensado, e incluso hecho trámites, para poder entrevistar a Benjamín Arellano Félix?

JB: Benjamín ha dicho desde un principio que no quiere nada conmigo. Espero que rectifique y entienda. Él está sentido porque menciono a su familia. Pero no voy a entrar en polémica. Solamente le diría personalmente que él inmiscuyó a su familia. En compras, exhibiéndose, siendo ostentoso.

AR: Finalmente, el extraordinario trabajo de investigación que usted y el equipo de la revista Zeta, de Tijuana, han realizado acerca del narcotráfico, le ha traído terribles consecuencias: tiroteos a sus oficinas, el asesinato de su compañero Héctor Félix Miranda, un atentado que por poco le cuesta la vida. Hoy usted tiene que ser protegido por elementos del Ejército mexicano. ¿Cómo ha cambiado su vida personal, familiar, por su trabajo periodístico? En el mismo sentido: viviendo bajo una libertad muy acotada por la amenaza del narco siempre presente, ¿ha valido la pena pagar el costo de su valiente y excelente trabajo periodístico?

JB: En principio era angustioso y desesperante. Salía de casa mirando hacia todas partes esperando la aparición de los narcos. Pero la ayuda de mis doctores y amigos sacerdotes me cambió. Me recalcaron que para provecho personal, familiar y profesional, vivo horas extras. Lo he dicho muchas veces. Entonces cambié.

Salgo tranquilo. No voy asustado. Voy mas preparado a que me pase algo, pero sin miedo, a que no me pase nada. Pero en tranquilidad.

No puedo decir que ha valido la pena, para que no se tome estrictamente así, y mis propios compañeros de otras publicaciones me critiquen como es tan común en esta profesión.

Simplemente vivo más en mi casa. Me visitan mis hijos y nietos con más cariño cada semana. También mis amigos. Mis compañeros de trabajo son excelentes. El tiempo que estoy en casa, lo ocupo más en escribir.

Ya no es como antes.

El Cártel lo escribí totalmente a mano. Lo corregí. Luego lo pasé a computadora y corregí nuevamente. Es lo que hago con todos mis trabajos normales. Tengo más tiempo para no hacer las cosas tan rápido. Creo que comparado con cualquier narcotraficante, vivo más tranquilo. Y sobre todo, así lo siento, más cerca de Dios.



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