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12 de agosto del 2002 |
Michel Broué
Michel Broué, matemático, director del Institut Henri Poincaré y profesor en la Universidad París-VII, da testimonio sobre su amigo Laurent Schwartz, fallecido el 4 de julio de 2002, uno de los más grandes matemáticos del siglo XX e infatigable defensor de los derechos humanos.
Ha muerto un hombre luminoso, en todos los sentidos del término. El que haya fallecido a los 87 años no disminuye en nada nuestra inmensa tristeza. "Yo soy un matemático". Así comienzan sus memorias, publicadas en 1997. De todos los matemáticos franceses que han marcado profundamente la ciencia del siglo XX con su obra, Laurent Schwartz es, sin ninguna duda, el más conocido en los medios científicos. El papel de bisagra entre la física y las matemáticas jugado por su "teoría de las distribuciones" y el aspecto espectacular, a menudo milagroso, de esta teoría, así como la atención constante que dedicó a las aplicaciones de sus matemáticas, explican que mucho científicos estén familiarizados con su nombre y con su obra. El lugar singular, extraordinario, que ha ocupado durante años en el seno de la universidad francesa, su encanto y su talento como orador y como pedagogo, también han contribuido a su renombre. Pero Laurent Schwartz fue igualmente, durante toda su vida, un militante de izquierda y un hombre público activo e influyente, por lo que también es conocido fuera de los medios científicos. La densidad y variedad de su vida son literalmente asombrosas. Desde 1936, se hace trotskysta y, por tanto, lúcido en cuanto a los crímenes y engaños del estalinismo. De forma simultánea, se convierte en miembro activo del colectivo matemático Bourbaki. Aún trotskysta, y judío, durante la ocupación nazi, descubre la teoría de las distribuciones en noviembre de 1944, se presenta después a las elecciones legislativas, obtiene la medalla Fields [equivalente a un premio Nobel de matemáticas] y en Nancy llega a ser secretario departamental de la FEN [sindicato de enseñantes]. Desarrolla las consecuencias de su teoría de las distribuciones, en 1958 se implica en la enorme tarea de la reforma de la escuela Politécnica a la vez que lucha contra la guerra de Argelia y contra la tortura que era entonces practicada habitualmente. Miembro activo del comité Audin, después del Tribunal Rusell y presidente del Comité Nacional Vietnam, así como militante del Comité de matemáticos que sacó a Léonid Pliuchtch del hospital psiquiátrico especial en que estaba encerrado en la URSS, se implicó en la reforma y defensa de la universidad y de la investigación, presidiendo el Comité nacional de evaluación, de forma paralela a la continuidad de su investigación matemática. Testigo y actor fundamental de una época y de una generación que han dado algunas de las más grandes fugaras de la humanidad, Laurent Schwartz era un gran hombre, en todos los sentidos del término. Un hombre excepcional, con un estilo muy particular: en él, el rigor y la precisión entraban en simbiosis con la capacidad de reírse de sí mismo y con el humor. La aparente indiferencia y la objetividad que mostraba hacia su propia vida, incluso cuando se hacía dramática, no podían ocultar ni una inmensa ternura ni las indignaciones profundas que le afectaban, aunque nunca a voz en grito ni proclamadas a los cuatro vientos, sino siempre matizadas. La inteligencia de Schwartz brotaba en todas sus palabras, en todas sus actitudes. Su personalidad fuera de lo común, su rectitud, su rigor, su generosidad y su humanidad han hecho de él una referencia para varias generaciones de científicos y de militantes. Profesor en la Facultad de Ciencias de París, Laurent Schwartz escogió París 7 al crearse las universidades en 1970. Después fue destinado provisionalmente a la Escuela Politécnica, terminando su carrera universitaria de nuevo en París 7. |
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