La insignia
6 de marzo del 2001


Blanca Varela: ver en el doblez


Rocío Silva Santisteban


Un poema de Blanca Varela es como una implosión: hay demasiados significados concentrados en tan pocas y exactas palabras. He leído sus poemas constantemente, los he aprendido de memoria, los he estudiado y casi he cometido el sacrilegio de diseccionarlos para intentar descubrir cómo, por qué, de qué manera. Felizmente nunca se me han revelado, por el pretendido método científico, nada más que algunas pistas cercanas a mis propias intuiciones pues frente a poemas de tal intensidad sólo es preciso presentarse como una lectora desnuda ante el fulgor de la palabra.

No obstante es imprescindible señalar, a la manera de los críticos y teóricos, que la poesía de Blanca Varela es una de las grandes aventuras literarias peruanas. No se trata sólo de poemas bien escritos, ni tan sólo de textos rigurosos, de medidas exactas y dimensiones precisas. Además en cada uno de sus libros Blanca Varela plantea una propuesta estética diferente, radical, contradiciéndose a su obra anterior, y por lo tanto, completándola en un audaz juego de antítesis.

Esta forma de encarar el trabajo propio con las palabras es el producto de un encuentro frontal con la vida, de una honradez artística sostenida a través de los años, de una lucha inflexible con eso que algunos llaman estilo y otros pueden empezar a llamar retórica. Si "Camino a Babel" o "Valses" son poemas que apuestan por la imagen sobre la metáfora, "Casa de Cuervos" recorre alegóricamente desde una entrada ética no tradicional el tema de la maternidad y "Concierto Animal", su último libro, concentra sus pliegues en la agudeza del dolor y del silencio. Nos encontramos, por lo tanto, ante un proyecto estético que encuentra "en el doblez" la forma de apartarse de los cómodos nichos simbólicos. Dar la vuelta a lo ya dicho, sentir la piel por dentro, buscar en el revés de las cosas: esa ha sido la forma de caminar entre el precipicio de las palabras y el silencio.

"Blanca Varela es una poeta que no se complace con su canto" esta afirmación del prólogo de Octavio Paz a "Ese puerto existe", su primer libro, advierten a los lectores precisamente de esta radical propuesta de sospechar, sobre todo, de la propia obra. Y esta sospecha, al mismo tiempo, permite a Blanca Varela una búsqueda ética dentro de sus propuestas estéticas: no arruinar la palabra detrás de pretensiones megalómanas, de silencios cómplices o de baratijas al servicio del mercado. Escuchar la poesía de los otros, trabajar en silencio, no hacer mucho ruido, eso la ha caracterizado y también, es justo mencionarlo ahora, su generosidad con los más jóvenes, con las poetas, con los que escudriñamos su obra.

El reconocimiento internacional hacia su poesía no es de ahora, eso lo demuestran las traducciones de sus obras (francés, inglés, alemán, portugués, italiano, ruso) pero el Premio Octavio Paz 2001 ha venido a consolidarlo. Se trata de uno de los premios contemporáneos más importantes, otorgado cada cuatro años en homenaje al Nobel mexicano. Este premio es, a su vez, un aliciente para que en el Perú valoremos lo infravalorado: la poesía que está tan lejos de la podredumbre y tan cerca de la gloria. Y robo un verso del Libro de Barro para enfatizar: "Absurdo fuera no festejar este tesoro".



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